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-Al sueño no le hace ascos pero a la comida , yo no se qué le pasa con la comida. A ver si se estará poniendo enferma Javier...
-¿No seas tonta, a caso tu no has pasado por esta edad que tiene la niña?- Javier le echa una mirada complice pero Ana, no parece haberse dado cuenta de nada.
Y es que la niña, está más ausente, vaga por las calles con un pasotismo que no es normal. De hecho, comer, cómo dice Ana, no come apenas. Las miradas en la mesa son escrutiñadas por la atenta visión de los padres, que con algo de asombro e incredulidad van sopesando todos los incidentes que han ido ocurriendo a lo largo de las semanas.
Si la niña iba a comprar con el dinero que previamente le había dado su madre antes de salir, cuando volvía, no tenía la vuelta. Pero lo desconcertante era que no recordaba haber perdido el cambio. Lo cierto es que si salía con sus amigas, en inumerables ocasiones, había perdido las llaves pero aquello ya se tomó por costumbre. Tanto era así que una madrugada de borrachera, a las cinco, estaba aporreando el timbre certificando que las había perdido.
Javier no le hacía cuentas al problema: eran ¨cosas de crios¨ decía, pero Ana comenzó a temerse lo peor: Quizá la niña tenga un ictus, le decia a su marido, pero luego miraba su foto en el marco y se decía que no podía ser , que a lo mejor la habían estado haciendo la puñeta algun gamberro y la niña por no apurarles, se está comiendo el marrón ella solita, porque las reprimendas que recibía todos los fines de semana, eran descomunales. Sin embargo, ella parecía tranquila, impasible, seguía a lo suyo. Aquello descolocaba a la madre mucho más de lo que el padre quisiera.
Una noche, después de las clases, todos sentados habiendo cenado y previamente recogido todos los utensilios para la cena y lavado estos, los tres sentados en el sofá, miran la televisión. Las horas van haciendo, que la niña, que no es tan niña, vaya sintiendo pesados los parpados, poco a poco el sueño se va apoderando de ella y Ana que es muy atenta la regaña, advirtiéndole, que se va quedar dormida en el sofá y luego le dolera todo el cuerpo, a lo que de un respingo le contesta ¨Estoy viendo la tele¨ Javier que ve toda la partida le echa una sonrisa socarrona a Ana y a su hija para despedirse e irse a dormir . Ana se levanta con intención de apagar el televisor y la niña, Rebeca, se lo roba de entre las manos simulando un claro desvelo pero la madre hace una mueca y se olvida del tema. Los progenitores apagan las luces y se acuestan. Solo se oye el sonido del televisor y cómo impregna de luz las paredes del comedor, la caja tonta.
Es media noche, y las unicas voces que se atesoran son las de un televisor olvidado, se levanta, se dirige hacia el pasillo y topa con algo que hace un estruendoso ruido y logra despertar y alertar a los padres. Ana sale escopeteada al pasillo y ve cómo su hija con los ojos cerrados, pasa de largo y se dirije hacia el recibidor. La madre extrañada, en silencio la sigue y la observa. Rebeca, coje las llaves del cuenco y luego se dirije hacia el baño. Abre la tapadera del retrete y tira por el desagüe las llaves que van a parar, al fondo de las inimaginables tuberías escondidas bajo tierra. Javier y Ana han presenciado en vivo y en directo, el origen de las repentinas perdidas ,porque además, Rebeca lleva en la mano unas monedas y las ha echado también por el agüjero sin fondo, que va engullendo cada objeto, cada cosa que la niña va tirando.
- ¿Has visto Javier? por eso no volvía con la vuelta, y por eso no encontraba las llaves la niña. ¿Pero qué hacemos? ¿la despertamos?-Susurra
- ¡No, loca! no se puede despertar a los sonambulos.- Se dicen entre susurros- La conducieremos hasta la habitación y la dejaremos con cuidado encima de la cama.
Ana cogió de la mano a su hija. Lentamente fueron reconduciendo la dirección de Rebeca hasta introducirse en el interior de la habitación de la adolescente. con cuidado le susurraban palabras tiernas cómo ¨vamos a dormir, cariño¨. Al principio se hizo de rogar pero poco a poco fue cediendo hasta que consiguieron tumbarla con cuidado y Javier la arropara entre mantas.
Aquella noche hicieron turnos para que Rebeca no deambulara por la casa sola pero si el misterio de las llaves había quedado resuelto ahora se encontraban con todo un desafio:
- Y tú pensando que estaba enamorada...
- ¡Vaya mujer! y yo que pensaba que no me entendías. Pero ahora tendremos que acostumbrarnos a esta nueva faceta de Rebeca.
- ¿De qué podrá venirle esto a la niña?
- Hombre, ya sabes que yo de pequeño era sonambulo... No te preocupes mujer. Esto cómo todo, informándose y haciendo mucho hincapie y conciencia de lo que tiene... Se pasa cómo si nada.
- Ay! Javier, y yo pensando que le ocurría algo malo... pero esto...
- Míralo por el lado bueno, por lo menos, no está embarazada.
©️El Rincón de Keren