¡HOLA, mis seguidores, lectores habituales y nuevos lectores!
Los días no parecían tener sentido, su jefe ya le había
encargado ir a tres empresas corporativas a las que dar una charla para una
nueva cooperación. Charla que debía ser bien comunicada. Por ahora no se hacían
envíos internacionales, pasar las notas ya habituales para los encargos y
posibles detalles que parecía que era lo único en lo que, por casualidad, nadie
fallaba. Ello tenía la explicación de que se les había mencionado tajantemente
que se debía obsequiar al comprador por un limite de compras establecidas.
Aquello también fue difundido a través de charlas simultaneas que como una
telaraña se propagaba.
Había citas concertadas los nuevos cooperantes a lo largo de
los próximos seis meses si aquello no era trabajo, que bajara Dios, y los
fulminara.
Si todo aquel embrollo no acababa en una buena dicha, las
navidades serían los números negros de un inmenso regalo que se prolongaría, al
menos tres años. ¿Y a quien le tocaría receptar cooperantes? Sin duda, a ella.
La mañana se dividía entre sesiones de cuatro horas al mas
puro estilo informativo y como buena captadora también formativo. El
descafeinado se convirtió en cafeinado y ya entrados en la nueva odisea de las
nuevas contrataciones se añadía el ya habitual estrés, los innumerables correos
de largas hojas en Excel con todo lo que representaría, supuestamente, todo lo
de los próximos tres años. Había que ser precavido pero esta nueva situación no
hacia más que quitarle horas de sueño y aunque algunos pensaran que ser socia
de la empresa con aspiración a un nuevo mando directivo le hacia no pretender
querer días de descanso por aquello de estar soltera, lo cierto es que le apetecía
un descanso.
Imagen retocada Google |
Las calles de Madrid o las de Barcelona si en algo se
parecían es que estaban repletas de gente, las compras y descuentos estaban a
la vista y eso, la gente lo sabía. Caminando por las calles de Madrid y con el
periódico bajo el brazo, el café para llevar conseguía con creces mantenerse
caliente en ese corto trayecto. Con la mirada puesta en los escaparates su gran
idea llegó de sopetón. Por lo que envió un correo a su coordinador y reunió a
los más de veinte empleados que estaban a su cargo para exponerles la idea que
llegó a su mente. No es que fuera algo novedoso, pero si que podría ser funcional
y ahorraría tiempo en correos innecesarios.
La idea era instalarse en Barcelona, para intentar dirigir
desde allí a las nuevas oficinas, informar y formar, para un mejor
funcionamiento de un proyecto en el que Barcelona les era un punto potencial.
Se sometió a votación. Se sopesaron todos los posibles contratiempos,
pero se llegó a la conclusión de que era la mejor solución.
Parecía que sería más trabajo, pero las tareas más
rutinarias estaban casi hechas y lo único obligatorio, debido a su bien atada
agenda, era la contratación que no corría de su cuenta. Esa era la idea. Podría
descansar y hablar directamente con los cooperantes sin necesidad de mandar a
otra persona, además de tomarle menos horas en el despacho o en alguna reunión
por Skype.
Tomó un avión y en dos horas estuvo instalada y al día de
todo lo que ocurría en la nueva sede.
Sus tardes las pasaba por un pueblecito al que se retiraba
para desconectar de la ajetreada vida. Algunos la observaban como la pija que
venía a dar de comer a los patos debido a la frecuencia con la que solía
pasearse por allí y fue esa frecuencia la que le hacia toparse con un hombre
que vivía en una casita de piedra, puerta de madera, con las repisas de las
ventanas ataviadas con generosas flores cual más llamativa y rara que había
visto en toda su vida.
Para ver la estampa solo tenía que bajar el camino de tierra
que se perdía entre un bosque, poco frondoso, por el que a su derecha cruzaba
un río y que además había un puente adoquinado que recordaba al de los cuentos
como Caperucita Roja o Hansel y Gretel.
Habían establecido las miradas mientras ella desde el puente
le veía cortar madera con el hacha. ¿A caso estaban en la edad de piedra? Con
lo fácil que es comprar madera cortada y la tenia que desmenuzar el mismo… Lo
cierto es que estaban a más de dos horas de la capital y encontrar una tienda
era casi imposible.
Ella le miraba desde el puente. En cada tanda apilada de
madera, el hombre lo llevaba a un aparto lugar que no lograba ver desde su
posición todas las tardes a la misma hora. Ella se recreaba observándolo e
imaginando, pero aquello pasó a ser casi como espiar. Por lo que aunque ella
quería seguir averiguando cosas de él llegó a la conclusión de que lo que hacía,
sin a haber mediado únicamente un “hola” o un “Buenas tardes”, estaba mal.
Decidió volver aquella tarde directamente al hotel y allí
después de repasar algunos documentos, aprovechar para dormir una siesta, que
falta le hacía.
