¡Hola mis seguidores, lectores habituales y nuevos lectores!
Les comparto esta historia que se me ocurrió a
raíz de un microcuento que escribí, no hace mucho.
En esta historia, espero que lo paseis bien y os riais mucho.
Espero de todo corazón que os guste tanto, como a mi haberla creado.
Había caído por un barranco, el
cielo estaba blanco, las princesas se pirraban por los hombres que tenían algo
más que ofrecer que yo, pero lo cierto, era que no tenía suerte en lo que al
amor se refería.
Soy un herrero, que con poca o
buena suerte vaga de pueblo en pueblo con mis artilugios a sabiendas que nadie
se fijará en ellos. Aun con todo, consigo, a veces, hacer una buena venta. En el
mercado de las ventas, algún curioso ha observado mis pequeñas hazañas y los ha
visionado con gran loable afán. Creo que todo es bonito si se hace con cariño,
pero esta vez al querer emprender y llegar un poco más allá, fui a los limites
donde el Rey gobierna. Contento y con la esperanza de que le diera algún uso de mis
armas, este, no contento con todos mis trabajos, me encomendó que me encontrara
a mi mismo.
Y allí estaba, con mi carreta que
había sido motivo de mofa de los lugareños por haberse salido del camino y
haber acabado en la cuneta, lleno de barro y con la nieve hasta la cintura.
¿Cómo iba a conseguir lo que el
rey me había encomendado? Toda la mercancía estaba desperdigada por la tierra, y
en un intento de recuperar la compostura, mientras los viandantes ojeaban mi
desastre, recogí todo, reparé la Carreta, puse a punto la única mula que tenía
para los largos viajes y de nuevo me puse en marcha.
La noche arreciaba y el vaho
pronunciaba un aliento gélido y humeante. El cielo iluminaba el prado en el que
nos habíamos acomodado y los destellos que producía la luz contra la nieve nublaban
mi visión, pero no fue preciso forzar la vista para ver como un aura purpurinosa,
y de todos los colores posibles, cubrían el ambiente fantástico dando paso a una
cortina de luces tenues. Y allí estaba ella: Un hada vieja y con bastón dispuesta
a concederme tres deseos:
- -
¿Así que puedo pedir lo que sea?
- -Si hijo, pero date prisa porque mis alas ya están
viejas y no me tengo ni en pie. Los mortales sois muy predecibles y seguro que
pedirás algo que todos quieren: ¿Dinero? ¿Un castillo? ¿Fama? Puedo concederte
lo que sea – sus aires pretenciosos no me advirtieron de lo que se me venía
encima
- -Bien, no es nada de eso, pero si que me gustaría
que Diana… la chica que me gusta se fijara por fin en mi. Y me gustaría que tuviéramos
un hijo. Y el tercero… que mis herramientas se vendieran tanto como para que
pueda darle una buena vida a Diana, mi amada...
-
-Espera mortal. Para que yo pueda darte el gusto,
deberás darme una ofrenda: Una hoja de trébol, una pata de conejo y un amuleto
o en su defecto, algo que valores mucho más que a tu vida. - Sentenció y
desapareció
Imagen propia de mi propia creación ©️ElRincónDeKeren |
¿Qué clase de hada era esta? No tenía
tiempo para darle vueltas a todo aquello, pero por la cuenta que me traía, solo
tenía esa oportunidad para que mis preciados sueños se hicieran realidad. Acudí
al prado a la mañana siguiente, en el que nos encontrábamos, mi mula y yo, en busca del trébol.
Fue difícil entre tanta nieve, pero finalmente lo conseguí. En la bolsa de piel
llevaba desde hacía una semana una liebre que, para el caso, era lo mismo que
un conejo. Y con toda la esperanza que mis entrañas emanaban, cogí el anillo
que mi madre recibió al casarse con mi padre hará una eternidad ahora.
El hada acudió en cuanto hubo pasado
una semana exacta. Pero no parecía colaborar mucho:
-A ver mortal, ¿tienes todo para
que pueda ofrecerte lo que me pides? ¡Cómo me duelen los deseos de los tristes
mortales, a este paso se me quiebran hasta las alas!
