¡BIENVENIDOS!
—Llegué de Guinea Ecuatorial, y me llaman Moka.
Todo lo demás, ya te lo estás imaginando tú. No, no vine en patera. Sí, tengo
estudios. No, no he venido a delinquir si no porque me gusta viajar por el mundo.
LA HISTORIA DE MOKA EN ESPAÑA
Moka, se le fue dado por el rey bubi Möókatá, y
como todos los africanos saben, existieron reinos y es muy rica en recursos.
Todo lo demás, puede que ya lo sepas.
Baja del avión: una emoción estrepitosa le inunda
el corazón, por fin verá el flamenco, la paella, y su folklore en general. Pero
sabía de su historia. No obstante, uno no puede opinar si no ha vivido o ha visto
allí. Así que, “donde vieres haz lo que haceres”. Por precaución, lo primero
que vio al bajar del avión era ver gente corriendo de un lado a otro. ¿Viven a
todo tren? Su hospedaje en el centro de Barcelona le esperaba, pero antes de
ello debía coger un taxi, en el que, se demoró cerca de 2 horas, porque al
observar al primer conductor, le indicó que fuera al principio de la fila, el
del principio de la fila le dijo que ya tenía otro servicio, y el siguiente que
no podía. Intentó escoger otra opción, pero parecía que no había otra que
después de más de ocho horas de viaje, coger el transporte público. Pensó en
Uber, quizá por un precio módico adelantaría faena, algo para picar y llegada
rápida. Pero cuando, su confirmación iba llegar a su momento culminante, rechazaron
el viaje. Aquello le pareció una estafa y un mal servicio. Estaba desencantado
por el servicio. Una mujer que acababa de llegar, a saber, de donde, escogió un
taxi y subió, la llevaron allá a donde fuese su destino. Luego una mujer mayor
también fue ayudada incluso con su mochila de viaje para ponerla en el maletero.
Pero Moka, que tiene más paciencia. De primeras se dio cuenta que los
españoles, no saben recibir a los africanos. Justo al lado, una mujer jovencita
sostiene su bolso con firmeza para… ¿qué? ¿Cree que le va a robar el bolso? “Hum…
no me lo puedo creer, ver para creer”, se dice. Se le hace recorrer hervir la
sangre, pero, una vez más, no se deja seducir por los desencantos de la
llegada.
Coge tres buses, metro y al final, por fin llega
a recepción cerca de más de cinco horas más tarde.
Le atienden con amabilidad, cortesía y comprueban
una y otra vez su documentación. Como si fuera de pegatina. Pero es real.
—Todo está en regla, pero necesitamos que rellene
este formulario.
El formulario que tiene más de cinco hojas, le
terminó por mirar con una media sonrisa, y la recepcionista, devolverle la
sonrisa como diciendo “sólo hago mi trabajo”. Pacientemente Moka relleno cada
apartado sin dejarse ninguno.
Después de una hora de verificación más unas
cuantas llamadas, tras haberle invitado a sentarse. Entonces sí, le dan la
bienvenida.
—Disculpe las molestias, es un tema burocrático simplemente.
Sea bienvenido a Barcelona. Su Suite está disponible y el compañero le dará la
llave de paso y la contraseña. Esperamos que disfrute de su estancia y le guste
tanto como a nosotros nuestra ciudad. Si necesita alguna recomendación sobre
algo en concreto, háganoslo saber.
Nuevamente sonrió, simplemente siguió al botones,
cosa que le hacía gracia pensar. Pero que, sinceramente ahora esto se veía muy
feo. Puesto que era un hombre negro, mayor entrado en años.
—Hemos llegado señor. No haga caso a los blancos.
Ni siquiera ellos pueden controlar esos temas burocráticos. Si se me permite recomendación,
sobre la ciudad…
—Por supuesto, —pese a estar sobre cansado —dígame
—Aléjese del centro, todo es muy caro y aunque puede
que usted sea más joven el racismo, no ha acabado. Pero yo sé quien es usted…
—¿Quién soy? — le guiñó un ojo y le devolvió el
guiño
Le dejó una propina de dos cientos euros y al
marcharse. Don Angelino, por fin pudo descansar. El día estaba acabando, y
aunque estaba demasiado abrumado por los acontecimientos. Decidió ir a comprar
ropa. Le gustaba comprarse ropa de cada país al que visitaba y además,
descubrir la moda que se llevaba en cada lugar.
