Relato en Prosa: TORMENTA

¡Hola, mis seguidores, Lectores habituales y nuevos lectores!


Imagen  propia retocada
con 'Canva'




Me recliné en la silla, impulsé la espalda hacia una posición en la que me sintiera cómoda. Casi sin quererlo, me vi levantándome y observando por la ventana:

Las gotas habían formado un mural de agua salpicada, en el que se deslizaban estrepitosas y relinchadas en cada espacio del cristal. Dudaba entre si el futuro era incierto o el presente cerciorado. Ladeé la cabeza y descubrí de nuevo el café . Ahora me acompañaba la banda sonora del trueno que en una furia tardía, por el verano prolongado en estas fechas, que se sumaban a una noche de garganta de lobo. 

El cielo se iluminaba intermitentemente. Algo cubría la intranquilidad del canino, que habiéndose sentido refugiado todo el tiempo, su estado irritado, pero al mismo tiempo medroso, le hacían acurrucarse a los pies de la cama. Sentí ternura por el miedo infundado, y yo, que sentía que no debía concebirle al miedo: No le acaricié. Por el contrario, cerré la ventana a riesgo de un mal presagio. No, no era miedo. 

Aquella niña temerosa de la oscuridad, había fijado la línea de la turbulencia en el cielo , no podía sucumbir al temor. No, no tenía miedo. No, no necesitaba otra persona. Y era curioso, que se sintiera en la solitud del escarmiento al planeta, por la lluvia y los truenos,  y no sintiera en cambio que el mundo era demasiado para ella. No, no se escondió bajo las mantas y no, no se ocultaba bajo la capa fina de una máscara de piel. Estaba ahondando en su sí misma. 

Las puertas, cerradas; las ventanas goteadas y el cuerpo seco; le confortaban al calor de las buenas emociones; la lluvia , de la calma en su azotea, de la vida que comenzaba después de las vespertinas , de las letras que se precipitaban entre cigarillo y brebaje. La poción del boli: la gasolina a la inspiración. Quiso percibir el interior. Pero no, allí no había miedo. Pues le acusaba receloso y casi evaporando el atardecer con la retahíla de sucesos buenos formados,  que la confundían entre una alegría ligera, algo pegajosa y sobresaliente de la encharcada ciudad que ahora respiraba humedad. ¿Tristeza? allí no la había. Solo un cuerpo que desprendía la calma en un sin fin de emociones vívidas  y  que revive la noche, cada reencuentro con el día. ¡Y qué bueno! ¡Qué bueno no tener que esconderse de una misma! 

©️El Rincón de Keren 

Comentarios

  1. Hola Keren, los días de lluvia han sido inspiradores para grandes escritores y también cineastas. De hecho, la lluvia en sí misma es un personaje más de la peli "Un día de lluvia en Nueva York" que reseñaba hace unos días.
    Tu texto es intimo y cálido en contraste a esos días complejos en que la lluvia en la ciudad también es metáfora de momentos complicados para algunas personas.
    Un gran saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas Miguel,
      Desencadenante positivo en cada una de las que me has mencionado aunque en el cine más utilizado para dramatizar las escenas.

      Aun siendo la protagonista de los días pasados, entiendo que los días que nos acontecen no han sido demasiado buenos. Es la antesala a los días que conocemos.

      Mientras nos metemos de lleno ante ese "Bloqueo político" las calles se han llenado de la inquietud juvenil para dar paso a los adultos y ahora que parece que el dragón no muestra su fuego a cualquiera, la lluvia vuelve, y parece que el asfalto, respira.

      Cuando llueve, siempre hablamos de sosiego, pero la intraquilidad de los que conocemos todo los que conocemos el verdadero corazón latiente del porqué de todo esto, la lluvia, es vivida como la calma de las calles pero ya sabemos que, allá afuera, la tormenta cubre todo el país.

      ¿Calma? solo el que la elige.

      Gracias por pasarte.

      Eliminar
  2. Muy bonito relato.
    Los días de lluvia tienen un especial encanto.
    Un placer tus letras.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Siéntete libre de comentar