Relato: "Y se dijo que NO"

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A veces, esconde la cara entre las manos como si así, no le fueran a absorber los sentimientos. Como si así,  el reflejo de los sentimientos no fuera a ser visible. Algo hay en su interior que reprime, pero como todas las veces que recuerda, así, en ese amargo sentir, las voces de un padre se suceden «Déjate de sensiblerías, que no es para tanto» y ahí, se dice una y otra vez «No es para tanto» como si así las ganas de marearse o de vomitar  por tanto,  y tanto sentido, comprimiéndolos,  así, no fueran a salir a la superfície. 

Pero con ella, todo era raro, algo impensable, casi fuera de lo normal. Ella le aspiraba a ser mejor persona, y cuando ella, ella, que siempre le hacía pensar en lo correcto, e incluso, qué era la mejor opción en cada situación, y no llevaba razón, no se decía aquello, sino que la hacía entender que estaba equivocada. En su interior, casi con vértigo, por decir la verdad, por salir de ese fuero satisfactor, se dijo que no debía hacerlo, que debía decirle que llevaba razón o  asentir y luego hacer lo que le diera la gana, pero se había prometido que no daría un paso más en aquella dirección. 

Las mañanas comenzaban paseando al perro del vecino. Vaya usted a saber porqué diantres si él, tenía trabajo a las nueve de la mañana. Tenía que pasearlos: dos chihuahua y las bolsitas empaquetadoras para los regalitos que dejaban. Que para la buena verdad, ser pequeño no tenía nada que ver con el tamaño de aquello que salía de sus diminutos cuerpos. 
Fernando, lo odiaba: tener que recogerlos, pero un día su vecino no tenía con quien dejar a los compañeros endiablados, y desde entonces, pasea a las seis de la mañana a esos diablillos. Sí, los muy listos ladraban a todo lo que se muevía, aun siendo más pequeños que los contrincantes. Aquello se volvía una lucha en la que los ladridos iban subiendo los decibelios a ver cual era más sonoro. Por suerte, son pequeños, y los puede acercar al pecho, y salir de esa situación. Aunque desde aquel día, desde ese día, había dicho que no al vecino, con tal de poder dormir una hora más. Este no le recriminó, pero aunque siguió preguntándole cuando podría, Fer se dijo que no vacilaría ni un segundo en decir un no. Un grande y rotundo no. 

Salía de casa a las siete de la mañana todo fresco, se acercaba al Starbucks y después de una cola lenta e inmensa, se iba al coche, se lo bebía con parsimonia y pasaba de las mujeres que siempre se daban coba con el último cotilleo del día diciendo un «¡Que es para hoy!» Siempre le había dado miedo decir algo así, y más, delante de tanta gente. Pero esta vez, fue distinto. Tenía que hacerse notar. Y aquello dio paso a un ágil trabajo en el que en menos de cinco minutos, se le preparó un rico café sin ninguna pasta, pues aunque se haya negado a esperar, le daba miedo que no quisieran darle nada por haber sido, a su parecer, algo grosero. Pero esa llamita interior, le decía que no, que lo estaba haciendo bien. Y el placer de tomarse ese café tal y como le gustaba, evidenciaba la función realizada a escasos momentos con un sensación de plenitud. 

Llegaba a la oficina, fichaba y se ordenaba el trabajo de aquella mañana. Muchos compañeros le habían echo pasar madrugadas en vela. Pues no. Se dijo que nunca más. Y eso, le costaría más. Un canglio se apoderaba de su ser más pequeño, y el grande, el de la plenitud, confiado, le animaba a seguir la rutina de aquel No. «¡NO! no voy hace más trabajos que no son ni de mi área, ni de mi incumbencia. ¡Apañáoslas!» Al principio un leve nerviosismo se apoderaba de él, pero luego, como si de magia se tratara, esa plenitud volvía a ensancharse. Se había hecho grande, grande por dentro. Y no era que aquello le fuera a sacar de la miseria, pero al menos, viviría tranquilo y en consecuencia con lo que el de verdad quería. 

Aquella semana, el vecino preparó un regalo y un café en la salita de su comedor. Los compañeros organizaron una fiesta en su honor: le habían ascendido, las chicas de la cafetería se acordaron de su nombre, y aquel mismo fin de mes... se fue de vacaciones, porque no, no iba a trabajar horas de más, para cobrar un misero sueldo que no cubren todas las horas que estaba echando. 

Y sería la voz de su padre, la de la chica que le gustaba, la del vecino, la de las chicas de la cafetería o la de los compañeros de trabajo, no lo sabía, en realidad, tanto le daba. Pues había encontrado, la manera perfecta de no herirse por dentro. Y feliz, lo era un rato. Pero grande. 


©️El Rincón de Keren 

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6 comentarios

  1. ¡Hola Keren!

    Encantado de volver a leerte. Espero que hayas tenido un buen verano.

    Respecto al relato está muy bien hilado. Creo, además, que ese: "Se dijo que no" está plenamente justificado. La vida es eso en definitiva. Toma de decisiones, atrevimiento y riesgo.

    Saludos escritora.

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    1. Hola Miguel,

      ¡Bien! veo que has captado la esencia del relato.

      El verano muy bien, ahora a cargar la pila. Con algunos contratiempos pero adelante al fin y al cabo.

      Saludos, cinefilo!!

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  2. Ojalá todos fuésemos capaces de decir ese NO. Ayer lo dije yo y hoy me siento mal y culpable. Hay que aprender.
    Besotes

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    1. Hola Violeta J. !!
      Es un proceso duro. Duro porque las emociones juegan un papel importante y nos hacen, como dices, sentir culpable. Pero a largo plazo, puede ser muy beneficioso para nosotros. No dejes de intentarlo, verás qué bueno. Cuestionate si lo que querías era decir que si, para luego sentirte incómoda, si eso es lo que realmente querías.

      Espero que tengas un buen día.
      Saludos y espero verte otra vez por aquí.

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  3. Estupendo relato.
    Y saber decir No en el momento justo, te puede salvar de muchos problemas.
    Un abrazo.

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    1. Hola Amalia,
      coincido totalmente contigo. Muchas gracias por tu asiduidad.
      Abazos!!

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