Así que, por las calles, no haciendo caso a Don
Angelino, el botones. Decidió comprobar por sus propios ojos, ese racismo. Entró
en una Luis Vuitton expresamente. Pero primero, miró el escaparate, dado que
parecía que el look para la mañana siguiente sería el adecuado. Entró y observó
más rato, para decidirse por algún modelo en concreto mientras no paraba de
perseguirle un agente de seguridad a todas partes, no se había dado cuenta
hasta que.
—¿En qué puedo ayudarle? — le preguntó Moka
El hombre, rojo como un tomate, debido a su
melanina tan clara. Ni siquiera le cogió a parte sino que le indicó que le
acompañara un momento. Fueron a recepción, justo en la puerta mientras el el
dependiente, observa Moka, hace una llamada despavorida. Y el agente, le
espeta.
—Aquí no hay nada que pueda encajar con lo que
demande. — hizo una pausa —es decir, nuestro estilo, no está a su altura.
Moka sonrió, y se fue sin mediar palabra. Había oído
hablar de Primark. Muy concurrido por gente española. Y decidió acercarse después
de un rato andando, con el gentío, la gente y todo lo que conformaba la ciudad.
Gentrificación.
Le sorprendió para bien que la música al entrar
era afro beat, la gente sonreía, pero no te miraban por encima del hombro. Mas bien
cada uno estaba centrado en sus cavilaciones. Hasta que un chico blanco vestido
de uniforme se apartó de él casi como si fuera a mancharle. Se echó a reír, no
sin antes, descubrir la misma escena de antes, alguien vigilando disimuladamente,
desde lo lejos.
Esta vez, pudo hacer sus compras e intercambiar
unas palabras con algunas chicas que al parecer parecía muy interesadas en él. Les
parecía muy guapo, y su cabello corto con rastas “molaba” se limitó a ser educado
al ver que intentaban tocarle el cabello. Después una conversación llena de
risas y trivialidades. Llegó por fin al mostrador. No sin antes atenderle una chica
joven a la cual pensó ocurriría como con las chicas anteriores, se reirían e intercambiarían
opiniones vanas pero la chica ni le miró a los ojos, le miró de arriba abajo y después
de escanear lo códigos de barra, le hicieron enseñar el contenido de su
mochila. No entendía por qué, pero lo supo al instante. Luego de pagar con una
visa oro. La dependienta se puso roja y una vez más, al salir. Sintió ese
sentimiento agridulce.
Justo al salir se encontró con unos hombres que se
acercaron a él. Era para invitarle a su nuevo restaurante africano. Decidió ir, no sin antes, intercambiar
saludos, opiniones varias, resultando ser uno bubi y otro camerunés. Así que
hablaban pishiglish.
Se sintió como en casa por un momento. Pero seguía
empecinado en conocer más de Barcelona. Pasando por lugares más alejados, la
cosa cambiaba, la gente no reparaba en él, el semblante se volvía más hostil,
gente oculta por algún motivo lejos del centro. En esta ocasión, vio a un
hombre negro recogiendo chatarra. Aquello le partió el alma en varios trozos si
cabe. El hombre sólo hablaba francés y como Moka también sabía.
—¿Dónde está tu dignidad? — le preguntó Moka en francés
—Las cosas no son tan bonitas como en televisión,
hermano. Aquí uno hace lo que puede. —le responde
Decide irse con el al restaurante africano justo
en las ramblas de Barcelona. Oculto, eso sí, entre la laberíntica y misteriosa Barcelona.
Cenan juntos él le explica la situación al quedarse sin padrón, sin trabajo, y
a la espera de una nueva revisión. Le toca sobrevivir.
Al congregarse todos, de distintos países, uno se
siente en casa, no sólo porque ya no esté sino porque, la camarera no ha parado
de preguntar en inglés, si estaba todo a su gusto, han bailado, le han ofrecido
una bebida gratis, de cortesía y allí, nadie juzga a nadie. Cada uno tiene su
historia. Cada uno ofrece lo que tiene al que no tiene. Se saluda, aunque no se
conozca y al mismo tiempo, es un espacio que reconforta.
Ahora se siente con animo de volver al hotel y
los próximos días hacer turismo. No sin antes despedirse de Barcelona, comiendo
o desayunando en el restaurante para seguir con la tradición, que marcaría su
destino, al conocer a una chica mestiza, a la que visitaría cada junio. No porque
se enamorarán, sino porque se respetaban tanto el uno al otro, que aquello no
podía quedar un simple adiós frio. Digamos que, fue un hasta muy pronto.
¿Qué quien era Moka? Pues un gran empresario africano,
guineano muy conocido.
P.D. Cualquier parecido con la realidad... no es cierto