Relato en prosa: ¿Quién soy cuando negra fuí?

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RELATO

Huía del gentío que aclamaba mi presencia en estancias dolorosas que castigaban mi piel y mi alma. Al contrario de lo que mi alma de mi niña y el deseo de mi madre, en convertirme en una mujer sumisa para un hombre, me zambullí en los pensamientos hilarantes en los que yo, era la reina de un cuento en el que no había una dictadura impuesta a mi alma. Tan pequeña... tan ávida en querer huir de lo tormentoso y con la certeza de que mi vida, quedaría sumida en una melancolía que se devenía y se respiraba, no solo en el pensamiento, sino hasta en los poros de mi piel. 

Piel, como la niña rara, esa que se escabullía de la peroratas de mamá, para no tener que escuchar la política castigada de una ciudad que pedía a gritos una liberación inconcebida. Me escapaba a mis adentros, y no era que no sintiera el dolor de la tierra, más bien ,la tierra me había hecho doler por cada suceso instaurado en cada etapa de la vida. Y eran tiempos difíciles, tiempos tan llenos de hambruna y falta de coraje, que no quería seguir hiriéndome con el exterior. 

El exterior era la caza de una niña de adolescentes ojos, piel tostada, ojos miel, y nariz chata que aunque taciturna e irremediablemente incapaz de contradecir el comentario hiriente del que habla y sentencia el pecado de la piel, ya por aburrimiento, y tal vez por cobardía, se adentraba en mundos alternos donde una radio entonaba la prosa inglesa de un alma que nunca había sido capaz de enamorar a un hombre, y allí aullaba el sentimiento femenino de añoranza al que la charla inmediata de mi madre hacía, más que quejumbrosa, intentar persuadirme de los peligros de la sumisión cuando ella, dios me perdona, seguía sumisa a una vida encadenada al desarraigo colectivo de nuestra especie. Así, como culebra, para algunos temas solía sacar mi veneno, y para otras, como gacela, me arrebujaba entre mullidos almohadones e innumerables libretos desgastados que versaban un amor que nunca llegaría, de la mano de la anatomía masculina. 

A esa anatomía, se le podían nombrar muchas cosas, entre tantas, el deseo vendorrio. Y mujer, seguiría siendo, en la incomprensión de un sexo escondido, donde las noches, como científica, exploraría y encontraría el opalescente placer, siempre taimado a oídos de una madre, que en mi ignorancia, todo lo sabía, todo lo comprendía, pero que en vez de hablar desde la ternura, barría molinos adentro para intentar aclamar de una vez por todas, a la verdadera mujer de ese deseo varonil, que yo tanto añoraba en ausencia de un padre que nunca tuvo cuerpo. 

El cuerpo que más tarde añoré, era el de una joven demasiado delgada, demasiado bien proporcionado, demasiado atrayente, donde las miradas más curiosas, iniciaban el baile del cisne que es observado con deleite y pasmosidad, en el que la zalamería sería plato de buen gusto, un día, a cambio de una emoción. Más tarde, el recelo de crear un amor verdadero del que sentirse digna, en valor, y en alza, sobre manera sería más fuerte que una noche donde aquello que llamamos ascuas, se ha esfumado sin otorgarle ya el oxigeno que tanto fragor causaba por solo una mirada de lujúria mal entendida. Por lo que durante largos periodos de una vida adulta, la negación al deseo fue tan fuerte si cabe, o más, que la idea de enamorarse y caer en un amor sumiso, incapaz, infravalorado, invisible, tan psicológico que hacía daño, y tan a flor de piel, muriendo entre esas ascuas, con tal de no sentirme inútil, inservible, como un muñeco roto. 

En mi infancia, nunca tuve un muñeco al que ver cómo ideal, si lo tuve, lo olvidé en un cajón. Y así como las lágrimas no salían en busca del jolgorio, tampoco salieron con la desidia. En mi vida, nunca hubo un referente, un ideal, una identidad, un campo que atravesar para imitar. Nunca que fueran cómo yo. Yo quería «Ser» pero en pieles ajenas, inertes por europizar lo que tantos y tantos años mis ojos desde el embrión, había tenido la astucia de observar. Y vislumbrar un halo de luz donde lo diferente y yo, eran sentencia de un mal presagio donde una tierra fue parida por alguien como yo. Yo y yo, siempre sería el dedo acusador y soberbio de aquellos que con su lengua de dragón, en vez de buen presagios, un hilo de fuego, arrasaban a su paso. En ese camino, claro, yo me quemaba. 