El despertador sonó con la etiqueta informativa de: “Reunión
a las 22:00H”. Cogió todo lo necesario y lo depositó en su bolsa. Acto seguido,
se duchó, se acicaló y después de darle un ultimo vistazo a lo que debían
revisar esa noche en el móvil, salió en dirección a la puerta que daba al
pasillo del hotel, no sin antes coger la tarjeta identificadora de la habitación.
Con un simple clic cerró la puerta. Volvió a revisar que lo llevaba todo e
introdujo la tarjeta en el bolsillo del bolso al mismo tiempo que se acercaba
al ascensor a tan solo unos metros, pero iba tan ensimismada en la reunión que
topó como con alguien sin querer. Al enfocar la mirada en su cara y hacer un
escaneo rápido de a quien había empujado vio a un hombre con camisa a cuadros,
roja y negra, algo musculoso y con buen porte. Ella se disculpó después de ese
rápido reconocimiento, sin embargo, algo le decía que ese hombre y ella, ya se
habían visto en otra ocasión pensó que
debía concentrarse en la reunión mientras los dos accedían al interior del
ascensor:
- - ¿Nos conocemos? - dijo él inspeccionándola de
arriba abajo.
Ella lo miró de reojo
mientras trataba de concentrarse y accionar al mismo tiempo el botón de la
primera planta.
- -Yo creo que no nos conocemos, pero … - volvió
echar un ultimo vistazo tratando de hacer memoria – No creo. Lo siento, debe de
haberme confundido con otra persona.
- - Quizás … sea la ocasión perfecta para conocernos
– se asoma una sonrisa entre dientes y ella aparta la mirada y la fija en las
puertas del ascensor.
- -Venga, será divertido… -Añade- ya sabe, por eso
de la navidad y el espíritu…
- -Perdone, soy una mujer muy ocupada.
- - ¿A sí? Déjeme adivinar… ¿Una reunión?
- - Sí, ¿Cómo lo ha sabido?
- -El… espíritu navideño – dice con una sonrisa
amplia y perfecta. Ella sonríe- Perdón, no me he presentado. Mi nombre es
Alberto, vivo a unas horas de la capital y he venido a ver a mi hermano que ha
venido de visita a la ciudad. Se ha negado a quedarse en mi casa. Ya ves, ¿qué
tienen de malo mi casa o los pueblos? -Sonríe, pero ella acaba de darse cuenta
que este hombre tal vez sea el hombre al que solía saludar todas estas semanas
solo que él, ni tan siquiera se había dado cuenta de quién era ella. Trató de
averiguar más. Aquello tenía que ser una mera coincidencia.
- -Yo soy Isabel, mi empresa fundara una nueva sede
aquí en Barcelona… y me he alojado aquí … para estar al tanto de todo. Disculpe… ¿de
qué pueblo decía que venía?
- - ¡Ah! ¡Que torpe! Sí, de Caldes de Mont bui, pero
pronto me iré de allí- Su expresión cambia, pero de nuevo emplea otra sonrisa.
Esta vez forzada. Ella se da cuenta de que es el mismo pueblo al que había
estado acudiendo todos estos días. Quería salir de allí como fuere - En serio,
deberías quedar conmigo. Como amigos. No quiero nada raro.
-
- - Lo siento, tengo una reunión y no sé a qué hora acabaré.
- dice entrecortada
- -Bueno al menos dame tu número ¿No?
- - ¿Se ha creído usted que voy dando mi número al
tun tun o al primero que pasa? – Enfureció.
- - Hombre no, pero deduzco que le hace falta pasar
un buen rato. Quiero decir, una buena conversación, un vino…
- - Buenas noches Alberto.
Sale del ascensor indignada en dirección al mostrador para
dejar la tarjeta e ir a la sala de reuniones que el hotel había dispuesto para
la empresa y al girarse, ve a Alberto desaparecer por la puerta principal del
hotel.
El destino había querido ser dichoso con ella y le había
traído como regalo a un hombre. Un hombre que, a su parecer, parecía otra cosa desde
el puente en el que lo vio semanas atrás. Pudo ser una casualidad o no. Pero
una cosa tenía clara a veces las personas no son lo que parecen ni de lejos.
Hola Keren, una narración estupenda y muy bien llevada. Como decía la canción de Macaco: coincidir, coincidir. Me gustan estos relatos urbanos y más como lo has expresado tú, con el contrapunto rural.
ResponderEliminarMe he quedado con ganas de un beso, no yo ja, ja, ja, sino entre tus protagonistas. Pero este final es realista, y ello le da rigor a tu relato. Un abrazo y feliz viernes.
Hola,
EliminarEntiendo que el anterior le falta algo más de ingenio pero yo le encontraba su punto. Este en cambio, es puedo decir que me salió rodado. Quería que la protagonista, Isabel, fuera una mujer ocupada para destacar que se puede ser una mujer exitosa y que no hace falta pareja. No se si se ha notado. A ver que comentar los demás internautas. Gracias por tu paso por el Rincón. Un saludo!!