Después de haber estado mirando el móvil como unas mil veces, caí en la cuenta de que no había escuchado los mensajes de voz.
Así que comencé con el primero. Decían Carol y Rachel que iban a estar en una cafetería con unos chicos con lo que coincidieron en la disco. Hasta aquí, todo parecía normal. Escuché como cinco mensajes en los que me animaban a unirme a un supuesto desayuno por la tarde, lo cual me hizo pensar que las dos habían congeniado muy bien, ya que en el mensaje se notaba que llevaban un cachondeo de lo lindo. Escuché el último mensaje del buzón de voz en el que se oía el ruido de la calle, como si no se supiese que el teléfono estaba llamando y acto seguido, la voz grabe de un hombre que decía: “Si sabes lo que te conviene, harás lo correcto”. Se cortó el mensaje y un escalofrío recorrió hasta la último rincón de mi cuerpo, arrepintiéndome una y otra vez de haberlas dejado solas con aquellos desconocidos, pero seguía sin recordar como había llegado a mi piso; pensé en llamar a la policía, a los bomberos, a las noticias… ¡me puse histérica! así que trate de calmarme, trate de ser coherente y pensar. Tal vez, fuera la conversación de otra persona así que llamé a Carol una vez más y el teléfono emitía llamada, pero nadie cogía el teléfono, después a Rachel y el teléfono estaba apagado. Seguí intentando localizar a Carol dejando varios mensajes: “Llamadme, estoy preocupada” y por si era una broma: “Si esto es una broma, no tiene ni puta gracia” añadiendo un: “haced el favor de coger el teléfono me tenéis muy preocupada”
Presa de la histeria, no podía quedarme quieta en mi piso, así que me dirigí a la cafetería. Con un poco de suerte, el camarero podría decirme si estuvieron ahí, cuanto rato hacia que estuvieron y encontrarlas sanas y salvas.
Cogí el metro, tuve que hacer un viaje de media hora y encontrar la cafetería que quedaba donde dios no quiso ir. La cafetería quedaba justo en frente de una de las bocas del metro. Inspeccione el lugar de arriba abajo y cuando fui a preguntar al camarero por ellas, alguien me puso la mano en el hombro:
- Eres Laura ¿verdad? – dijo con un tono de voz que se me hacía familiar
- ¿Te conozco de algo?- dije extrañada
- Ja ja ja! Soy Richard , uno de los chicos que iba con tus amigas, ¿te encuentras mejor?- dijo con una mueca
No entendía nada, estaba furiosa. Si éstas dos están juntas y todavía deambulando por las calles ¿dónde ha quedado la caballerosidad? y ¿porque no está con ellas? ¿Qué me había pasado para que me dijera aquello?:
- Lo siento, no recuerdo nada de lo que paso anoche. ¿sabes dónde están Carol y Rachel? – dije intentando esquivar su pregunta
- ¿En serio no sabes qué ocurrió? – dijo sonriendo
- No tengo tiempo para eso, ¿sabes dónde están mis amigas o no? – me apresuré
- ¡Vaya genio! Están en casa de Luke, te puedo llevar yo si quieres, pero deberás quitar esa cara de malas pulgas porque ensombrece tu belleza. Y tú, eres muy guapa. – dijo intentando sin ánimo que me calmara
No tenía tiempo para paparruchas, debía encontrar a estas dos como fuera. Por lo menos saber que estaban bien así que le dije a Richard que me llevara al piso de ese tal Luke y al llegar no había nadie, lo cual me hizo pensar si no sería una estratagema para quedarse a solas conmigo, pero Richard fue amable. Me sugirió otro lugar debido a mi insistencia y preocupación,
Montados en su Range Rover fuimos en busca de aquellas dos inconscientes mientras la tarde del domingo llegaba a su fin habiéndonos recorrido todos los lugares posibles. Richard me vio tan abatida que me invitó a una cerveza y aunque yo quería seguir buscando y dar con ellas, no sé cómo, acabamos en el restaurante donde conocí a Rachel. Bajamos al bar, sin ánimo en las venas, mientras Richard y yo íbamos argumentando las diferentes posibilidades.
