¡Hola mis seguidores, lectores habituales y nuevos lectores!
Rosa era una chica muy educada, de buenas maneras. De las que rozaba la perfección. De
aquellas que a simple vista, todo parece hermoso y correcto: una chica
bien.
Una agenda con todo lo que tenía que hacer durante la semana, las horas ocupadas con todo lo que debía llevar a cabo. Almuerzos
y cenas para los fines de semana, con la idea de que pudiera pasar tiempo con la
familia, sin dejar de hacer lo suyo durante la jornada laboral: Ejercicio
matutino, trabajo desde casa, citas y un espacio para el descanso.
Todo estaba muy bien atado. Nada se le podía escapar.
Bajo esa alma activa, llena de proyectos e ilusiones, se
escondía la chica que tras una fotografía subida a las redes sociales: buscaba
las últimas tendencias, devolvía corazones. Muy interesada, leía detenidamente
cada artículo, y con cada mediodía, en el descanso, la fotografía nunca descansaba y
ella tampoco. Los vídeos llenaban su vida. Una vida que parecía formidable. Sus accesorios, sus prendas de vestir, su cabello y hasta su rostro parecían impecables.
¿Quién no querría una vida así, con miles de seguidores?
Bajo las capas de felicidad enfundada, había una Rosa
inquieta, juiciosa, hiperactiva y llena de complejos, que cubría la vida
soñada de cualquiera, pero había un aliciente que hacía que la semana cobrara
el sentido que se merecía. Los mensajes se sus seguidores. O eso creía.
Se había propuesto, estar más tiempo con su pareja. Eso implicaba dejar de lado los mensajes. No sabía qué era o qué tenía, pero su vida mereciera la pena si estaba al lado de él.
Se había propuesto, estar más tiempo con su pareja. Eso implicaba dejar de lado los mensajes. No sabía qué era o qué tenía, pero su vida mereciera la pena si estaba al lado de él.
Ya sabía que los almuerzos parecían desordenados, llenos de un caos incomprensible,
la casa patas arriba y la mesa llena de utensilios para el hogar. A ella le
sacaba de quicio, pero una tarde llena de rabia por que no había conseguido el
premio al mejor Influencer, Jordi hizo una llamada y tocaron al timbre. Era el repartidor
de pizza. Era su billete para sacar la tristeza fuera. Él sabía que tendría reparos, pero lo que no mueve el amor, lo mueve
una buena cena en pareja:
-He pedido Pizza. Venga, anímate, es tu favorita, de barbacoa –
Dijo guiñándole el ojo. Rosa a regañadientes y sabiendo que era una guerra que
no podría ganar, porque la conocía muy bien, fue a por el cortapizza, hicieron
lo propio y se pusieron a comer.
Pixabay.com |
- Espera. Hagámoslo más divertido, pongamos unos cojines en
el suelo y sentémonos en ellos en la mesa pequeña. -Ella se encogió de hombros y
escogió el que le pareció, mientras, Jordi puso en el Spotify música relajante y
bajó las luces. Se sentó a su lado y mientras ella se llevaba una porción a
la boca le susurró: - ¿Sabes que así es como más me gustas? - Rosa arqueó una
ceja y luego sonrió tímidamente seguido de un: - Si tu lo dices …
- En serio, así al natural, sin maquillaje, sin esos
modelitos, con una camiseta y con el cabello sin arreglar, estás de muy buen ver.
Hasta me enamoraría de ti. – Dijo chistoso. Rosa no pudo aguantar la risa y
estampó un beso en los morros.
Aquella noche no hubo fotografía, no hubo que agendar nada,
no había un modelito nuevo para la noche y tampoco la contestación de un nuevo
mensaje, pues las horas fueron retratadas con la fotografía de la retina y del
alma, y del amor que se daban.
©️El Rincón de Keren
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarHola de nuevo Keren, observo que has introducido un pequeño cambio en el final del relato que lo mejora y lo hace más tierno. Por cierto, me encanta la pizza!!
ResponderEliminarAbrazos.
Sí,
EliminarCreo que le da un toque más romántico.
Lo que yo quería dar a entender que apesar de la obsesión de Rosa, por el perfeccionismo, hay amor real y del bueno.
A mi también me gusta la pizza y engorda mucho jajajaj pero está tan rica...
Saludos!!