Historia inventada: No hay mal que por bien no venga. (Parte 1)

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NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA


Había logrado superar la vergüenza de hablar delante de la gente. Aquello merecía ir a por otros nuevos objetivos y con la llegada de esos nuevos objetivos un nuevo problema llegaría a ella.

 Lucía era una chica como el tiempo. Si el cielo estaba gris, su alma se sentía gris  y sus ganas casi desvanecían, pero en cambio cuando el cielo era brillante , azul y con rayos de sol era infinitamente más productiva en lo que a trabajo se refiere, porque su carácter también cambiaba y además era capaz de convertir esas lágrimas en los demás, en alegría. Le gustaba ayudar a la gente, disfrutaba con ello y aunque a veces la tacharan de buenaza ella era inmensamente feliz al sentir que aportaba algo a todas esas personas que acudían a ella. 

Lo cierto es que, Lucía, había ocupado todo su tiempo en cambiarse a sí misma desde la ruptura con su exnovio. Aquel sinvergüenza, la había hecho sentir que no valía para nada y desde que pudo alzar la cabeza, lograr su título como psicóloga y comenzar a pensar en abrir su propio gabinete, estuvo muchas noches llorando, sin salir de casa, era obvio que destilaba inseguridad. Ello no hacía que fuera peor en su trabajo, al revés, le sirvió para proclamarse como una exitosa psicóloga con sus nuevos métodos. 

Imagen sacada de internet

Era una mañana cualquiera. Lo que le preocupaba, era que ahora que su madre se divorciaba de su padre, su madre se negaba a escuchar cualquier problema suyo. Ahora, la ironía es que la tenía como paciente, en su consulta y desde hacía una semana, estaba pensando en asociarse con otra persona, puesto que los problemas, paciente y psicólogo, no los debería de llevar un familiar, aun con todo, estaba dispuesta a ser el apoyo de su madre, aunque ello le costara ver desvanecer la figura heroica que había construido durante el transcurso de los años , sobre su padre. Su padre, era policía, y aunque no le tocaban los casos de calle, se ocupaba del papeleo, siempre llegaba a horas indebidas, con las molestas llamabas a altas horas de la madrugada para entregar documentos y como imaginareis, el desvelo de su madre se lo llevaba consigo todas las noches. 

Aunque su madre se había acostumbrado a las noches en vela y las constantes idas y venidas, de su ahora ex marido, la madre de Lucía le reprochaba la falta de atención por parte de él y su escasa presencia en los momentos más claves en la niñez de sus hijas. Por no hablar de que ella solía acabar las frases con su típico  “No era más que un  simple funcionario, ni si quiera era un policía de verdad” . Aquellas palabras hacían que Lucía se retorciera por dentro, pero ella había observado que lo único que le pasaba a su madre, era que estaba dolida y no hay nada peor que una mujer dolida porque arremeterá contra todo aquello que la haga sufrir llevándose por delante todo aquello, persona o no,  que se inmiscuya de por medio, llevando las de ganar o no. 

Lucía había encontrado una primera tarea para su madre,  y ésta era escribir en una hoja todo lo bueno que le aportaba su padre en un papel para aquella mañana por lo que decidió citarla en una cafetería bastante intima para no tener que hacerla conducir hasta la capital ya que su madre vivía en uno de los pueblos de los alrededores de Barcelona. 

Habían quedado a las diez y media. Lucía, no sentía  que fuera la mejor en su campo, pero ella solía decirse a ella misma que si le habían concedido varios premios, por algo sería. Estaba dispuesta hacer lo que fuera por volver a juntar a aquellos dos. 

Lucia llegó con tiempo a la cafetería y con la agenda integrada que llevaba en la BlackBerry  comenzó a concretar las diferentes citas que habría durante la semana y a programar las del mes. Lo cual era una tarea ardua ya que apenas le sobraba tiempo para para casi nada.  

Aparece un mensaje en la bandeja de su teléfono y es su madre. Está aparcando justo en frente de la calle. A los minutos aparece Pili, su madre, con cara seria, abatida y algo de bolsas en los ojos, lo cual, era raro  ahora que tenía la libertad de dormir todo lo que quisiera tras su jubilación como profesora de matemáticas: 

                - Hola hija, siento el retraso, no hay manera de aparcar por aquí cada vez hay más coches y más gente en la ciudad.  ¿Has pedido ya?

                - ¡Hola! No pasa nada, no he pedido nada, estaba arreglando el calendario para esta semana. ¿Cómo estás? 

