Mi chica.

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Desierto Marrakech
Imagen extraída de Google


El paso por aquellas dunas, que en ellas un seseo formaban dibujos inconfundibles, seguía caminando por aquel paraje con la esperanza de encontrar agua o algo que humedeciera mis agrietados labios, calmara mi garganta ahora enmudecida por el sol abrasador que me acechaba sin descanso en busca de sanar mi deseo por ese líquido brebaje que tanto anhelaba.

El sol seguía en lo alto, recordándome que no tenía tregua alguna, que no iba a escapar de aquel infierno abrasador que de algún modo intentaba castigarme desmesuradamente con la intención de hacer perder mis fuerzas hasta que cayera la noche y aunque este bajara, se alzaran los aires tormentosos que azotaban toda mi cara impidiéndome ver lo que ocurría allí.
Almudena ya me advirtió que este viaje no era una tontería, <<¡¿qué carajo hago aquí?!>> pensé con el viento despertando mis ansias por volver a casa. Ella era muy severa conmigo, pero cuando tenía que ser cariñosa y ponerse en modo juguetona siempre podía contar con ella para pasar un buen rato de cachondeo y oír su risa. << Como desearía oír su risa en vez de este insoportable vendaval >> pensé para mis adentros.

Vagando por aquel desierto, mientras contemplaba la idea de morir de sed caí de rodillas y me no volví a ser consciente.

Desperté en una tienda de campaña. Apenas podía moverme, ni si quiera se me pasó la idea de porque estaba allí, era feliz con no tener que soportar el calor o el viento, ni sentir ese horrible viento en todo mi cuerpo. Volví a caer en un sueño profundo y al despertar de nuevo, una mujer con velo me acercó un recipiente con algo líquido. Yo, aún estaba demasiado débil para moverme, demasiado débil para hablar y preguntarle quien era ella.

Bebí de aquel moderado líquido que iba volcando sobre mis labios con suavidad mientras yo asimilaba el hecho de que por fin tenía algo en el cuerpo , que no fuera tierra seca o húmeda. Me sentí satisfecho por aquello. Nos miramos, y ella hizo un gesto en señal de si quería más y me desmayé.
Cuando logre abrir de nuevo los ojos pensaba en Almudena de nuevo, en su piel, en su vestido azul primaveral por las calles de aquella ciudad que no conseguía adivinar por que se me venía a la mente. Me dejé guiar por el deseo, las ganas de besarla, acariciarla… en definitiva, admirarla de arriba abajo sin desperdiciar nada de lo que pudieran ver mis ojos al observarla detenidamente. Deseaba con todas mis fuerzas regresar con ella. En aquel momento volvió a entrar aquella mujer tapada con su velo. Tan solo podía ver sus ojos que eran verdes, como los de las libélulas que solían aparecer en el National Geographic o tal vez como los de los escarabajos. El caso es que eran tan intensos que me recordaban inevitablemente a ella, mi amada. Me parecía estar viendo dos joyas en vez de su mirada y entonces intenté decir algo pero  lo único que salió de mi boca fue un sonido extraño que por la expresión de sus ojos pude entender que no había dicho nada más a menos que ruido, significara algo.

Ella hizo un gesto en señal de que me tranquilizara pero intenté de nuevo decir algo desesperadamente pero solo emitía sonidos sin aparición alguna de una palabra, silaba o vocal. Me intenté incorporar y ella, amablemente me indico que me tumbara sin decir ni una palabra. Fue cuando empecé a pensar que quizás debería de haber dicho algo así como que quiero que llamen a mi novia, o la embajada, a las autoridades, o tal vez hacerle algún tipo de señal para que llamaran por teléfono a alguien, pero estaba en medio del Sahara, ¿a quién iban a llamar? Me tumbé resignado mirando hacia el otro lado de la tienda.

La mujer con velo, preparó algo en un cuenco y lo dejó reposar. Se fue y me dejó allí. Solo. Trate de averiguar si podía moverme y esta vez volví a incorporarme sin éxito porque mis piernas, no me respondían. Cuando la mujer entró se escandalizó. Corrió inquieta y sobresaltada  hacia a mí, con la intención de que me volviera a extender en la cama. Forcejeamos el uno con el otro mientras que vencido por mi debilidad, ella logró su cometido.

La noción de los días era nulo. No sabía qué día era, o qué hora, solo sabía que podía pasearme por la tienda y ver a aquella mujer tapada. Solo podía ver sus ojos. No me dejaba salir de la tienda y cuando la hablaba, bajaba la mirada, y podía comprender que le daba algo de vergüenza hablar conmigo pero aquel día estaba dispuesto a hacerme oír, a pedir que llamaran a mi embajada, quería ver a Almudena y abrazarla. Pensé en las discusiones antes de dejar la ciudad, en el disgusto que se llevaría al saber lo que me había pasado y en su boca un “ te lo dije “.

La mujer se acercó a mí, hizo ademan para que me sentara y la hice caso. Se dio la vuelta un momento, y lo que mis ojos vieron, fue la casualidad más bonita:

               - Soy yo, Almudena- dijo con la voz entrecortada

Se descubrió la cara y entonces la puede ver con claridad, su cabello, sus ojos verdes y esa media sonrisa de entre alegría y un leve sollozo en su rostro, pero ¿Cómo? ¿Todo este tiempo estuvo ella cuidándome? ¿Cómo había dado conmigo? :

               - La embajada se puso en contacto conmigo y nada más enterarme de donde te hallabas viajé en busca tuya y me dejaron cuidarte aquí hasta que te pusieras mejor ya que en todo este tiempo hubo tormentas muy fuertes y te encontrabas muy débil como para viajar de nuevo hacia Madrid. Siento no haberte dicho que era yo, pero temía que te pusieras peor si lo sabías- dijo algo atemorizada
Fue tal la sorpresa que lo único que pude hacer es abrazarla y llorar, llorar de felicidad mientras ella me preguntaba

               - ¿No estas enfadado?

               - Lo que estoy es alegre de verte y de saber que podemos volver los dos sanos y salvos a nuestra tierra.

Nos besamos. Aquel beso me transporto a tierras andaluzas. Allí es donde conocí a mi chica.
Una vez habiendo pisado suelo madrileño, le dije:

               - ¿Y si viajamos a Andalucía?

               - ¿Pero bueno, no has tenido suficiente aventura por estos meses?

               - Ja ja ja ja creo que nos vendría muy bien reencontrarnos otra vez.


Ella me miro con aquellos ojos llenos de ilusión y lo comprendió todo. Me sujetó la mano y volvimos en taxi hacia nuestro piso. Comprendí que ella me seguiría hasta el fin del mundo, hasta los confines de la tierra si hiciera falta porque ella, ella es no es cualquiera, ella, es mi chica.


FIN


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2 comentarios

  1. Realmente escribes muy bien, siempre da gusto leerte. Un saludo

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    1. Gracias Sara , surgió de una inspiración al ver esta fotografía. Me agrada que te haya gustado de hecho me siento orgullosa de esta entrada en especial porque le puse mucho mimo y además sentí muchos buenos sentimientos al tiempo que iba escribiendo. Toda una experiencia. Un saludo y feliz finde !

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