- Venga, no será para tanto, -
Dije en un intento de animarla amablemente- Seguro que habrá visto deseos
bonitos y bondadosos ¿no? - El hada enarcó una ceja y cogió un bastón que sacó
de detrás de su espalda, inspeccionó la caja con la ofrenda y con un semblante
taciturno, con la otra mano, ladeó la barita mágica.
- …Que todos tus deseos, desde
arriba hasta abajo, formen el arriba para devolverte de la deriva. Y que, con
ese deseo, el amor sea tu fervor y tus trabajos elogios… ¡Pata de conejo y que
la suerte arribe a ti!
El hada ser perdió en una cortina
de humo dejándome en aquel prado. Nada parecía diferente. Nada parecía haber
cambiado. Todo parecía normal e idéntico a como había sido siempre. Perdiendo
toda esperanza de que aquella hada quejumbrosa me hubiera concedido lo que
había pedido. Volví al pueblo con mis herramientas y mi carreta. Al llegar al
pueblo una muchedumbre aporreaba la puerta de mi casa exigiendo un dinero de
vuelta por cada trabajo realizado alegando que me habían visto trabajos
mejores. En un intento por querer calmar al gentío, me pregunté si todo aquel
alboroto era obra del hada vieja y quisquillosa. Después de haber calmado la
ferocidad de la gente varias horas después, me encontré con Diana, que me
prometió por los Dioses que se había casado con un armero y tenían un hijo en
camino. Aquello fue la gota que colmó el vaso. Enfurecí, y de la rabia me bebí
todo el vino de la casa chillando a grito pelado’: “¡Esto no me puede estar
pasando a mi!” y en cuanto apareció el hada, le dije de todo, menos bonita. Ella
alegó:
-Los mortales pedís sin prestar
atención a las palabras. Este mundo, que del que yo procedo, se alimenta de lo malo
y te ofrece lo bueno que tú conoces, pero si hubieras prestado más atención a
lo que te rodeaba, habiendo estado tan seguro de que todo lo que te sucedía era
malo, hubieras entendido, a estas alturas que, para encontrarte, solo hay que
valorar lo que ya tienes. Te queda un deseo ¿Y bien?
Mi cara de estupefacto no tenía precio,
pero en aquel momento lo único que quería era que todo volviera a la
normalidad. Ser el tipo que, aunque invisible al mundo, contento y feliz. Lo
deseaba con todas mis fuerzas: y se me concedió.
En los meses posteriores, mi
alegría debió de habérseme notado pues las ventas, aunque no eran sustanciosas, me
daban para vivir y mis ideas brotaban de esa alegría, nuevos artilugios surgían
y en un día cualquiera… Diana, que pasaba por allí me visitó y ¿Sabéis qué? Fuimos
a comer y beber a la cantina. Lo que pasaría después, solo la felicidad lo
sabría. Pues no quepo en mí. Nieva de nuevo en la aldea…Podría haberla pedido algo, podría seguir pidiendole al pensamiento, pero si pides, que sea bien , de corazón y con toda la alegría que te rodea y tal vez, se te suceda...
©️El Rincón de Keren
maravilloso texto lleno de vos y tus letras
ResponderEliminarMcuhas gracias Maria.
EliminarHola Keren,
ResponderEliminarEs un cuento encantador con una enseñanza en su interior, muy bien planteado, y además muy entretenido con esas pinceladas humorísticas. Pobre herrero, pero al final se le dio lo que deseaba.
Abrazo!
Hola Yessy,
EliminarHe intentado crear una fantasia en la que nos podamos ver en esas pequeñas asperezas. El hada quejumbrosa me hacía gracia por el libro que estoy leyendo que espero poder reseñar para que me puedas entender mejor. Pero todo junto es una coctelera que desempeña un buen rato.
Gracias, me alegra que te haya gustado.
Saludos!!!
Una historia divertida y con moraleja, Keren. Creo que el concepto de "pedir bien" deberíamos meditarlo con calma :)) Muy bueno, me ha gustado mucho tu relato.
ResponderEliminar¡Un beso!
Hola Julia,
EliminarSí, es un una frase hecho que se utiliza casi como caramelos. Pero intentaba dar a entender que a veces deseamos muchas cosas y en relaidad, no hace falta anhelar tanto. A veces, ya tienes las cosas aquí. Listas para ti.
Me alegro que te haya gustado.
Saludos!!