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©ELRINCÓNDEKEREN |
Una ventana en la casa, no está ahí por ninguna casualidad.
Ni por estética. No es para observar a los vecinos, pero hubo algo que si le hacía
admirar el mundo desde el cristal que intermediaba el exterior del interior:
Se incorporó del sofá y directamente, alzando la mirada al
horizonte la naturaleza mostraba el inicio de un día con la paletilla
zambullida entre nubes y los rayos tímidos intentando ser reconocidos por aquel
que se precie a ver con la mirada de un pintor. si reconocía los tonos magenta,
algo menos intensos y suavizados, si reconocía el amarillo por doquier allá por
ese cielo que pronto sería substituido por el azul templanza de un día ya
habitual en su ciudad, ¿Sería un pintor? Sumergirse entre colores le indicaba
que no era todo homogéneo. Sin duda la ventana intentaba comunicarle algo. ¿Qué
sería? Debía ser el motivo por el que se abren las ventanas, no solo porque el
frescor azota nuestro rostro que envuelve, y también, el lugar y airea la casa
para que lo nuevo entre mientras los rayos toman posesión del habitáculo, de
los muebles, el sillón y sus posesiones más preciadas, la luminosidad se hace
presente mientras el remover de la cucharilla emite el primer sonido de la
mañana. En ese instante casi de micro tiempo, pasa fugaz el primer pensamiento,
pero la brizna ya le pertenece al ahondar en la respiración con la inspiración
del nuevo ambiente antes cargado pero que poco a poco refrigera y devuelve el
verdadero estar de su casa.
Ya hay la suficiente luz como para encender un cigarrillo
mientras se toma su tiempo el ordenador para iniciarse con la exhalación y por
consiguiente el humo formando hiladas entre la puerta de la terraza y el salón
sin embargo en la ventana, un pajarillo se ha posado en la repisa retorciendo
su pequeñita cabeza, picoteando allá dónde cree que debería de haber algo que
llevarse a la boca y en ese momento piensa que no somos tan distintos de los
animales al inicio de un amanecer solo con la excepción de que ellos pueden
admirar la aurora todas las veces que se da.
El pajarillo emite un sonido con el que parece dar
conversación a su perro, pero este lo más instintivo que haría sería ladrar. No
obstante, esa mañana parece que es inquebrantable para los barrieros. Se
desprende silencio en las calles. No es hasta pasadas las ocho y media que se
oyen a los infantes hacer el particular camino hacia sus lugares de estudio;
con la mochila en la espalda de las madres madrugadoras de aquellas que tienen
hijos aún demasiado pequeños para cargar el objeto imprescindible. Se oye
entonces, bajo la atenta mirada como espectador de la persiana corredera de los
pocos comercios en la barriada, se oye algún nombre propio, pronto los más
mayores con sus coches y motocicletas, con sus voces graves, con las voces de
la vecina dando los buenos días…
Todos hemos amanecido en el mismo lugar, en el mismo sitio,
desde diferentes distancias pero
¿Habrán presenciado el mismo espectáculo que él , esa misma
mañana?
©ELRINCÓNDEKEREN |
Como siempre Keren un relato muy entretenido e interesante. Ha sido un placer leerlo. Un beso y feliz finde.
ResponderEliminarGracias, me alegra que te guste. Un saludo !!
EliminarEl placer de las pequeñas cosas, como el amanecer de todos los días, no está al alcance de cualquiera, aunque parezca raro lo que digo. No todo el mundo es capaz de disfrutar de cada tiempo, como el protagonista de tu relato. Lo has expresado de una manera maravillosa, Keren. Con un halo lírico atrapante.
ResponderEliminarUn besazo.
Hola,
EliminarEs cierto, a veces en lo simple y cotidiano está el disfrute. Me enorgullece que te guste. Gracias por tu aporte al texto.
Otro besazo para ti.