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Sentada en aquella cafetería y mirando aquel libro sobre la ciudad, decidió darle un sorbo a aquel café que acaba de pedir. No podía dejar de pensar en todo lo que había dejado atrás por hacer este viaje que aunque en un principio lo iba hacer con su amiga Mercedes, acabó haciendo sola.
<<Tampoco se está tan mal así. >> Pensó para sus adentros, mientras observaba el libro de la ciudad de Barcelona al mismo tiempo que iba dando sorbitos pequeños para saborear aquel brebaje.
Anduvo por “Fabra i Puig” y sus tiendas, observando todo cuanto acontecía: Las mujeres comprando, los grupos de niñas que habían hecho piña para pasear por allí, a las mamás corriendo detrás de los niños y la multitud que se agolpaba en las tiendas, debido a las rebajas de última hora.
Imagen extraída de internet
Anduvo más abajo hasta girar en una calle, para llegar a la “Plaza Real”. Le habían contado que allí se reunía gente de todo tipo de corrientes y como aun le quedaba dinero, decidió tomarse algo por allí.
Vió a varias parejas. Las diferentes etnias estaban a la orden del día lo cual le producía una gran satisfacción y curiosidad. Entonces pensó al sentarse en aquella terraza, si no hubiera sido mejor ir a degustar algún plato típico de cualquier otra cultura que no fuera la catalana. Al fin y al cabo, el primer día, ya probó algunos suculentos. Decidió dejar el almuerzo para más tarde, pidiendo una cerveza para hacer como dirían los catalanes: “El Vermut”.
Era increíble como cuando hacia sol la gente aprovechaba hasta el último rayo de sol para echarse a la calle y disfrutar. Aquello no era tan diferente de su pueblo.
Después de las dos de tarde las calles estaban menos concurridas aunque aún había gente por los alrededores. Esta vez iría cerca de “Fabra i Puig”, pero más allá. Tenía muy buenas recomendaciones sobre un bar colombiano y así lo hizo. Durante el trayecto los vagones estaban prácticamente vacíos, cuando lo lógico es que estuviera abarrotados, pero era la hora de comer y todos estaban dándose los homenajes en su restaurante favorito excepto un chico que leía en el asiento de enfrente. Eran los únicos en el vagón. Él la miraba de vez en cuando por encima del libro y ella como haciéndose la sueca, de vez en cuando miraba hacia él por el rabillo del ojo. Varios fueron los encuentros con la mirada, y cuando por el altavoz del megáfono sonó el aviso de que la próxima parada era “Clot” el chico echó su libro a la bolsa pero no sin antes echarle una mirada… otra… y en el último momento, cuando parecía que le iba a decir algo… se abrieron las puertas y acto seguido, se fué.