Quemarse parece tan fácil, cuando llevas tanto tiempo cayendo de hoguera en hoguera, que un rasguño no es nada para el corazón o para el alma. Y así, una vez más se forma el camino pedregado del que peleándome para salir de las amarras, parecen querer oprimir a cada una de nosotras, a base de palo, parece que no hay mayor soportabilidad. Aprendemos a pelear cuando la herida se abre,y cuando está a punto de sanar, ya hay otra herida que tienes que sanar. 

Sanando mi alma con los versos de madrugada, noches de insomnio, en busca de un amor que no sabes donde encontrar, cuando el fantasma de un padre que nunca llegó a materializarse nos dejaban a ella y a mi, en una lucha donde quiera que fuera el mundo. Nosotras y el mundo. Nosotras y las heridas. Silencios que no se explican. Expresiones inexplicables. Invisibilidad mutiladora. No sabiendo. Sabiéndose sin tener en quien reflejarse. Puede que sea por ello, por lo que yo me haya visto en el reflejo de ella. Fue entonces, muchos años después con tal de dejar de mover aspavientos en contra de la bravura de los corazones rebeldes, ella comprende, acepta y se refleja en la reberveración casi inmaculada de una modernidad que siempre avanzó, pero que nos llega a oídos presentes. Pero siempre comprendió, fue el silencio que la obligó a no decir y es entonces, una vez más, que llego a este presente.

¿Quién soy cuando negra fuí? 

©️El Rincón de Keren

Comentarios

  1. Tremendo relato Keren. No sé cuánto de autobiográfico y cuánto de literatura creativa hay en el relato. Pero creo que eso es lo de menos. Hablas de muchas cosas: el amor materno, el deseo sexual, el padre ausente, el pasado que conforma nuestro presente y de todo lo que ello conlleva.
    Como te he comentado alguna vez hay textos que perfectamente serían la semilla de una buena novela.
    Un abrazo y feliz Halloween!!

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    1. Hola Miguel,
      Hay un poco de todo Literario y autobiográfico. Por lo pronto, no creo que puedo recomendarte 'Hija del camino' una novela que narra la vida de una Afroespañola con las vicisitudes que ello conlleva en una Madrid que recorre el pasado y como llevo muy pocos capítulos, hasta ahí te puedo contar.

      La idea ya está hecha.

      Gracias Miguel.

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  2. Profundo y entrañable relato. Incluso impactante.
    Y muy bien expresado.
    Un beso.

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  3. Entre los muchos temas que tocas, algunos trágicos y existencialistas, destacaría la falta de referentes de esa niña negra, referentes para imitar desde una piel propia y no ajena, los niños son grandes imitadores y si esa niña crecio sin figura paterna y la madre tuvo que cumplir ese rol masculino con cariño pero valientemente transformado en protección porque conocia el tema, entiendo que sería durísimo. El reencuentro con uno mismo siempre es tranquilizador y luego se pueden hacer viajes al pasado para rememorar educación, deseos, anhelos, cosas pendientes, el verdadero cariño que al final encuentras en determinadas personas, etc.
    Está muy bien que lo expreses, son enseñanzas para todos, cuando digo todos, digo que aprendemos de tí para aplicarlo en nuestras vidas. Extraigo esa lección, todos tenemos un pasado. Literariamente, impecable, haces una descripción de los sentimientos encontrados unidos a vivencias que produce empatía. Ese sentimiento literario que destilan los buenos escritores prometedores, como tú. Un beso y mi cariño..

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    1. Es precisamente, esa crudeza la que podemos hacer, movimiento de nuestra vida para conducirla a lugares, momentos, sensaciones, objetivos y proyectos de vida que debemos, podemos hacer diferente.

      Cuesta no pensar en los 'ayeres' de una vida que se cree que no fue bien dichosa pero hay que analizarse, verse desde la comprensión y saberse en este presente con los buenos ojos, laas gafas de la realidad. En efecto, todos, podemos aprendder de todo, pero no para sentir pena, al fin y al cabo, todos tenemos el poder de reponernos, de sobrellevar los problemas a estados mejores. Y por ende una salud emocional y cuidados de una amisma. Y será duro, pero por eso creo que la sociedad, en vez de enmascarar los problemas que en un principio, cualquier persona puede tener, se debe hablar de ello.

      Mil gracias por el comentario y reflexion.

      enorme abrazo!!

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