Relato Corto: Nefelibata

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Un mensaje entra. Bromeamos, me tiras de lengua para que te cuente de mi. Pero los dos sabemos que si uno no da más en este tira y afloja, nada ocurrirá. 

Solía comenzar las mañanas con el café y la primera iluminación de las calles que ahora, algo somnolientas, me hacían respirar tranquila. No solo por el sosiego del silencio instaurado en ese micro momento para no pensar en otra cosa que no fuera café en vena. Si por algo se caracterizaban las mañanas eran los sonidos del móvil anunciando el mensaje que entraba. 

Su nombre, que más daría. Solía mirar cada conversación concretando en cada explicación, cada detalle. Y... o uno tenía mucho que hacer o el otro estaba haciendo sus cosas. Parecía que no nos atrevíamos a dar ningún paso. Me soltaste un «Ten cuidado» y mi mente navegó imaginándome en tu casa tomando algo en la terraza de tu casa. Imaginaba que tu casa así como tu carácter, acogedor pero al mismo duro, hacían que mi sonrisa te ablandara y me abrazaras en una mañana se sabanas y televisión. Pero de pronto estamos en el sofá, como en una fiesta, y tu me miras, me inspeccionas con esa mirada que alega que te he ganado solo con una sonrisa... ¿Una sonrisa? en mi mente, te veo cómo paseamos por el bosque mientras jugamos a hacernos cosquillas. Pero al mismo tiempo no dejas tu carácter duro y otras veces huraño. 

En mi mente, esa mente mía no distingo el momento en que comenzamos a vernos. Sé que siempre hemos estado muy unidos. Así, y con todo, vago por las paginas de la novela imaginando toda clase de caricias, toda clase de citas contigo. Recalcando ese semblante serio en tu rostro. Y qué le vamos hacer si aunque te haces el duro me regalas momentos de templanza e intelectualidad, risas y muchos abrazos:

-¿Me estas oyendo Natalia? vamos a comer. 

Despierto del enajenamiento contigo y me obligo a comer, vagando en el más puro escenario en el que se te apareces en el salón de mi casa, a mi lado, en compañía tuya. Suspiro pero no me doy cuenta y mi compañera balbucea «Esta chica está cada día peor». Aunque la oigo solo nuestras miradas confieren el verdadero almuerzo. Tardo varios minutos en darme cuenta que he acabado de comer y llevo al fregadero los platos y el vaso. Me oculto en mi cueva a volver a pensarte, imaginarte, ilusos recuerdos nunca vividos e implantados para sobrevivir a lo que podría ser, y nunca sucederá. 

Entra un mensaje y todo cambia. Me espetas lo rara que soy, el carácter extraño que no entiendes de mi, pero mi mente sigue divagando en el «nosotros» esta vez en mi cama, en la intimidad de una serie y un bol de palomitas donde nuestros cuerpos, envueltos de sabanas y manta no pueden resistirse a tocarse, palparse. Se me humedecen los labios y cuando quiero darme cuenta las partes bajas también. 

Entra otro mensaje: «No eres mi tipo» pero esta vez, salgo del ensimismamiento con una gran copa de helado y cinco kilos  de más. 

Quizás nunca seremos nada, pero fue bonito pensarte, imaginarte en mis pensamientos encontrarte. Siempre te... en perenne pero en los secretos más profundos.  

©️El Rincón de Keren


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4 comentarios

  1. Hola Keren, los relatos narrados en primera persona aportan una cercanía muy especial con el lector. Si, además, se trata de un relato en el que las relaciones personales y la imaginación se conjugan como es el caso la lectura se hace muy amena. Un gran saludo escritora.

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    1. Hola Miguel,
      ¡Has acertado de pleno! Llevaba unos días en los que quería hacer un relato en el que acercar a las mujeres. No quedó del todo bien. Lo sé. Pero bueno, la idea ha quedado plasmada.

      Me alegra que te haya gustado.
      Gracias por leer.

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  2. Es un brillante relato. Ya lo creo.
    Un abrazo.

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