Mis Bëlölö y las Simultaneidades.


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Neblina que poco a poco ciega mi vista. Olores particulares pero no menos familiares. No obstante, inmóvil, incapaz de mover un solo músculo, un solo dedo, de alzar un abrazo y lo que es peor , ni poder articular una sola palabra.


Quería creer que lo que mis ojos veían, no era más que fruto del cansancio o el sueño, tal vez de mi imaginación. Lo cierto, es que en ese momento, me parecía real, pero únicamente pude pensarlo un instante, ya que el pálpito de mi corazón retumbaba como tambores animando los cánticos que seguían el compás de éste.

Se hacia cada vez más difícil poder observar lo que fuera que hubiera frente a mí. A medida que mi palpitar comenzaba a apaciguarse, como el que ve una rendija de luz en la oscuridad, conseguí ver algo. Aún no había la suficiente claridad como para percibir cualquier objeto , y entonces, vi aquellas ojas tan grandes. Por su forma, pude averiguar que era de un platanero pero estaba un poco mareado y espere a que la visión fuera completa.

En cuanto la visión me lo permitió y casi como si mi cuerpo fuera manejado como títere hacia aquellas inmensas hojas, sin apenas ver, me llevaron hacia las ramas que cubrían mi rostro. Así estuve durante unos minutos, avanzando. Al parecer, hasta llegar a una llanura con árboles que rodeaban a aquella silueta flotante y resplandeciente mientras mi corazón volvía hacer de las suyas.
Esta vez, los cánticos eran más suaves, delicados, y el repicar del corazón se asemejaba a los timbales de alguna tribu indígena del lugar, al que no sabía cómo había llegado.

Aquel ser se elevó, al mismo tiempo que movía las aguas en forma de remolino como por arte de magia, como si aquel personaje, tuviera alguna clase de poder sobrenatural. Traté de escapar en ese mismo momento, pero mi cuerpo se resistía a responderme y fue entonces cuando como si se hubiera dado cuenta de mi presencia, se giró, me miró, y mientras levitaba, se acercó a mí con las aguas a su paso formando chorros intermitentes en los laterales de su cuerpo.

 Se podía ver, con claridad,  como las gotas que caían de nuevo a su cauce brillaban como si de trocitos de rayos de sol se tratara.

Cuando por fin estuvo lo suficientemente cerca de mi aquel ser, me encontré con que era una mujer, pero no era una mujer normal. Su tez era azul, muy hermosa, sus ojos, aparentemente como maquillados, la hacían aún más bella y junto aquellos labios carnosos y perfilados de curvas sugerentes, me atraían hacia ella como imán a una nevera. Ella me miró desde lo alto como si ya esperara mi llegada, mientras yo… yo estaba trastocado ante tanta belleza.

Poco a poco, comenzó a descender del cielo, mientras ella como en una oración, reiteraba palabras que no conseguía entender. Fue entonces cuando con su brazo me mostró un claro en la selva con un manto de luz donde me mostraba a un hombre y a una mujer paseando con un carrito de bebé como si no existiera nadie más. Aquella pareja hablaba, mientras yo, miraba atónito sin comprender nada. Intentaba averiguar si aquello era real o era ficticio, pues la imagen que estaba viendo parecía dulcificada pero no hizo falta pensar más puesto que aquella mujer o lo que quiera que fuera, me hizo saber que podría tener lo mismo que aquella pareja pero ¿Qué era? ¿Cómo sabía que en mi relación con mi mujer, había cabos sueltos? Fue entonces cuando suscitaron en mí, múltiples preguntas: ¿Qué hago aquí? ¿Estoy aquí por alguna razón? ¿Quién era ella? Y ¿Qué quería de mí? Pero entonces pude oir las siguientes palabras antes de despertar otra vez : <<Malanga… Hierba Buena… Ciruela… Sandía…>>