                 - Pues hija mía he comenzado a dar clases particulares a niños pequeños y para llenar las tardes estoy haciendo zumba con las vecinas del bloque en un gimnasio que hay en el Lloret de mar. Nada , importante- quiso quitarle hierro al asunto.

Lucía se había dado cuenta que ahora que su padre no estaba en su vida y que ella y sus hermanas no estaban en casa, intentaba llenar esos huecos de soledad, ya que durante mucho tiempo de lo que tenía que preocuparse era de su casa y sus hijos, además de su desvivir por su padre por descontado: 

               - Me alegro que hayas dado con la clave para mantenerte ocupada, eso es muy bueno, además, sales de la rutina y te diviertes. 

               - Desde que eché a tu padre de casa, y vosotras os hicisteis lo suficientemente mayores como para independizaros… - hizo una pausa y cambió de tema – ¿qué quieres para tomar? pago yo, aprovéchate ahora que estoy aquí. 

               - Sí, un cappuccino. Mamá, no pasa nada, me alegro de que estés aquí y podamos compartir la mañana juntas. – dijo intentando no entrar en temas dolorosos para ir paso a paso – ¿Me has traído la hoja con lo que te pedí? 

                   - ¡Ay Lucía! No me hace falta un papel para recordar a tu padre como era. – dijo con la intención de volver a despotricar sobre su padre. 

                -       Mamá…  ya lo habíamos hablado antes… ¿no? Habíamos acordado que seriamos abiertos, neutrales y que sobre todo tendríamos paciencia. – dijo intentando persuadir la situación

                   - Sí… bueno, es que tu padre, me saca de quicio, pero tengo que reconocer que tenía esa manía de querer averiguar lo que me sucedía como si de un detective se tratara. Pero un detective silencioso, porque siempre daba con la clave del asunto y con sus buenas palabras, conseguía apaciguar el ambiente. Era algo que… bueno… en realidad, tenía su gracia. 

               - Bien mamá, ¿ves como no era tan difícil?- dijo buscando conseguir una leve sonrisa en el rostro de su madre. 

La mañana continuó con confesiones de todo tipo, las cuales tuvo que sacar casi con sacacorchos puesto que su madre , con el tiempo, se había endurecido bastante y le costaba sacar las emociones con facilidad ,pero Lucia, con las sesiones que realizaban juntas, había comprendido que su madre se culpaba por algo , pero era tarea de Lucia hacer ver a su madre que el problema no era su padre , sino que por algún motivo que no lograba descifrar, su progenitora había arrastrado durante lo que duro el matrimonio. Sabía que ella no reconocería su dolor , puesto que había estado maquillando la verdad todo este tiempo para no sentir nada. Debía hacerla librar de esas cadenas,  haciéndola entender que todos sufrimos por algo y no por ello dejamos de ser mejores o peores personas. Debía ir con delicadeza, no podía soltar simplemente lo que pasaba o pensaba, ya que lo tomaría como una agresión a su orgullo. Debía de ser paciente, hablarle con dulzura, ser comprensiva y sobre todo, tratar de ser empática. No podía dejarse llevar por los sentimientos, ni tan siquiera debía creer que uno de los dos tenía la razón, pero si por el contrario, encajar la historia.

Habían estado hablando durante varias sesiones con su madre, pero pronto llegaría el momento de hablar con su padre y todas las piezas del puzle encajarían. Lucía sentía que podían como mínimo, darse una oportunidad.

Era fin de semana y Lucia solía quedar con su mejor amiga con la que compartían aficiones y gustos. Desde que ella consiguió luchar contra el acoso escolar y ponerle sentido a su vida haciéndose psicóloga ,su amiga Marta la había acompañado en todo su trayecto como mejor supo. con el inconveniente de que ahora que se había casado las quedadas habían disminuido y los encuentros eran más para eventos puntuales pero daba la casualidad de que Marta en su idílica vida de esposa feliz y con perspectiva de formar una familia, tenía problemas en el paraíso y ahí estaba ella para hacerla sentir mejor con encuentros en bares , cafeterías , salidas a conciertos e incluso una escapada a la montaña, porque según ella, su marido había dejado de mirarla como antes y como Lucia es psicóloga se arrimaba a ella con la esperanza de que le aportara algo de sensatez a las locuras que se le pasaban por la cabeza. Desde  que ese mal causo que se volvieran a encontrar como si no hubiera pasado el tiempo, el constante afán por conseguir consejo de ella, por parte de su amiga , le causaba agobio y desde la ruptura de Lucia con su exnovio, el divorcio de sus padres  y ahora marta con lo de su marido , la evitaba bastante por lo que se inventaba algunas excusas para no tener que coincidir con ella. 