Sonó el teléfono. Pensé que eran ellas pero para mi sorpresa, era una compañía la cual aseguraban que habían leído mis historias en mi blog y estaban dispuestos a publicar un libro de bolsillo siempre y cuando siguiera las recomendaciones que ellos me aportarían en un correo si aceptaba. ¡No podía creérmelo! ¡Mi momento había llegado! Pero no podía evitar pensar en mis amigas a las que había perdido en un fin de semana hiendo a la disco, eso si que daba para un libro. Por lo que, dije sin demostrar demasiado mi entusiasmo que me escribieran a mi dirección pero que de todos modos, debía pensármelo. Llegamos a un acuerdo y nos despedimos.
Richard me miró y aunque no sabía que había sucedido con respecto a la llamada, una sonrisa de tranquilidad se reflejaba en su mirada. Entonces, me hizo entender que aquellas dos, ya eran mayorcitas y que si en cuarenta y ocho horas no aparecían que me preocupara, mientras, no. Fué entonces cuando oímos el alboroto que venía desde la planta de arriba y que se iba acercando conforme la gente iba bajando las escaleras y… ¡Sorpresa! ¡Eran ellos! Rachel iba cogida de la mano de un chico con una chupa roquera y Carol agarrada a otro mientras iban armando jaleo. Parecía que la fiesta todavía no había acabado para ellos. Sentí rabia, estaba enfurecida así que Richard y yo nos acercamos a ellos y después de casi medio llorar y dejar boquiabiertos a toda la sala con mis palabras de preocupación y enfado, salí a la puerta a fumarme un pitillo seguida de Richard que había intentado retenerme para que no me fuera mientras me decía:
- ¡Son unos críos! ¿Menudo susto eh?- dijo intentando que interviniera en sus escasas palabras.
- ¡No me entra en la cabeza que con la edad que tienen sigan haciendo estas cosas!- dije enfurecida
- Hombre, lo normal es salir, pasarlo bien y si la fiesta se alarga pues bueno es. Eres una amiga, una muy buena amiga y mujer. Una chica formidable para lo poco que te conozco. ¿Me harías el honor de tomarte un café algún día conmigo con más tranquilidad? Si quieres y no estas… demasiado enfadada… - dijo con indecisión.
Estaba tan furiosa… pero me lo quedé mirándo de arriba abajo. Richard me había ayudado mucho , estuvo ahí mientras ellas andaban divirtiéndose y yo estaba preocupada, a pesar de mis malas contestaciones , no dejó de darme buenos consejos así que le cogí del brazo, y caminamos hacia donde estaba su coche y le dije :
- ¿Nos lo tomamos ahora?- dije entusiasmada
Miró el reloj, me sonrió y condujo hacia otro bar que quedaba cerca de mi casa. Aunque , él , no lo sabía. Pasamos una velada muy interesante, divertida y sobretodo me sentí comprendida.
Cuando llegue a casa. miré el móvil. Richard y yo nos habíamos dado los números de teléfonos para mantener el contacto, pero en lugar de un mensaje suyo, estaban las disculpas de Rachel y Carol en una nota de voz. Lo escuche y me fui a dormir.
A la mañana siguiente, en la radio decían que los servicios de metro estarían suspendidos debido a las fiestas de la zona pero cuando mire el correo a parte de encontrar las recomendaciones de aquella misteriosa empresa que me ofrecía un nuevo plan a mi vida, había un correo de alguien que me citaba a las 12 en un café y al final del correo, aparecía su nombre, Richard. ¿Cómo sabía mi dirección? Decidí contestarle para proponerle que comiéramos juntos en vez de tomar café.
Me vestí. Fui hacer mi media jornada laboral y en las puertas de la oficina estaba Carol. Tenía unas ojeras que casi parecían ciénagas pero yo pensé qué se lo tenía bien empleado. Se acercó a mi y me entregó una carta con la advertencia de qué no la leyera hasta que llegara a casa. Se alejó, mientras mi curiosidad iba en aumento. ¿Qué era lo que había escrito Carol en la carta?
Me entretuve comprando en un pequeño comercio de camino a mi cita pero esta vez contenta por la oferta que me ofrecían y lo bien que me llevaba con Richard. ¿Sentiría él lo mismo?
Iba en el coche cuando me llegó un mensaje de Richard en el que me aseguraba que no podía quedar porque le había surgido un problemón, sintiéndolo mucho y la consecuente cancelación de la cita. Me llevé un chasco. Justo ahora que comenzaba a confiar, justo ahora que no me parecían los hombres tan simples, iguales o inmaduros. Si algo tenia este hombre era que, era todo lo contrario a todos los hombres que había conocido y la curiosidad me invadía al mismo tiempo que pensaba en la carta de Carol mientras aparcaba cerca de mi piso.