Desperté en suelo de la cocina, con la cara de mi mujer frente a la mía. Me miraba horrorizada, como si hubiera pasado algo impensable. Fue cuando comprobé que podía moverme y acto seguido trate de incorporarme con la ayuda de esta mientras ella me insistía en que deberíamos de ir al médico, porque por lo visto, el golpe que me había dado en la cabeza fué ejemplar. Sentí algo de vergüenza por ser tan torpe y haberla preocupado de esa manera, pero me encontraba bien, aunque no entendía nada. Hacia un momento estaba en medio de la selva y ahora me encontraba en la cocina observando como cocinaba mi Waisoö  ( esposa) en el banco que habíamos acomodado ahí para desayunar:

                       - ¿entonces ha sido todo un sueño?- Mumuré sin darme cuenta que ella lo escuchó todo

                       - ¿El qué ha sido un sueño? – dijo con curiosidad

                       - No. No ha sido nada. Voy a acostarme un rato en el sofá mientras veo la televisión. ¿no te importa , verdad?- dije intentando desviar la conversación

                       - Tranquilo, acabo de hacer el almuerzo yo sola, le queda poco.

Sin ninguna palabra más, le di un beso en la mejilla a mi Wèwè (hermosa)   y me fui derechito al comedor a intentar no pensar en todo lo que había pasado, pero se me hacía difícil no hacerlo. Me tumbé en el sofá de lado, después hacia el otro  y cuando ya no sabia como ponerme, me senté y pensé en ir a mirar el ordenador y buscar algo de trabajo, ya que desde que estalló la burbuja inmobiliaria, la vida se nos era más difícil y a duras penas , conseguíamos pasar las semanas , los meses y con el tiempo , los años. De nada servía estar bien preparado y mucho menos ser negro en un país de blancos donde el racismo hace mella en cada uno de nosotros cada vez que acudimos a cualquier entrevista de trabajo. Añoraba mi tierra, su gente, su calidez y cercanía, la comida… a lo que me costó acostumbrarme fue a la gastronomía pero de vez en cuando mi Wèwè suele cocinar algo de arroz con lo poco que tenemos.

Mi Wèwè había estado apoyándome toda nuestra corta trayectoria como novios y los años de esta relación, se iban sumando a la cola del estar casados. No crean que siempre tuvimos precariedad, hubo unos años gloriosos en los que gozábamos de buenos manjares, ropa delicada y vehículo propio que nos pudiera desplazar a todos los lugares que quisiéramos, pero ¿a quién queríamos engañar? Este mundo es de los Korí, es decir, de los acaudalados, de los ricos y sus artimañas para no perder nunca que con su mano destruyen todo cuanto bueno haya en nuestros países. Hay uno en cada país, lo tengo visto y comprobado.

Con ese contoneo de caderas que tanto me seducía, llevo a nuestra mesa con mimo toda la comida que había preparado mi Wèwè (hermosa). Sinceramente, no tenía hambre, pero después de tanto esmero en hacerme algo para comer, lo menos que podía hacer era probar algún bocado de aquellas delicias.

Sobre la mesa había Malanga que es como una patata seca acompañada bien troceda y con una rica salsa, una buena olla de arroz , caracoles, y un tarrito de picante como mi Waisoö (esposa) sabía que me gustaba. Me vino de pasada las palabras de aquel ser azul con aquella pareja, pero ella me miraba así que,  nos sentamos a comer con gusto bajo su atenta mirada, como si intentara descubrir como seguía después de aquel golpe mientras yo le agradecía comiendo con afán todo cuanto había preparado. Preparé unas buenas tazas de café para bebérnoslos en la terraza. Como de costumbre, ella parecía algo dispersa, pero trate de persuadirla preguntándole por su trabajo , porque si algo había cambiado en estos tiempos es que la mujer hoy en día podían acceder a más trabajo que los hombres aunque desgraciadamente mal pagado y echando más horas que un reloj.

Rihólè trabajaba cuidando a personas mayores durante el día y por las noches hacia poco que se hacía cargo de un bebé y si os digo que ella andaba preocupada por concebir pensaríais que dos personas que están casadas desde hace ya 10 años ¿a qué esperan? Pues eso me decía ella a mí, pero yo quería proporcionarle una vida mejor, que pudiera comprarse un vestido, ir a tomar café en cualquier cafetería cuando quisiera, que pudiera hacer todo cuanto hacia antes de esta maldita crisis pero esto me tenía que servir para encontrar trabajo y tal vez si encontrara un buen trabajo, tal vez, podríamos concebir y dar a la vida una preciosa niña tan guapa como su madre.

