Llevaba arrastrando los días de la semana y por fin había llegado
el viernes, tan ansiado, con ganas… Nada podía ir mal, pero había un
sentimiento que la hacía pensar en el chico con el que había compartido tantos
desayunos en el trabajo. Su mente se disparaba imaginando como sería ser
correspondida al fin. Fantaseando con el hecho de decirle todo lo que su
corazón escondía que, aunque le aterraba la idea de poder exteriorizar
cualquier sentimiento, ya llevaba muchos meses ocultando tales emociones que
afloraban en su interior.
Ella tenía su número, y aun le costaba entender cómo se las
había arreglado para conseguirlo. Se había dado cuenta que se había vuelto
habilidosa en el arte de inventarse excusas, para conseguir sentirse un poco más
cerca de él.
Él, actuaba en consecuencia, ella le había tratado muy bien
y él era como que, quería corresponderle, pero el día no parecía que fuera a ser
mejor, se acababa de enterar que al chico que le gustaba, su compañero de trabajo,
le habían hecho los cuernos con su mejor amigo. Su voz al otro
lado del teléfono, se mostraba abatida, era una voz con llanto contenido, rabia
y algo de furia pero al mismo tiempo, conservando esa amistad entre ellos.
Al escuchar esas palabras, ella se dio cuenta de que debía
decir en algún momento que le gustaba. No quería ponerle en una encrucijada,
pero ya llevaba muchos meses evitando tener que decirle sus sentimientos hacia
él y ella se vio a si misma moviendo los labios como si tuvieran vida propia
con las siguientes palabras que sonaban así: <<Me gustas, me gustas muchísimo...>> <<
No espero ser correspondida pero tenía que decirlo.>> En ese momento, un ángel
tuvo que pasar, porque en el trascurso de los segundos posteriores, no se oyó
nada. Ella pensó que habría colgado, pero aunque dijo repetidas veces, si estaba
ahí, al otro lado del teléfono, no se escuchaba nada. Él ,solo pudo decir que estaba pasando por una época muy dura, y no podía
pensar ahora mismo en tener novia. Su corazón se encogió, sintió un vuelco y
todas sus esperanzas se vinieron abajo . Lo cierto es que la situación ,se tornó
un tanto incómoda en los siguientes días.
Él, se sonrojaba
cuando se acercaba a ella, pero él la rehuía, ya no bajan a desayunar juntos. No
intercambian palabras por los pasillos de la oficina, y cuanto más incómodo,
pudo ser desagradable. Ella empezó a sentir que debió haber esperado un poco
más. Las semanas pasaban y un día cualquiera de la semana, él la invito a
que desayunaran juntos ,pero nada volvió a ser igual.
La prueba definitiva de que el solo quería amistad ,fue cuando llegó Sant Jordi. Él, la
invitó a desayunar y con algo de vergüenza, le regaló una rosa en muestra de
amistad y únicamente por eso, pues fue lo que dijo al preguntarle ella porque le
regalaba la rosa si no quería nada con ella.
De vuelta a los vagones que la llevaban de vuelta a casa en
el tren, pensaba que había conseguido muchas cosas difíciles en su vida. Había
estudiado para ser administrativa y con mucho esfuerzo consiguió ese trabajo ansiado;
bajó de peso y consiguió la figura que deseaba, pero lo más importante, quizás,
esta vez, no lo había conseguido. El amor.
En el vagón, se encontró con una vieja amiga, pero eso, es
otra historia...
Excelente Keren, has sacado tu mejor versión, enganche total a la historia.
ResponderEliminarLa decepción amorosa, un tema ideal para escribir y reflexionar sobre el.
En realidad es una historia que debe pasar todos los días en algún lugar del planeta, pero la vida es así...
Un gran relato, enhorabuena Keren.
Te esperamos con más.
Buenas Miguel!
ResponderEliminarví tu comentario pero no pude contestar, ya sabes que estuve de mini-vacaciones express jeje !! gracias por tus palabras , no sabes cuanto me alegra leer esto , ojala y me salgan más relatos buenos. Me alegró muchísimo leerlo , siempre te digo que tengo que aprender de ti, pero vininiendo de ti, estas palabras, solo puedo sentirme orgullosa. Un saludo!!