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RELATO
«Cuando todo se acabe, sólo
quiero dormir… dormir…»
—Sólo debes llevar falda cuando cumplas la mayoría de
edad… ellos saben que serás un blanco fácil, ellos probaran a demostrarlo… y si
lo consiguen estarás perdida… eres cómo un faro en medio de la oscuridad… He
dicho que no te pongas falda… —recitaba en su oído mientras la acicalaba
Khry era la viva imagen de su
madre, sólo que más curiosa, mas testaruda y llena de preguntas. A sus catorce años
había metido la mano dentro de un panel de abejas para averiguar de donde salía
la miel. Por suerte, solo sufrió algunas picaduras y una fuerte reprimenda por
parte de su madre; A los dieciséis, había vuelto loco al mago de la quinta
avenida preguntando en demasía para qué usaba la magia si la gran mayoría de
personas era semihumana y que tanto de beneficiosa era la magia para el mundo
que discurría, por suerte, el mago, simplemente le regaló un libro que hoy Krhy
conserva pero que su madre detesta; pues lo lleva a todas partes y sorprendentemente,
defiende la idea del uso de la magia en emergencias y no por egoísmo. Pero
llegados a los veinte años Khry ya había acumulado un tropel de castigos y
todos y cada uno de ellos llevaban consigo una carga. Lo sabría después que su
madre le procurara hacerse cargo de las tareas de la casa y de sus cuatro
hermanas y hermanos incluido su hermanastro.
Khry, quería llorar, gritar a
veces hasta escaparse, pero algo dentro de ella se lo impedía puede que fuera
porque su madre muchas veces había repetido la retahíla…
— Cuanto
más endeble más querrán ellos protegerte… no debes parecer una amenaza… una
mujer no pregunta, asiente y acata… no dejes ver tus debilidades, pero tampoco
dejes que vean llorar en los momentos bajos…
Puede que erróneamente entendiera
que debía esconderse del mundo que le rodeaba cada vez que su hermana Clarissa,
cara de ángel y con poco decoro, por el contrario, había sufrido de parte de
los vecinos. Los chismes y ser la comidilla era cosa que a ella nunca le afectaría,
pero a su hermana Clarissa, le afectó hasta tal punto de que la familia,
ocultara el embarazo del hijo bastardo que había engendrado justo cuando iba
nacer su segundo hijo. Al parecer, sus fervientes ganas de cariño, según su
madre, sólo la han traído por camino de la amargura y puede que, por eso, su
madre hiciera tanto por no darles siquiera un abrazo o un elogio… a veces,
viendo a sus compañeras de clase, se preguntaba… ¿Cómo sería tener unos padres
que se sienten orgullosos de una? Pero rápidamente, pasaba a otros menesteres;
Khry tenía la capacidad de hacer su mundo más liviano, diseccionando bichos,
cazando cobayas o escribiendo conjuros junto con su hermanastro. Todos decían
que Hern era el hijo bastardo de mamá, pero a sus veinticinco los rumores
cesaron convirtiéndose en una de las familias más valoradas y afamadas de la
región. Mucho tenía que ver las clases de modales, los matrimonios concertados
y la reticencia en que no salieran ni se codearan solas ni con gente de mal
gusto… vivieron una vida cómoda durante cinco largos años con Khry a ralla y
haciendo de aya para sus primas; todo por «el bien de la familia».
Pero Krhy, sentía que aquellas
cadenas la ahogaban demasiado. Cierto banquete con otros de los bailes que
organizaba la alta sociedad se dio cuenta que no conocía nada más allá de las
fronteras de PontFicie, y para su mal augurio no sabía otros idiomas, pero todo
esto no era otra cosa que la comparación con una dama que se hacia llamar lady
Lafranc una aventurera que había conseguido lavar su imagen como mujer soltera
que viajaba por todo el mundo y era exploradora. Aquello, la entusiasmó… a su
madre la horrorizó. Comenzó a frecuentar el barco de lady Lafranc, y se hizo
con alguna que otra lectura de su biblioteca, hasta se había vestido como ella,
botas, pantalón y sombrero, junto con una capa. Todo apuntaba a que zarparían
muy pronto por el océano Atlántico en su vuelta en 80 días por el mundo. Lafranc,
invitó a Khry, sus padres querían mandarla a vivir con una tía suya que vivía en
Inglaterra para seguir con los correctivos. Incluso, Lafranc quiso intervenir,
pero no quiso; Khry, deseaba lo imposible, y por imposible era creer que sus
padres se apiadaran de ella concediéndole ir por puro acto natural. Pero sabía
muy en su interior que aquello no se iba a dar. Decidió fugarse con Lafranc y
su tripulación y su primer pensamiento eufórico cómo él sólo fue todo un éxito,
aunque llegado la fecha clave del viaje y habiendo una nota escueta, los
primeros días, se le antojaron tediosos.
Había estudiado nociones de navío,
cartografía, geografía y hasta fauna salvaje por si acaso. Nada la preparó para
comenzar a sentir que luego de un mes, todo se desmoronaría.
Atracaron en una nueva isla. Esta
albergaba lugareños mashm, Seres que eran muy recelosos de sus posesiones. En
otra ciudad, conoció a los Topotá mujeres y niños que vivían en el pulmón de un
bosque virgen alejados de la civilización, con costumbres que llevaban a cabo
las matriarcas, y que se les estaba prohibido llevar a cabo los hombres; veneraban
a la mujer tanto cómo Lafranc y Khry, luchaban por hacerse un nombre en su
ciudad.
