¡HOLA, mis seguidores, lectores habituales, nuevos lectores!
Se podría decir que él solo quería que su presencia no fuera en vano, que su mirada fuera tomada, que sus palabras fueran también validas, tan validas como las de cualquier compañero. No obstante, la duda llegó a hacerle creer que él no valía para nada de eso. Su corazón danzaba el más alegre cuando dibujaba, escribía o cantaba. No era suficiente para ser feliz a los 16 años. Tenías que tener una cara de cine, un pelazo, no tener granitos y ser de lo más simpático y de lo más extrovertidos. Todo lo contrario a él. Entrado en carnes, con el pelo corto, con algunas espinillas, y extremadamente tímido.
Quizás nunca podría ser el más abierto de su clase pero le consolaba la idea de que era buen estudiante, tenía las cosas claras con respecto a eso, pero un día la tomaron con él precisamente por sacar la mejor nota de la clase. Él se sentía orgulloso por no haber flaqueado ni un solo momento del curso pero los insultos de los compañeros hicieron que el último año de la secundaria, fuera horrible, aprobando por los pelos y a duras penas aprobar la ESO con un suficiente.
En casa él era el rey de su habitación y el ojito derecho de su madre. Su madre, algo protectora, intuyó su cambio incluso antes de que comenzara a sacar malas notas, pero el miedo que le causaron aquellas personas con las que compartía el aula le retraía , le cohibía , no se atrevía a decir nada porque sentía que sería un chivato y aquellos tipos, no perdonaban a los chivatos. Creía que así no se metería en más problemas, pero las burlas y los constantes abucheos habían causado en él, que se convirtiera en una persona introvertida, insegura, no comprendía que debía hacer frente a aquellos desalmados, que debía contar su historia a alguien que de verdad pudiera hacer algo con todo esto. Su medrera era intensa y evidente, muchas de las cosas que pasaron entre las aulas de aquel instituto nunca fueron contadas, nunca fueron escuchadas, sin la supervisión de un profesor, sin la idea de los padres y pronto formo parte de una gran pesadilla que marcaría su presente, como jamás algo le pudo recordar que no hizo bien en ocultar su dolor, tanto físico, como emocional.
Él no es el culpable, es la víctima, y como víctima, debe ser ayudado. Contarlo no es solo ayudarse a sí mismo, sino a los que vienen detrás. No te engañes, el Bullying no es solo acoso en los colegios, también puede ocurrir en un trabajo y es igual de doloroso o peor que cuando uno tiene 16 años. No te engañes es bueno denunciar.
Una triste historia pero también una triste realidad, deberíamos ayudar más a quien nos necesita,deberíamos concienciar más sobre este tema a todo el mundo, deberíamos hacer mas de lo que se hace porque desde luego nunca es suficiente cuando alguien esta sufriendo por algo que no debería estar ocurriendo ...
ResponderEliminarHola!
EliminarEstoy totalmente de acuerdo. El problema es que la gente se calla cuando debería de hacer algo , es duro y no es fácil contarle a alguien lo que te ocurre pero hay que decirlo. En los adultos es mucho más agresivo por que no van a tener piedad pero si, deberíamos de concienciar a toda la sociedad. Gracias por tu aportación. Un gran saludo!
Una historia sin duda sacada de la realidad. Pero añadiría que todo eso pasa. Nos hacemos mayores y la Vida sonríe.
ResponderEliminar¡Hola María José!
EliminarSí, a veces nos hacemos mayores y todo eso cambia y otras veces lo arrastras contigo hasta la adultez creando en ti inseguridad e introversión. Para que eso no ocurra debemos o denunciar o contarlo a alguien que sepamos que se puede confiar y nos puede ayudar.
Leído,estoy completamente de acuerdo.
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