¡Hola mis seguidores, lectores habituales y lectores nuevos!
Recordaba la relación con mi abuelo, como aquellas entrañables aventuras en las que me contaba el color de todo lo que le rodeaba, sobre aquel continente que siendo blanco, amaba con tanta amorosidad así, como más tarde pude comprobar yo mismo.
Me explicaba que de la madera negra que él llama diosa del Ébano, pues con ella, más tarde pude ver como en la época de los noventa se hacían elefantes de con este material tan versátil y de un color que puede parecer marrón en algunas ocasiones y que se extiende, otras a un color que puede ser grisáceo para algunos objetos. De ahí que, siempre pensara que fuera tan versátil tanto en utilidad cómo en su tonalidad.
Recuerdo cómo mi abuelo, casi obligado a permanecer en aquel continente por su comandante, me contaba las buenas de aquella ciudad que nunca me dejó adivinar cual nombre.
Me contaba de los rostros, negros de la África. Que en su totalidad, ninguno era totalmente negro. Los describía, con gran orgullo, del dorado al mas puro marfil delicado en el que nunca eran todos iguales. Todas las personas o esencias, cómo el hacía híncapie, tenían una característica que pude ver en ellos, más tarde. Es por eso que, nunca me pareció diferente o para algunos, raro, ver a una persona africana nigeriana o marroquí. Todas ellas poseían algo especial y una historia qué descubrir.
Ella, iba a mi clase de historia. Coincidíamos todas las tardes a las cinco en una pesada charla sobre Guerra Mundial, que el profesor hacía tedioso en mencionar los sucesos sin ápice de alegría, como diría mi abuela, en paz de descanse en las andaluzas.
Ella, que con su cabello camaleónico, unas veces lo llevaba al natural, otras con un rizo más bien grueso pero laceo y con una piel con la que incluso sin maquillar adquiría ese tono casi a terracota que en verano lo confundía, debido a la luz cómo el más dorado porque si bien eran ciertos los rumores, se iban a la playa a broncearse con las dichas de este sol tan tropical. Aunque estuviéramos en España, tenéis que saber que ella, aunque muy dada a pasarlo bien, alegre y a la diversión, me di cuenta que durante la semana, e incluso las madrugadas, hincaba codos en todas las asignaturas sacando unas notas que más quisiera yo. Siempre llevaba un pañuelo en el cabello que me hacían querer hacer cafuné mientras la observaba en la biblioteca. Otras veces, con los pies en la tierra la veía enfundada en sus trajes típicos de la zona. Los lapá. Nunca supe cómo se escribía hasta que harto de que la imaginación me hiciera querer saber más sobre su cultura, me dirigí hacia ella hacía ella alegando un libro perdido. Ya sé, la excusa era de los más trillada pero necesitaba saber más sobre ella.
Ella, que con su cabello camaleónico, unas veces lo llevaba al natural, otras con un rizo más bien grueso pero laceo y con una piel con la que incluso sin maquillar adquiría ese tono casi a terracota que en verano lo confundía, debido a la luz cómo el más dorado porque si bien eran ciertos los rumores, se iban a la playa a broncearse con las dichas de este sol tan tropical. Aunque estuviéramos en España, tenéis que saber que ella, aunque muy dada a pasarlo bien, alegre y a la diversión, me di cuenta que durante la semana, e incluso las madrugadas, hincaba codos en todas las asignaturas sacando unas notas que más quisiera yo. Siempre llevaba un pañuelo en el cabello que me hacían querer hacer cafuné mientras la observaba en la biblioteca. Otras veces, con los pies en la tierra la veía enfundada en sus trajes típicos de la zona. Los lapá. Nunca supe cómo se escribía hasta que harto de que la imaginación me hiciera querer saber más sobre su cultura, me dirigí hacia ella hacía ella alegando un libro perdido. Ya sé, la excusa era de los más trillada pero necesitaba saber más sobre ella.
Con el tiempo, yo también acudía a esas salidas entre universitarios de primero y segundo en las que formábamos un grupo bastante internacional.
En la playa, ella se mostraba sin pudor, con esos muslos trabajados y ese vientre liso que me hizo saber, entonces, que le gustaba mucho el deporte.
Sabina, ella, mi amor secreto, combinaba elegancia y sencillez que me hacían perder la cabeza. Modales y un saber estar que desbordaba mis sentidos. Con el tiempo, ya no veía una piel, un cabello, o unos acentos, pues inteligencia dejaba en jaque a todo el que osaba sobrepasarse: sabía cuidarse muy bien sola.