Luego de seis meses, Khry no entendía
porque tenían que cambiar de peinado ni por qué tenían que atracar pasadas las
luces solares o porqué en las aldeas debían evitar decir sus nombres verdaderos,
así como hartarse a echar largas caminatas… una de las travesías comprendió
todo cuando sin querer husmeando por los camarotes del Velero el cual habían
hecho una transacción por una grandiosa suma, albergaba cofres llenos de oro y
joyas: Eran piratas de las aguas. Y Lafranc no lo ocultó sino que quiso
encerrar a Khry cuando esta en uno de los atracos le recriminó del engaño pero
esta se escabulló por entre el gentío. Pues se celebraba una gran ceremonia en
Almash, ciudad donde las almas perdidas encontraban su lugar por medio de la
magia.
Almash era cuatro veces más
grande que ciudad y que otras poblaciones o aldeas. Podría hacerse llamar
reino, pero no lo hacía, en vez de eso, se congregaban haciéndose llamar unos a
otros ‘camaradas’.
Su viaje la llevó hacia un paraje
inhóspito donde solo albergaba hombres desdeñosos y furiosos, a veces, olvidaba
que era ya una mujer. Unos hombres recogían las redes de un árbol mientras humedecían
su labio inferior en señal de lo que estaban avistando obviamente haciendo
sentir incómoda a Khry, que llevaba un atuendo hiperceñido junto con un escote
que hacia volverse a cada hombre con el que se topaba, la silbaran o la
persiguieran hasta el callejón, entonces ella sacaba la navaja y los amenazaba.
Algunos huian porque no querían problemas y otros… recibían tundas por parte de
Khry que entre miedo y supervivencia echaba carretera y manta a algún lugar
donde no se hicieran realidad los pensamientos sobre ella que su madre tantas
veces la había proferido…
—Eres
un blanco fácil, una mujer, unas piernas torneadas, un escote o el cabello
largo… eres un faro en medio de la oscuridad, un panal para oso…
Cogió
la navaja y se corto el cabello tan corto que ahora parecía un chico. Cabalgó varios
kilómetros hacía una aldea desierta e inhabitada y allí se hizo con un sombrero
y ropa de hombre. Ahora, ya no era Khry sino Craig.
Pero
su miedo la hacia perse por entre las montañas temiendo toda clase de peligros
nocturnos ahora que se acercaba irremediablemente al bosque hecho que creía la
llevaría a una gran selva o bien, a una aldea o nueva ciudad. No lo sabía a
ciencia cierta. Todo era posible. Se sentía insegura, las voces amenazantes de
la que había sido su madre arremetían contra la sien prometiendo no dejarla en
paz.
Cabalgó
tres días quedándose sin agua. Para cuando llegó al poblado más cercano, se
desplomó en medio de una algarabía que rugía a golpe de un sol flagrante.
—¿Dónde
estoy?
—Estás
en Almarts ‘La zona sur’ de Almash. —resolvió una voz. Pero Craig ahora le daba
vueltas la cabeza y el estómago le rugía… la voz se acercó y sintió como le
proferían agua suavemente y con delicadeza… bebió con ansia hasta toser y se
desvaneció
Había
pasado cierto tiempo. Tiempo incalculable. Craig abrió los ojos. Se sentía
renovado.
—Hola.
—dijo Khry
—Bienvenido….
O ¿debería decir… bienvenido…? — se burló su oponente con una mueca. Hecho que
hizo llevarse las manos al cuerpo para revisarse y darse cuenta de que llevaba
un camisón en vez de su ropa habitual…
—¡Dónde
está mi ropa! ¡qué me has hecho! — espeto —: has… has… . — pero no pudo
terminar la frase porque sus ojos anegados ya habían humedecido sus mejillas
—Tranquila,
no eres mi tipo…— le guiñó un ojo
En
los siguientes días Craig o ¿debería decirse Khry? Convivió con gentes que
tanto hombres y mujeres veneraban a las mujeres, pero operaban de forma
bidireccional, es decir, que tanto hombre cómo mujeres tenían potestad, y viceversa…
se sintió en casa. Pues allí escuchaban, debatían, llegaban a una clase de
acuerdos, justos y luego para celebrarlo se reunían en una hoguera para festejar
el gran hallazgo. Enuk que así se llamaba su salvador, le enseñó la lengua nativa,
le enseñó a cazar, a tejer redes y a cocinar al fuego, allí tanto hombres como
mujeres arrimaban el hombro. Llegado el momento, sintió morriña. La magia, la
civilización, los mercados, los lujos …
Enuk
supo que debía volar… allá a donde quiera que fuese.
Para
Khry fue muy dura la despedida y lloró y lloró. Se puso en marcha y volvió a
casa: Más fuerte, más decidida y segura de sí misma. Tanto era así que, al
pasar de nuevo por uno de los poblados regidos por hombres, su imponencia
ahuyentaba aquellos pobres hombres de mala vida. Llegó a encontrar a Lafranc y
la acuchilló. La noticia voló a oídos de su ciudad natal. Para cuando llegó, se
había creado una reputación sin ella proponérselo:
La valiente Khry, ahora KCraig de bellos rizos lanudos y sonrisa apacible es ahora la implacable Kcraig. Y durmió, ya podía, pues su viaje había terminado con su llegada a «casa».
¿FIN?
P.D. Soy consciente de los fallos. Quería dejarme llevar un poco y no estar pendiente de ellos.
©El Rincón de Keren
Inmensa labor.
ResponderEliminarGracias
Muchas gracias, Enrique!!!
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