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RELATO: Un viaje inesperado: spoiler no tiene un final feliz

 ¡BIENVENIDOS!
Desde hoy, este blog contendrá historias africanas pero que nadie creen que puedan pasar. o puede que microrrelatos, tal vez, ideas o reflexiones literarias. Pero será para ir engrasando la máquina otra vez, después de haber me quedado meses escribiendo mi novela, (espero poder contarlo ya) 



TÍTULO: 

Un viaje inesperado: spoiler no tiene final feliz

 

Foto de Ketut Subiyanto

Sali vivía en el continente africano, ese en el que aire es brisa fresca en verano, en el que el contriti, es una bebida que hace que te olvides de los males, donde el bosque y la ciudad, conviven, pero ninguna de las dos no deja de existir ni es más una que otra. Ambas coexisten como el día y la noche.

La noche, se acaecía místico en unos versos que le contaba a las estrellas, al día, a la vida y el poder estudiar una vez más desde aquella lesión jugando al tenis. Sali, había aprovechado los pocos recursos de sus padres para hacer de los mejores colegios, sus mejores notas y de los deportes, su mejor afición.

Cuando vio por primera vez jugar a Selena en televisión en un reportaje en el que se la homenajeaba, quiso saber de inmediato sobre el tema, y fue tal su fijación, deleite y asombro. Que, además, se le daba muy bien. Pero en uno del revés, estiró demasiado la pierna y ahora tiene una lesión que le impide hacer deporte por toda la vida. Así y todo, no lo veía como un obstáculo, porque podía caminar. Así que, se apuntaba a las rutas de senderismo que había, y de ese modo, seguir viendo paisajes a los que versar.

La llegada del último examen del semestre se precipitaba con mensajes que le rondaban por la mente, ¿podría acceder a una buena universidad? ¿Le darían beca? Bien podía decir que había hincado codos mientras sus compañeras se iban de fin de semana a escuchar y bailar makosa, afrobeat o dance Hall. Pero, sobre todo, mantenía en secreto el algo muy poderoso.

Durante un año largo, con esto del internet, mantuvo conversaciones largas, edulcoradas y algunas llenas de debate sobre temas que a los dos les encantaba, con un chico de España. Toño se llamaba. Quizá porque sus amigos para no llamarle Antonio, en tono de burla, así le llamaban; y acertó. Mantenían en secreto que se habían enamorado, pero… qué sabían ellos lo que era amor, si apenas salía Toño de la selectividad y Sali, acababa los estudios del mismo modo a una edad en la que todo está a flor de piel: Amigos, se llamaban amigos, aunque aquellos motes cariñosos y esa lealtad que se tenían, o decían tenerse, se colaban en cada emoji.

Sus padres, querían que Sali se mantuviera concentrada. Nada de chicos. Nada de fiestas. Nada de alcohol. ¡Y mucho menos fumar!

Y así había sido hasta que Eiko, le enseñó una app de moda para ligar. Al principio era reticente, y mantuvo ciertas distancias, a decir verdad, se mantuvo bastante desagradable. Puesto que o le entraban a tirarle la caña con un “Hola, morenita” o con un “te comía enterita” Con Toño fue diferente. Y fue ella quien le saludó, eligió como quería que fuese la conversación y tomó la dirección que ella deseaba. De ese modo, no sólo eran amigos, sino que se tenían admiración mutua.

Cuando las notas llegaron, era evidente que en deportes su nota se habría resentido, pero aún así la nota de corte la pasaba, el resto de las materias, estaban aprobadas con sobresaliente o notable. Sus padres montaron una gran fiesta y en la ceremonia algo querían comunicarle.

—Estamos pletóricos de los resultados de una mujer recta, enfocada y decidida. Por eso, hemos podido, no sin esfuerzo y dedicación, conseguir que vaya a estudiar a España ni más ni menos que a Madrid. La capital.

Todos estallaron a voz en grito mientras la música sonaba y ella lloraba de alegría. No sólo por la oportunidad, sino porque por fin, podrá ver a Toño. Así que, sus padres lo pagaban todo, pero había algo de reticencia en aceptar que al final se sentía en deuda con ellos. Pero todo valía la pena por poder ver España con sus propios ojos y ver al amor de su vida.

El viaje duró lo induradle, con escala y con señora incluida que charla de todo menos de lo que tiene que hacer, sentarse y disfrutar del viaje.

Al llegar por fin a Madrid, en la estación de Atocha, les esperaban su tia Rama y su sobrino Samu de unos veinte años. Al reencontrarse, ellos chillan, esbozan sonrisas y hasta se abrazan con efusividad. Cosa que el resto de los pasajeros o del gentío, no logra ver reflejado. Le sorprende la cantidad de personas blancas que hay que ninguna en los puestos de comida sea negra. Pero más allá de eso, siente que la observan en detalle. Mientras se toman un batido que deja a medias porque el estomago no da para más a esas horas de madrugada, una chica rubia se ha echado el cabello para atrás, y la ha mirado de arriba abajo. Casi como un escaneo momentáneo. Casi ni lo percibe sino fuera porque Samu, la ha mirado de reojo y una sonrisa bobalicona le asomaba.

