Prosa: Pájaro azul (...Y volar)

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Artista: Ellen Chan
Medio: Pixabay y Canva

RELATO:

Distante en el tiempo, me pregunto cuántos relojes de arena hacen falta para dejar atrás los pensamientos que se suceden en tanto que la noche se arrecia cual más ojos café se empeña en hacerte recordar que estás sola aunque la mirada, es una droga que almacenada en tus pupilas, arremete con el insomnio, en la azotea avecinan los tiempo en los que ni libertad ni colores. A veces, las calles se tiñen de un color sepia que no se distingue apenas con el paso de los días, con el paso calmado de la vida en las calles. Nos resistimos a dejarnos ir en soledad, nos resistimos a dejar atrás esa vida en sociedad, en amistad o familiar. ¿Cuántos vasos de agua hacen falta para mirar con la mirada limpia a lo que realmente importa?




Los pájaros pian, las gallinas ya no cantan al albor, los pájaros van cogiendo el espacio de mis paseos, las calles, tan llenas como vacías, anidan lo mismo que mi corazón en el habitáculo y la pluma, los pájaros son el sonido de mis latidos ahora que se que el amor que me tenía se me cuestiona al no poder ver a aquellos allegados, con el miedo, con la desdicha de algunos que se han ido, con el miedo de los que ahora padecen y luego no sabes qué ocurrirá. 



Los albores, parecen otros cuando el cansancio rocía de gotas mi frente y emano de la cafetera aroma de del café regenerador, me tiemblan las manos al escuchar esa canción que motivada, rompiendo el silencio de mi casa, me eriza la piel y vuelvo a mis lecturas. Quizás un tanto huraña, pero aceptando cada conversación que surge, la sonrisa que se ensancha a la dicha de una letra, una vocal o un sonido. Alexa ha vuelto a decir me que no me entiende. Deben ser las únicas palabras que he entendido hoy sin haber salido a la llamada de la barriga a por algo de comida. 


Y sin embargo, los que nos quedamos, sentimos que el mundo se nos viene encima, la calima es ahora el no vernos en pareja, el tiempo en el que hemos dejado a la dicha de vernos envueltos de amor y cariño, comprensión o apoyo, en los restos de una almohada que humedecida, se olvida cada mañana para poder dejar que entre lo bueno, lo realmente importante, lo que de verdad importa y sigo con el café, me transporta a la cafetería donde estaba... y sueño... sueño despierta... donde la lectura es la literatura de una calle que siempre tiene algo que contar: El repartidor que frenético en sus horas al minutero hecha más horas que un condenao', la niña que se ha arreglado y habla por teléfono para ver si se puede ver con sus amigas, un grupito de gente, con las mascarillas y la vecindad saludándose, los besos que quedan fríos, vacíos y ocultos tras la mascarilla de la salud. El frío es la ínvida existencia de las calles sin rostro. 

Centellean los ojos de los más pequeños, con una pelota o una salida. Aun me pregunto si es inconsciencia o la verdadera esencia de una vida  bien vivida, que ahora mismo no vemos por que hemos perdido ese centro que nos sostenía mientras asegurados, nos teníamos los unos a los otros. 


Sigo oyendo al pájaro que pía sin parar, debe haber perdido el rumbo, pero el clima no es el más frío, y me pregunto si yo también habré perdido el rumbo, si yo alguna vez pude volar tan alto, siquiera, hasta donde me hacía feliz ¿Sabre encontrar el camino de regreso? 


El camino, ahora lo hago en angostos sentimientos que tras un muro me derrumba la rabia, el miedo, la frustración o el cambio inusual de las estancias... pero sigo con el café después de la caminata y es que la conexión con la canina, ahora es la vía de escape para los más responsables. A los lugares de verde donde recorre el alma relajante, con la impronta de los dueños en las habilidades a enseñar a su perros cual nombres más ocurrentes y conversaciones más alegres, puede que aun quede esperanza, puede que no esté todo perdido, puede que mi alma.. en realidad esté buscando el verdadero latir, y la sonrisa o el corazón se ensancha lo más grande e inconmensurable, pues la vida se compone de esas pequeña cosas que aunque pasan inadvertidas... muere una punzada tras la trampilla en contraposición de la alegría que va ganando terreno. 


Soy, ahora el momento en el que me doy ese cobijo, porque aunque no lo he visto ayer lo veo ahora, un techo, un alimento, una salida, aunque esta sea corta, un amigo, aunque sea un canino, y las despreocupadas conversaciones esporádicas. Creo que hoy, puede ser un avance puede que mañana mi corazón no dance tanto, pero sabré que me deslizaré entre el aroma de lo que aun tengo... y volaré...


©El Rincón de Keren

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6 comentarios

  1. Hola Keren.
    Son tiempos que más que pensar en elementos o experiencias físicas, es más a nivel interior y de disfrutar de las actividades que el hogar ofrece. Por ejemplo escuchar ese pájaro que es el protagonista de este escrito ;-)

    ¡Saludos!

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    1. Hola, Vanessa!!
      cierto, creo que ahora toca ese espacio que tanto nos cuesta. Pero que hemos aprendido a valorar.

      ¡Saludos!

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  2. El relato muestra bastante bien todas las incertidumbres que nos acechan, el vacío, la orfandad que nos ha traído el coronavirus. Felicidades.
    ¡Saludos!

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  3. Aunque no cante ni trino soy un ave y te entiendo .buen relato!!!

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