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Imagen extraída Google |
En mi soledad, los caminos son en perenne, las palabras
salen a borbotones resonando en el eco de mi sentir. Intentar no penetrar en
esta jungla salvaje que con regodeo se sumerge en el frío y sombrío sentimiento
es perderse en la niebla y encontrarse con zarzales palabros acomodados ahí
para punzarse solo por el simple hecho de sentir dolor, un dolor que es casi
tan similar al goce de la alegría solo que este aparece en las dudas, en lo que
parece imperfecto, en el anhelo, en mi ser… en todo lo que aparentemente parece
no ser coherente para el receptor.
Mi cobijo es esta jungla a oscuras, el interrogante puede
ser el mismo que yo misma fabriqué, atroz, devastador, impermisible, estricto
con lo que se debe y debería más no habrá sentencia favorable para mi propia
critica mientras sienta mi creación.
Siempre creí que venía del exterior, se impregnaba en mis
latidos, se alimentaba de lo hiriente, se posaba en mi cerebro y me causaba
dolor en mí.
¿Quién dijo eso?
Soy yo quien dice que debo sentir pena, quien debe ser
castigada por algo que no hizo, la que debería cambiar todo de mi o algo en
concreto, soy yo quien acepta este negro, ahora negativo, transformado en algo
desgarrador. ¿Es acaso eso cierto?
Las rendijas del amanecer me mostraron un mañana de arrebol
inaudito, para espectadores mudos. Hacía falta la visión para poder comprender.
Entonces, comencé a creer que había cosas buenas en algún lugar, sé que fuera
de mi hay algo que tiñe la negrura del interior en diferentes tonos cual más
vistoso mejor para el sentimiento.
Mi cobijo prefirió sumirse a los detalles pequeños: una
flor, un árbol, una mariposa… la naturaleza me estaba hablando y en esa
conversación enmudecida, encontraba paz, calma, pureza… no me hacía preguntas, simplemente buscaba
esa excitación que me explotaba en forma de júbilo. No tenía escapatoria, había
buenos sentimientos que afloraban ahora en mi interior y por consecuente
comencé a buscar cosas que me causaran ese estado de éxtasis producido por mi
entorno.
Esa persona especial era más que esa palabra tan nombrada en
París. Ese artículo me llevó a reflexionar, hábitos nuevos por el placer de
hacer algo diferente mostraban cambios, no me preguntaba, simplemente lo hacía.
¿Quién dijo que “no podía aquello” después de un año? Tenía el recorrido marcado en mi vida y en mi
día a día que emanaba otro vibrar y no solo ello era motivo de dichas
vibraciones sensitivas, había logrado cambiarme mediante una terapia regresiva
reconstructiva, elaborada por mí misma. A lo mejor, era mi propia psicóloga.
Somos quien mejor nos conocemos y, sin embargo, lo negamos
mediante el desgarrador acuse hacia nosotros mismos o hacia los demás, dando
vueltas sobre nosotros mismos, concentrándonos en lo superfluo, ya que en
realidad o quizás, aquello que nos achacamos como “mártir” por la creencia de
algo exterior o interior, (creado por las creencias de los demás o por nosotros
mismos) no nos representa en absoluto. O al menos, esa es la creencia que tengo
en este momento porque como en la evolución de este texto todos cambiamos
constantemente. En la elección están las ramificaciones y las posibilidades son
infinitas.
©El Rincón de Keren
Hola Keren, en primer lugar felicitarte por la inmaculada redacción de texto, tanto gramaticalmente como en la presentación y conclusión de ideas expresadas.
ResponderEliminarRespecto a si somos quien mejor nos conocemos, me surgen muchas dudas y no quiero ser categórico en mi opinión. A mí por ejemplo siempre me sorprendió como mi padre pudo llegar a conocerme a veces mejor que yo mismo y de todas maneras estoy convencido que nunca se acaba de conocer a la persona o personas que tienes al lado, e incluso es complicado llegar a conocerse a uno mismo.
Un abrazo y feliz viernes!
Hola Miguel,
EliminarEs cierto que nuestros padres pueden acertar a conocernos mejor que nosotros mismos. Es lógico pues nos han visto desde fuera nuestra manera de actuar ante cualquier adversidad, acción y además son los que más tiempo han pasado con nosotros, pero por ejemplo cuando no queremos reconocer algo actuamos de una manera. Puede ser negandolo o instaurando "nuestra propia verdad" y no es que cuando nos preguntemos ¿que nos está pasando? no lo sepamos sino que en realidad esa verdad nos la hemos creído. Inconscientemente creemos que actuamos siempre así (o es intencionado) pero nuestros padres juegan con la ventaja de que ya lo han visto antes esa reacción de la que te hablo. En definitiva si uno escarba dentro dentro de si puede llegar a conocerse o incluso ya lo sabía pero nuestra consciencia, en este caso, igual que cuando borramos un recuerdo doloroso nos hace una mala pasada. Este sería un ejemplo el problema es que se nos ha impuesto esconder lo que realmente siente uno hacia los demás ( siguiendo con la premisa del ejemplo) y eso hace que de tanto esconder nuestra personalidad real, nuestra forma de sentir y reaccionar nos resulte extraña o impropio en nosotros.
Gracias por tu comentario, me alegra mucho que te haya gustado.
Hola guapa, perdona haber tardado tanto en leer tu entrada. Me ha parecido perfecto y de sentimientos muy íntimos. Me ha gustado mucho tu expresión "el interrogante puede ser el mismo que yo misma fabriqué", y me ha gustado precisamente porque la comprendo, y "soy yo quien acepta este negro".
ResponderEliminarAl final somos nosotros los que decidimos anclarnos, seguir adelante y de qué manera afrontar los inconvenientes que nos llegan.
Un besote, me ha gustado mucho!
Hola Maria,
EliminarEs cierto, es una forma de complicarse uno mismo y hasta de no reconocer nuestros defectos, pero como dices, está en nuestra mano. Un saludo y no pasa nada, como vaya pudiendo me escribes. Feliz día!!