Lucía se sentía estresada, sin ánimo, débil, a lo único que ponía interés era a su trabajo. El resto de los días, organizaba todo para no tener que hablar con nadie que no fueran sus pacientes. Había llegado a no interesarse por nada, ni leer, ni quedar con amigas e incluso quedar con algún hombre, desde hacía ya varios meses.  Todo le dolía profundamente. No se sentía con ganas de contar lo que le sucedía, no por el momento. 

Su padre quizás no estuvo todo lo que una chica pidiera pero estuvo en los momentos clave de su vida. En las subidas, y sobre todo en las caídas. Ella recuerda con cariño el mes entero que se tomó para arreglar el problema que sufrió de niña en la escuela y algo le hacía pensar, que después de todo, no era tan mal padre como su madre decía. O eso quería creer. 

Ya había pasado un mes y todos y cada uno de los fines de semana, Lucía había estado atiborrándose de dulces, comida rápida, e infinidad de postres varios. Había engordado claramente, pero eso no le impedía ir a comer cada domingo en su restaurante chino para sentir que no se quedaba encerrada en casa. Frecuentaba tanto el restaurante que en el lugar, ya le conocían por su nombre y ese domingo, no iba a ser diferente. Se puso un chándal se recogió el cabello lo mejor posible y se miró en el espejo. En el espejo vió a una mujer que se había dejado, que había llegado a torturar su cuerpo de modo en que no pensara en sus problemas. Aunque ello apenas le importara, se ve así misma fornida, con curvas y con un buen escote. Así  que al verse reflejada, decidió arreglarse de nuevo. Una falda de tubo, una camisa por dentro y una americana con unos zapatos de tacón que hacían estilizar la figura. Por lo que se contentó y decidió ir a cenar a aquel restaurante. 

Cuando llegó a recepción, había algo de gente. Al parecer habían reservado la sala grande para un cumpleaños y lo sabía por que como ya tenía cierta confianza con los dueños, se lo comunicaron en confianza. Parecía que aquel día se iba a llenar de gente y no habría sitio para ella pero como era una clienta habitual, le hicieron un sitio al lado del acuario grandioso que había a la entrada y justo cuando se disponían a darle un lugar para sentarse, aparece un hombre con pantalones vaqueros, camisa blanca y corbata. En la mano llevaba una carpeta. Ella no pudo averiguar más cosas sobre él porque aquel, llevaba gafas de sol. Así que siguió a lo suyo , ojeó el menú durante un rato, y al poco aparece aquel hombre que había visto en la entrada con el camarero. Este le hace saber que no hay más sitio y le sugiere que se sienten juntos lo cual deja descolocada a Lucía que sin saber cómo se ve envuelta en aquel embrollo asintiendo porque se sentía en deuda con aquel establecimiento y su gente. Ella, no podía negarse. El hombre que acompaña al camarero sonríe de una manera picara al asentir ella y Lucia no sabe ni cómo ni por qué, pero ese hombre le suena de algo: 

- ¿No sabes quién soy , verdad?- dijo con una sonrisa entre dientes...


CONTINUARÁ...

Comentarios

  1. Y como no en lo mas interesantes nos dejas con la duda ... jajaja Muy bueno

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    1. ¡Hola!
      Pues estate atenta a la siguiente parte ;)
      ¡Un saludo!

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  2. ¡Quiero una segunda parte! Me ha gustado mucho ^^

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    1. ¡Hola Katyushka!
      Me alegra mucho que te haya gustado. Pronto pronto habrá más por leer, te invito a que sigas la historia.
      ¡Un saludo!

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  3. Que buen final Keren.
    Has conseguido de una manera genial cortar el relato para provocar un interés narrativo de la siguiente entrega de la historia.
    El suspense creado no es fácil de conseguir, de hecho en las series americanas es uno de los elementos más valorados.
    Un gran abrazo y enhorabuena por tu creatividad.

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    1. ¡Hola Miguel!
      Me enorgullece profundamente tus palabras y me animan mucho a seguir escribiendo. Gracias por pasarte por aquí. valoro tu tiempo.
      ¡Un gran saludo!

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