Tomamos el café conversando largo y tendido y ella me hablaba de los pacientes a los que atendía. Todo lo bueno, todo lo malo y lo dulce que era la bebita a la que cuidaba. Ella decía que era tranquila, que solo daba tormento cuando tenía hambre pero que la madre la tenía muy mal acostumbrada y que cuando lloraba, tosía o estornudaba, por lo que fuera , la tenía entre sus brazos pero también decía que si ella fuera madre quizás tampoco pudiera resistirse ante tal criaturita tan linda.
Yo no quería ni pensar que sería de nosotros si ella ahora, en este momento quedara embarazada, pero debió notar mi desazón porque cambio de tema y se fue a por una rodaja de Sandía  mientras yo me preparaba para irme en busca de trabajo.

Ella me preparaba la ropa en signo de amor hacia a mí, como para complacerme o tal vez para que no tuviera que pensar en esos líos. Me ahorraba trabajos innecesarios por eso cuando estoy con tanto embrollo en la cabeza, siempre pienso que ella es también mi Kíhá (astuta) puesto que con los años sabía exactamente que quería hacer y decir. no hace falta que diga que también como pensaba.
Las siguientes horas fueron de bar en bar , de comercio en comercio , largas caminatas , sudores , rabia… impotencia… era como si nadie se atreviera a contratar a gente negra para ponerlas de cara al público. Y entonces se me ocurrió que podría ir a una obra que había visto varias veces desde el bus para solicitar trabajo de lo que fuera. Mi sorpresa fue que, que se detuvieron a preguntarme si tenía estudios como albañil, arquitecto, fontanero o electricista. Lo cierto es que antes de trabajar en África como Agente inmobiliario como dirían aquí, hice mis chapuzas, así que algo podría hacer. Se lo comunique a la muchacha que había en recepción y esta me hizo pasar a una sala en la que por casualidad hablaría con el gerente y este me diría que ya me llamarían. Mi desilusión dentro de mí fue inmediata pero la ocultaría con una sonrisa de oreja a oreja.

Anduve mientras se ponía el sol  hacia la parada del bus, ya que tuvimos que vender nuestro coche para poder pagar varios meses por adelantado de la hipoteca y así ganar tiempo hasta que yo encontrara trabajo. En momentos como esos, sentado en la parada, cansado, sediento, y con falta de ánimo me acordaba de mi Waissö wèwè, ella era ahora  el único sustento que había en casa, pero que buen humor tenía, que buenas palabras tenia siempre, bastaba un gesto y ella te ayudaba.
Llegó el bus y me subí intentando encandilar mi ánimo, que no me viera abatido, era lo que hacia todos los días para no preocuparla más de lo necesario.

Cuando llegué a casa estaba hambriento, así que me dirigí a la cocina.   Me encontré solo con unas Ciruelas sobre la mesa de la cocina. Abrí la nevera. Todavía quedaba Malanga pero en lugar de eso, comí un helado con sabor a Hierba Buena que había preparado Rihólè, obviamente para palear el insoportable calor que hacia desde que comenzó el verano. Me serví una taza y allí mismo puse una buena cantidad dispuesto a no dejar ni un poquito.

Eran las nueve de la noche. Todavía no había llegado ella, pero no tardaría mucho, así que puse a calentar la Malanga y preparé pollo frito para cuando ella llegara. En cuanto se hizo, lo aparté y a los segundos oí la puerta de la calle abriéndose al mismo tiempo. Acto seguido se cerraba junto con sus pasos hacia la cocina. Cenamos en silencio mientras ella me preparaba un baño con velas aromáticas para ambos. Nos fundimos en uno esa noche, consumando hasta la madrugada.

Transcurrieron las semanas y me di cuenta que todo lo que había mencionado aquel ser azul con cuerpo de mujer, lo había ingerido. ¿Podría tratarse de una mera casualidad? Cuando desperté de aquel fuerte golpe: comimos malanga, Waisoö se arrimó a la sandía en aquellos días tan calurosos y las ciruelas fueron nuestro postre más costumbrista. La hierba buena en los helados y las noches que quisimos variar con la ingesta de cuantiosas porciones de aguacate fueron de pura casualidad. ¿Fué una coincidencia?