En uno de esos fines de semana en los que la universidad se volvía solitaria, solíamos ver a Steven Speilberg en un maratón de todas sus películas. Unas veces por aburrimiento y otras para tener una excusa por la que estar juntos. Pero todas las noches, recordaré su fragancia a veces frutada, oras a agua de rosas y su cabello que como el Jojoba deleitable.
Terminaron las clases y era de esperar que Sabina acabara con matricula las asignaturas mientras que yo, acabé con una pendiente. Pero no me preocupaba demasiado. Ella había prometido ayudarme en aquellas fechas tan placenteras en un intento, quiero creer, de seguir viéndonos y allí en aquel habitáculo, no pude frenar mi curiosidad :
- Sabina... ¿Tienes previsto, casarte con alguien algún día?- Las palabras, luego de escucharme, sonaron recelosas e hirientes... Ella me miró y antes de contestar, con ese gesto característico que decía buscar las palabras adecuadas para decirlas del mejor modo... advirtió
- Rubén, ¿a qué viene eso? ¿Qué te ha picado?- Me ruboricé pero mi ansia por saber más de ella... me pudo
-Bueno, entonces, ¿crees que volverás a África? ¿Echas de menos a la familia?
-Sabes que mi idea es quedarme en España para buscarme la vida por mi cuenta. Aun queda la ardua tarea de encontrar trabajo... -Su semblante cambió, procurando una sonrisa que no había visto antes
-¿Qué te ocurre? ¿No irás a pensar que no lo encontrarás? Le das mil patadas a todas las de primero y de segundo... quiero decir que con tu inteligencia y carisma ... tienes todo a tu favor- Entonces como de una madre se tratara me acarició la mejilla y muy solemnemente me hizo saber que las situaciones cambian para cada ser y para cada raza. Pero que quizás harían falta más personas cómo yo en este planeta porque la sociedad lo ponía difícil a los ciudadanos de otros continentes y países incluido Europa. Pero no se daría por vencida... Que no dudara de ella ni un segundo. Y ahí comprendí como tantas niñas de la Universidad podían tener algo de celos hacía aquella mujer tan tenaz que una vez más, me hizo darme cuenta que la belleza, aunque atrayente, la inteligencia gana sobremanera.
Los años pasaron no en vano. Cada vez estábamos más unidos, ella me contaba sus inquietudes y yo las mías. Aprobé la asignatura pendiente y los años universitarios nos separaron convirtiendo mi amor en una tortura por el anhelo de no tenerla para compartir cada detalle, de no gozar de su alegría desaforada, de su forma de enfadarse de su curiosidad innata. Siempre creí que debía ser periodista pero fue maestra en una prestigiosa academia de Español ni más ni menos que en Francia, mientras yo había sido destinado a Granada con fines periodísticos en los que veía tan a menudo cómo poco a poco la gente, en el mundo de la televisión, mujeres blancas sobre todo se decoloraban la piel, para lucir un bronceado «Natural». Yo, no lo veía por ninguna parte esa naturalidad. Y añoraba a Sabina, ella, tan natural y con esa belleza desbordante que deja pasmado a cualquiera y supe en ese momento que debía buscarla.
Casi diez meses después alimentando mi añoranza con la posibilidad de que se casaría conmigo , nunca pensé en esa probable situación, que me dijera que no. Solo en el aeropuerto al ver una pareja de enamorados despidiéndose, me entró algo de miedo. Pues, ella, podría haber rehecho su vida con otro hombre, pero después de una sencilla búsqueda gracias a los dotes de investigación en el periodísmo, di con ella y me declaré en un restaurante modesto en el que entre nervios y sudores, y algún sonrojo... ella dijo que sí. Y nuestro mundo se trastocó con la llegada de nuestra primera hija a la que llamamos lil Sabina. Pues aunque se que ella siempre será mi amor, quería rememorar a mi ya mujer en mi pequeña en esos dorados años universitarios lo que fue solo para nosotros, con el tiempo comprendí que Sabina, mi mujer, luchaba contra los prejuicios que, los profesores, le imponían y que yo en el tiempo de casados entre miedo y dicha supe estúpido de mí, en mi ignorancia en una noche de desaliño donde con una camiseta y sin maquillaje y entre sollozos me confesó ese miedo a que fracasara nuestra hija, de apenas unos meses, en la fuerza que ella había tenido que aprender, a las malas: la quise aun más si cabe. Supe que tenia que saberle lo poderosas que son las mujeres negras, siendo negras ébano, siendo fortaleza, alegría y tozudez de la buena. De los orígenes y las costumbres. Y sobre todo, la unión familiar.
