Relato Corto: Ella, él y yo



¡ Para todas ellas !



Ojalá ninguna mujer tenga que ceder a su libertad
ni a sus pasiones, ni sus deseos. 
Ojalá se eleven, 
Ojala hagan la maleta, 
se vayan, sea como sea la maleta. 
Más grande o más pequeña
Dejándo a un lado el dolor, 
solo saliendo ahí. 

ÚNICAMENTE POR ELLAS

Este relato nace de un café a solas, 
un pensamiento dañino, 
y muchas tardes de irritación con el pesar de las relaciones. 

Llegando a extremos, 
Llegando a todo lo que hace llorar 
y lo que el silencio, la culpa y todos lo que se lleva la posesión
por el miedo. 




Creía que todo lo que ocurría entre él y ella era cosa del destino. A lo mejor, no supe ver aquello que ellos no demostraban. A veces, juro que sentí celos al verlos tan felices, tan llenos de goce, pero lo cierto era que no eran felices. Ni él, ni ella. 

Cuando se reunían con todos los amigos, el agasajaba a la novia, y ella, era pura compresión y calma. Hasta que un día, la vi tan triste que algo en mi, se rompió al saber que aquel bastardo, solo jugaba con ella. Al parecer, él, jugaba a esconder sus sentimientos, a salir a tomar todas esas cervezas perdidas que ahora ya no se bebe con tal de hacerla sufrir por el hecho de que ahora, él ya no se ve sin ella.

Ella, que ni buena ni mala. Ella que también se le podía recriminar lo mandona que podía llegar a ser pero siempre por el bien de la relación. Y es que a veces, pecaba de buena. Ya se sabe que de buena, tonta. Y él, que lo sabía, se crecía entre sabanas, mientras ella se entregaba a él, en momentos íntimos en los que nunca le dijo que no a nada, a nada. 
Ella que, no tenía el valor para irse y decirle a la cara que cada vez que ella no conseguía algo en su entorno laboral, se enfadaba y se entristecía, él cómo para castigarla, se cabreaba si cabe más. Y aunque ella me lo explicaba con la furiosidad del que está enfadado, supe que en ella albergaba la ausencia y el abandono de no ser comprendida. 

En él, claro que había amor, claro que se preocupaba por ella. Pero ella le había permitido demasiadas cosas por tal de que hubiera un mínimo de paz y de apoyo el uno en el otro. Lo que él interpretaba cómo la excusa perfecta para hacer y deshacer a su antojo sin tener en cuenta los deseos y los anhelos de esta que se desvivía por él. 
Tanto dio por el, tanto gastó por él, tanta miseria pasaron, tantos llantos, nervios y miedo, para que él dijera que ella, también se pasaba, que se las traía. Claro que ella podría haber sido más paciente mientras él hubo estado tantos años en paro, o si la apuras por todas obligaciones que asumía a pesar de su enfermedad. Ella, que además de la casa, a las tres de la madrugada, intentaba dedicarse a sus placeres y hobbies. Mientras él, ella me aseguraba que no tenía idea alguna, de cómo se administraba la casa. Él, el que jugaba a que ella mandaba cuando por una discusión, la pellizcó tan fuerte que le salió un moretón en la pierna y un empujón de ella y otro del él, obligan al respeto a marcharse. 

Me hubiera gustado, decir que ella no tendría que haberle empujado, que ella no tendría que haberle insultado, que ella, tendría que haber sido más despreocupada, ir a su bola. No darle tanto poder. Entrar y salir. No volver temprano y que él, fuera de su comodidad y tranquilidad de hombre que no se preocupa, sintiera ese miedo que te come hasta las entrañas por saber que la puede perder. Pero el amor, el verdadero amor, ofrece, da tanto que a veces, no es consciente del ego que hay que contener por egoísmo. Para no ser desvalorizada. Me hubiera gustado tanto haberme ido con ella... a donde fuera, si ella, me lo hubiera contado antes... Si el moretón de la pierna hubiera permanecido más tiempo, y lo hubiera visto, si ese «hombre» de verdad algo sintiera respeto y la valía de su mujer... qué hago yo aquí intentando contener la rabia que siento al verla preocupada porque le estoy pagando un café, asegurando que ella paga, que no pasa nada. No sabe lo que es una princesa o una reina. Ella que tanto mundo ha querido ver desde pequeña, ella que con cada pequeña cosa, reía y lloraba de jolgorio. Ella, ... Sé que si le habló mal, fue por impotencia. Que si le consintió más de la cuenta, fue porque le quería, ella, que al mal estar le topó un «Pues si estas mal, vete a un psicólogo» ella que sola había sido su propia psicóloga, ahora que veía el aire a todos sus agobios, con tal de estar bien en la relación, apostó por una buena salud emocional que por aquel entonces, no le hacía falta, mientras se marchitaba por pensar que estaba mal. Ella misma iba sintiendo que no estaba bien , cuando brillaba. ¡¡ Joder si brillaba !!  había encontrado su verdadera vocación y él, un poco por celos, otro por miedo, se daba cuenta que la podía perder porque cariño: 

Con todo lo que has conseguido estando rota y con una enfermedad, brillas ¡Cojones! ¡NO NECESITAS A UN HOMBRE! Ese momento lo recuerdo cuando él hablaba de lo suyo, y ella, a escondidas, se hablaba con las otras casi con miedo, casi desmereciendo todos los premios que había conseguido, la evolución de su estado, su curiosidad, su palique para hablar de tantos temas y de los que no entendía, hacia por querer entender. Pero sabía que cuanto más curiosa fuera, más fácil sería seguir adquiriendo esa valía. Tuvieron que pasar demasiados años, quizás gracias al no tener que oírla quejándose de su situación ella encontró lo que siempre había sido antes de conocerse: Una mujer insaciable por aprender. Y él lo sabía, y por ello nunca le preguntaba por sus quéhaceres, pero no los de la casa, sino sus anhelos, sus pasiones. Que a duras penas dormía por las noches dedicadas en vela. Eso si me lo contaba, no entendía el motivo de quedarse hasta altas horas de la noche retocando, escribiendo, rebuscando información, con libretas llenas de información a la que siempre acudía. Él, que en cierto modo, sentía que no podía hacerla feliz, se despreocupaba y se preocupaba por no poder agasajarla realmente. Porque sabía que alguna día la perdería, y ya no habría vuelta atrás. 

Una maleta medio vacía. algo de ropa interior, libros, libretas pero no una casa y escasa ropa. 
¡Adiós...!

Pero su cuerpo, 
ahora bloqueada y quieta no la deja irse 
la impotencia y las ganas desaforadas
la rompen en un llanto lleno de culpabilidad. 
en el que ni salir, ni quedarse 
un sin vivir. 

Ataque de nervios... 

Pero ese día llega, 

Pero no sabe si demasiado tarde. 
El caso es que está aprendiendo a sonreír. 


©️El Rincón de Keren




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