Habíamos conseguido con creces un estado de armonía, paz y amor durante todo ese tiempo y encontraba en casa sumergido en mis cosas, tanto, que sin quererlo volví a ver a ese ser en aquel lugar, ya familiar, pero que esta vez parecía enfurecida conmigo:

              - ¿Sabes quién soy?

Mi silencio debió enfurecerla aún mucho más porque esta vez, las aguas parecían que en cualquier momento, me fueran devorar:

               -¡Yo soy Yemayá! Diosa de la naturaleza, de los niños, de los seres marinos…

Mi desconcierto era claro, a la vez que me sentí estúpido, por no haber sabido darme cuenta de tal cosa ¿Cómo pude haber pasado por alto aquello?:

               -…has de saber que tu mujer asume una gran carga, tanta como jamás imaginaste…

Entonces recordé las palabras que debía decir pero mi voz era quebradiza… :

               - Deberás dirigirte a mí con pleitesía – Sentenció

No pude ni articular cuando desperté en un mar de sudores. Eran las nueve de la mañana y ella no estaba, mi Wèwè (hermosa) . Estaba trabajando. Necesitaba hablar con ella, contarle lo que había visto en lo que creía que era un sueño, desahogarme,  me estaba volviendo loco, pero aquel día, ella había estado con evasivas, cada vez que la llamaba al móvil, en cada descanso… por lo que no conseguí hablar ni tan si quiera unos minutos.

Por fin llegó a casa , pero traté de contener mi ansia por querer contarle lo sucedido asi que cerca de media hora después , fue cuando me decidí a bajar de la terraza para darle tiempo a que se acomodara . Cuando bajé, encontré la casa llena de velas a mi paso y una caja envuelta con papel de regalo y un lazo que lo envolvía:

               - ¿Celebramos algo? –dije extrañado

Es entonces cuando con la mirada, me indicaría que habrá el misterioso paquete. Dentro, había una hoja médica,  y una fotografía:

               -        Cariño,  mi Wèwè … ¿A caso estas enferma? – dije preocupado

               -     ¿¡Quieres mirar la fotografía de una vez!?- Dijo nerviosa

Cuando miré, no sabía lo que era , la imagen estaba borrosa , y los colores eran en blanco y negro:

              -       ¿Quieres decirme, qué es esto?

              -        ¡Estoy embarazada, tonto!

Enmudecí sorprendido pero al mismo tiempo todos mis sucesos durante aquellas largas semanas llenas de amor, cobraban sentido. Aquella comida, ha sido fruto de un milagro:

               - Estuve orando a Yemayá… Mis oraciones  han sido escuchadas- dijo entre temor y una leve sonrisa… - ¿Estas molesto?

¿Cómo podía enfadarme con ella? Ella iba a darme algo de su vientre, algo de ella, de su interior, algo nuestro que habíamos creado juntos y si Yemayá nos lo había concedido, ¿Quién era yo para juzgar tal dicha? Abrace y besé con lujuria a mi Waisoö (mujer) mientras le acariciaba el vientre.
Sonó el teléfono, eran de aquella obra a la que fui a solicitar un trabajo. ¡Me habían contratado!
Y así hijos míos, mientras vuestra madre hacia lo imposible por que estuviéramos bien sin ser consciente de lo conectados que estábamos, vuestra madre y yo, supe que os tendríamos:

- Ebbo F. Ebboaga” o lo que es lo es lo mismo : “lo poco que está haciendo por ti es para tu bien”. 

Fin.


©El Rincón de Keren


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4 comentarios

  1. Precioso Keren, una nueva vida siempre es alegría y milagro. Un saludo

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  2. Me encanta cuando las buenas noticias se juntan después de una larga temporada de vacas flacas :D
    ¿Por cierto, vos tienes hijos?

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    1. ¡Hola Helena!
      En efecto, las buenas noticias hay que acogerlas con los brazos abiertos jeje! y no, no tengo hijos pero quién sabe, algún día quizás. Gracias por pasarte. Un gran saludo!

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