Una vez en casa, prepare un café dispuesta a leer que era lo que había escrito mi compañera. Saque del bolso del sobre y me acomodé en el taburete mientras iba dándole pequeños sorbos a mi café:
“Querida Laura, sabes que te aprecio como una hermana mayor, ello hace que mi comportamiento del fin de semana quede en las más ridículas circunstancias, teniendo en cuenta mi edad. No obstante, sabes lo mucho que he sufrido, los sucesos que ambas compartimos en nuestra trayectoria laboral, los pocos amigos que nos permiten este trabajo que nos tiene más de medio día, a veces, enjauladas. Tu mejor que nadie, deberías de comprender entonces, mi ansia por querer disfrutar mi vida al máximo. Juntas o no…
Aquellas palabras hicieron que mi enfado decreciera y la ridícula, fui yo. No me daba cuenta todo lo que había tenido que sufrir de todas las noches en vela al llegar a la ciudad que pasábamos aconsejándonos y que aparentemente, siempre tenía una sonrisa para todos, para mí. No pude evitar sentirme mal por mi enfado.
… Juntas o no, porque hace unos me propusieron cubrir una vacante como médico en España y esta misma tarde viajo hacia allá con la dicha de que me espera un buen por venir y la desazón de que mi mejor amiga sigue enfada conmigo y no voy a poder despedirme de nadie. Apenas leas esto, tú no lo sabrás pero sé que estarás en tu piso por la noche mientras yo hago mi viaje sin que puedas hacer nada. No te guardo rencor. Todo lo contrario, te tengo como una hermana a la que echare mucho de menos porque siempre quiso cuidar de mí. No te preocupes, mantendremos el contacto. Te mantendré informada. Sinceramente, Carolina”
Mi corazón pegó un vuelco, y como acto reflejo trate de hacer una llamada con la esperanza de que no estuviera en el avión pero nadie respondió.
Me llegó un mensaje de Rachel, preguntándome si sabía que Richard fue quien me llevó a casa, preguntándome si estaba recuperada y pidiéndome perdón más diciéndome que quería quedar conmigo, ya que no habíamos comenzado con buen pie. No estaba enfadada con ella, sino conmigo misma, por no haberme dado cuenta de mi obsesión por cuidar a los demás, por preocuparme demasiado, por haber perdido a mi amiga. Era mi mejor amiga , joder!
No quería perder a otra más así que quede con Rachel después de cenar en el ya habitual bar donde nos conocimos y al verla aparecer cabizbaja, compungida y con algo de vergüenza le dije:
- No estoy enfada, no estoy furiosa, lo estuve, pero… pero… ya…. – trate de contener mis lágrimas pero la abracé y llore como nunca antes lo había hecho.
Rachel sabia de la despedida de Carol. Me abrazó, me consoló y me sugirió que pasara la noche en su piso para que no pasar la noche sola en mi piso.
Pasamos la noche en vela en un amplio piso de dos plantas de escalera enroscada y muebles a la última.
Tenía un biombo para cambiarse en la parte superior. Era estampado de flores con un toro a la española. Abanicos de souvenir en el cabecero de su cama. Estaba claro, le gustaba España tanto como a mí pero, no había trabajo. Odiaba esta situación en la que se llevaba a los que más quería y ahora también cabía la posibilidad de que perdiera a Rachel o a Richard. Me sentía desolada, sola… Quizás estuviera haciendo un drama de todo aquello, pero ya se encargó ella de hacerme ver que lo que sentía era normal pero que no debía dejar que me sobrepasara demasiado. Esta chica era una gran amiga también, una muy buena amiga.
Bebiendo infusión, nos quedamos dormidas en su amplio sofá mientras la luz a mi derecha se escapaba de entre las persianas, me apresuré a ir mi piso mientras ésta dormía plácidamente. Le dejé una notita en que le agradecía su apoyo pero la hacia entender que necesitaba estar sola, pero justo cuando iba a coger mi bolso se despertó con cara de extrañada y me quede ahí, frente a ella, sin saber muy bien que hacer. Entonces ella me sonrió, se levantó y me preparó un café asegurando que si necesitaba irme, podía hacerlo cuando quisiera pero no me fui, me quede y fue entonces, cuando picaron al timbre y apareció él...
CONTINUARÁ...