Pero hija mía, lo que me contaba mi abuelo, no solo eran las pieles y las costumbres, tu mamá es una reina:
-¿Una reina?
-Desciende de las más gloriosas Egipcias, las más poderosas, las fuertes, con carácter y sin miedo en la voz, que no les temblaban el pulso a la hora de ordenar todo aquello para su pueblo, digno, afable , comunidad libre, antes incluso que el que vino a perecer para llevarse parte del botín. Aunque al decir verdad, aunque se arrasaron pueblos y tierras allá en tierras lejanas, ¿sabes? Todas las mujeres negras, son un poco princesas. ¡Sí! Princesas
Seis meses después
- Aunque su hija saca muy buenas notas, tiene un comportamiento impecable y es muy bondadosa tengo que advertirle que sus dibujos lejos de parecer algo raro, todos son con una reina en un trono.
Quise intervenir, quise decirle que lo que quería decir la profesora era que nuestra hija creía ser una Princesa o una Reina. Fuere como fuere, no le di ninguna explicación. Pues yo sé que las Diosas descienden desde el Nilo allá donde los hijos nazcan que las Esfinges Egipcias no mienten que reinaron desde el Norte hasta el Sur que son tan bondadosas como capaces allá donde les lleve el coraje pero sobre todo, Son las Reinas que han habitado cada valle hasta las enroscadas calles de la Europa a las Américas. Ya pueden llamarla loca, ya pueden decirla de todo, mi hija... Es la princesa de la Reina Egipcia que cautivó mi corazón.
Pero hija mía, lo que me contaba mi abuelo, no solo eran las pieles y las costumbres, tu mamá es una reina:
-¿Una reina?
-Desciende de las más gloriosas Egipcias, las más poderosas, las fuertes, con carácter y sin miedo en la voz, que no les temblaban el pulso a la hora de ordenar todo aquello para su pueblo, digno, afable , comunidad libre, antes incluso que el que vino a perecer para llevarse parte del botín. Aunque al decir verdad, aunque se arrasaron pueblos y tierras allá en tierras lejanas, ¿sabes? Todas las mujeres negras, son un poco princesas. ¡Sí! Princesas
Seis meses después
- Aunque su hija saca muy buenas notas, tiene un comportamiento impecable y es muy bondadosa tengo que advertirle que sus dibujos lejos de parecer algo raro, todos son con una reina en un trono.
Quise intervenir, quise decirle que lo que quería decir la profesora era que nuestra hija creía ser una Princesa o una Reina. Fuere como fuere, no le di ninguna explicación. Pues yo sé que las Diosas descienden desde el Nilo allá donde los hijos nazcan que las Esfinges Egipcias no mienten que reinaron desde el Norte hasta el Sur que son tan bondadosas como capaces allá donde les lleve el coraje pero sobre todo, Son las Reinas que han habitado cada valle hasta las enroscadas calles de la Europa a las Américas. Ya pueden llamarla loca, ya pueden decirla de todo, mi hija... Es la princesa de la Reina Egipcia que cautivó mi corazón.
Fotógrafo: Engin Ekyurt |
©️El Rincón de Keren
Una bonita y emotiva historia de amor Keren. Y es que el amor no entiende de colores, de procedencias, ni de tiempos. Me encanta como has narrado la belleza del ébano y las alusiones legendarias hacia la reinas del Nilo.
ResponderEliminarMi aplauso escritora.
Hola Miguel,
EliminarYa llevaba tiempo queriendo publicar este relato, de hecho en Twitter hice mencion de el y al final, por una cosa, u otra hay algo en el relato que podemos extraer : los privilegios, los pensamientos, la curiosidad, y sobre todo , como tu también has mencionado, las reinas, Reinas de Nilo que además siguen entre nosotros.
La idea era enfocar desde otro angulo a las mujeres negras. Pero como siempre digo estoy en constante aprendizaje.
Gracias por pasarte.
Abrazos!
Precioso relato, y yo creo que cada día es más cercano a muchas personas en nuestro país. Me encanta la parte de los colores de la madera y sus matices y cómo lo extrapolas a la piel. ;)
ResponderEliminarHola Ana, Agradezco enormemente que te hayas fijado en los detalles de la piel. Es algo con lo que toda escritora debe tener manejo pero al igual que muchos, voy jsugando con los matices. No es facil para mi, pero si este bien, a ver si consigo que el próximo este mejor.
EliminarGracias por tu paso por mi blog,
Espero verte de nuevo por aquí.
:))