Sali no ve el momento de coger la cama y hacerla trizas de tanto que quiere dormir. Y duerme casi dos días, porque se despierta a la madrugada siguiente. Suerte, que es verano, y puede hacer lo que quiera. Así que saca su libro, y se pone a leer. Pero no logra concentrarse: tan cerca pero tan lejos… se dice. Y es que, estando en la estación Sali le suplicó a Samu que le recargara el móvil. Y le dijo que no se molestara que la iba a comprar un smartphone. ‘sin problemas primita’. Otra cosa más que sentir en deuda pero que agradecía mucho.

Su tia Rama, finalmente le dio unos días para adaptarse al jet lag. Por lo que, en una o dos semanas, estaban Samu y Rama con Sali, enseñándole la ciudad por las tardes.

—Cuando yo era más joven, el recorrido del tren era circular. Y aquello no había quien lo entendiera. Pero…

—Qué hablas tía…

—¡Esa boca Samu!

Sali, carcajeó hasta no poder más. La gente del vagón que por algún motivo tenía prisa en llegar a donde quiera que fuese, el trabajo, la compra o los amigos, se la quedaron mirando como si fuese de otro planeta. Parecía que ser o mostrar tus emociones, era algo raro.

Después de ver la puerta de Alcalá, o La Gran vía. Pasear por allí y decidir un día ir sola hasta el retiro, con Samu porque le tenía una sorpresa. Se descubrió con un teléfono móvil de última generación y de línea.

—cuídalo y elige sabiamente. —dijo Samu

Pasaron la tarde paseando, recordando viejos tiempos y cuando ya se hartaron. Volvieron a casa de su tía.

Sali estaba deseando escribir a Toño. Pero al escribirle el mensaje para darle la sorpresa de que estaba en España, este se muestra reacio y hasta prepotente. Asi que opta por decirle.

—No tengo ganas de perder el tiempo. Adiós.

—Espera, por favor, es que me pillas con mis colegas. Te llamo de madrugada, ¿vale? — dice con una voz que casi ni se percibe

Al llegar la hora bruja, como un reloj Toño se muestra amable, cariñoso, el de siempre, vamos. Pero eso a Sali le molesta. ¿Significa eso que cuando esté con sus amigos, no podrían hablar a sus anchas? No le dijo nada, error, pero tampoco le dejó indiferente.

—Anda que a ti… ya te vale.

—Lo siento cariño. Es que mis colegas son unos mentecatos. Si los vieras…

 

La noche la pasan hablando y charlando. Los días pasan y siguen charlando por teléfono, y hay algo que le tiene detrás de la oreja la mosca: ¿Por qué no se han visto todavía? A lo mejor era demasiado pronto o no valía la pena. Pero quería saberlo. Y eso la afligía.

Una tarde en la que descansaban todos los seres queridos en casa, en el sofá viendo la Netflix, con una película que era lenta, no tenía acción y los protagonistas eran malos a apalear, se resistían a dejar de verla porque casi no estaban los tres juntos durante el día. Era su forma de demostrar que, se importaban y querían pasar tiempo de calidad. Sin móviles y sin prisas.

Cuando cenaron y acabó de fregar los cacharros Sali, su tia se fue a dormir. Ellos siguieron la conversa sobre lo mala que era la película. Sin embargo, Samu siempre la sorprendía.

—Ese chico con el que te oigo hablar por las noches. Porque se oye todo desde la habitación en la que estoy… no te extrañe que simplemente tuviera curiosidad…

—¿curiosidad?

—Sí, de probar con una negra. Pero al ver que su circulo es todo blanco, no sabe cómo lo van a tomar.

—O sea, que se avergüenza de mí.

—No, teme que te rechacen y lo sepa cómo encajarlo. Y el peor de los problemas no sería ese, en todo caso, qué haría él ante una situación así. ¿Quieres un consejo? Aléjate de él.

—No te lo he pedido, pero bueno.

—Una mujer precavida vale por dos. Hazme caso…

Samu estira los brazos en señal de cansancio, pero Sali se queda a recoger los pedazos que ha dejado su primo al decir aquellas palabras acusadoras. ¿Y si tenía razón?

Faltaba un mes para comenzar las clases y no quería estar agobiada pensando en él. Así que, no el habló en todo ese tiempo.

Debía dedicarse en cuerpo y alma a los estudios. Y así lo hizo. Los meses pasaron, pesarosos porque la pérdida es dolorosa pero la juventud, lo tiene más fácil, salen, hacen amigas, y se confiesan secretos que no contarían a la familia.

La recuperación llegaría pronto, con la dicha de una carrera de dos años superada. Y de Toño… bueno, hay amores que simplemente pasan de largo.

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