¡Hola, mis seguidores, lectores habituales y nuevos lectores!
Le conocí por internet y pronto hicimos amistad. Luego de
darnos los números de teléfono tras un mes hablando por la aplicación,
acordamos que algún día teníamos que conocernos. Pero nada me preparaba para
las diferentes señales.
JUAN
“¿Qué haces? No he dejado de pensar en ti.
MARÍA
“Estoy preparando la comida. Yo tampoco he dejado de pensar
en ti, la conversación de ayer estuvo muy bien”
JUAN
“Ojalá estuviéramos más cerca para tomarnos ese café
pendiente”
MARÍA
“Lo deseo con todas mis fuerzas. Estaría muy bien”
Las semanas pasaban y cada vez nos cogíamos más confianza
hasta tal punto de llamarnos “cariño” o “cielo”. Había algo que me abrumaba y
era que a todas horas me preguntaba qué estaba haciendo, pero lo atribuí a que
se preocupaba por lo que hacía y por lo que me gustaba.
El gran día llegó un 14 de septiembre en la ciudad de
Barcelona donde él hizo un trayecto de 24 horas para vernos ese fin de semana.
Al principio, estuvimos algo tímidos en entablar conversación, pero poco a poco
nos fuimos habituando y rememorando las conversaciones mantenidas. Aquella
noche, yacimos en un hotel que él pagó con la promesa de vernos otra vez.
Sorprendentemente, no dejó de hablarme. Seguimos hablando a
menudo y a veces, él se escapaba del trabajo para tener una llamada telefónica
conmigo. Adoraba que dejara todo por estar por mi. Tiempo después programé un viaje
para ir a verle a su ciudad. Ese fue el comienzo de unos viajes, unas veces él
y otras yo, en las que nos deseábamos, sobre todo, en la cama, hasta que, una
mañana observé su tez tan blanquecina, descubriendo que consumía drogas. Le
dejé claro que a mi esa cosa no me iba en una de mis visitas a su casa.
—¿O las drogas o yo?
—…
El primer acto de amor, fue el dejar las drogas por mí. Todo
marchaba bien. Era pletórica. Pero, en una de esas conversaciones, salió el
tema de irse a vivir juntos. Me ilusioné sorprendiéndome a misma dejando todo,
mi ciudad, mis estudios y mi trabajo por él. Estaba enamorada. Me daba igual
todo, quería estar con él. Pero él no parecía muy entusiasmado. Escogimos un
piso y con el dinero que yo tenía más lo que él cobraba, adquirimos un piso de alquiler
monísimo pero que salía un ojo de la cara. Su familia nos advirtió de las
consecuencias de tener que pagar un elevado alquiler. Éramos jóvenes, nos daba igual,
pero ese fue el primer indicio de que todo iría mal. No podía hacer frente a
los pagos, él se quedó sin trabajo y asumí la carga de tener que mantenernos a
los dos. Caí en depresión porque el había vivido una vida muy lujosa y de caprichos.
Siempre aparecía con algo nuevo ultimo modelo. Muchas veces pensaba en dejarlo
todo y volver a casa de mis padres, pero me daba vergüenza admitir que no había
conseguido mi objetivo de ser feliz independiente y lo peor, que mi madre, me
había advertido sobre su actitud.
A partir de ese momento, dejábamos y volvíamos a la
relación. Pronto, se convirtió en costumbre y finalmente en acusaciones de
quien lo hacía mejor o peor en la relación, la falta de respeto y las malas
palabras derivaron en el estrés del que no podía deshacerme, pese a todos, viajábamos
para recomponer el amor que creíamos que aun quedaba, con falsas promesas de
arreglo, pero lo que no funciona desde un principio, mal acaba.
Un buen día, comencé de nuevo a estudiar, a ocupar mi vida y dejar de estar pendiente de él y el tener que ser tan responsable por los dos.
Quería ser dueña de mi misma. Sentir que me dedicaba tiempo y pensaba en mi
misma. Aquello supuso celos y peleas, en las que las agresiones fueron plato del
día.
El momento que determinaría un antes y un después, fue cuando
en una discusión, me clavó un bolígrafo en la pierna. En ese instante, lo tuve
claro. Debía terminar de raíz con lo que quiera que hubiera comenzado, pero me
aterrorizaba volver a mi ciudad natal, ¿Y si me encontraba? ¿Qué sería de mi si
rompía la relación? Una ultima relación
confirmo mis decisiones era dejar la relación o seguir en una espiral de
malestar que nunca cesaría.
Reuní mis pocas pertenencias y me marché de casa apostando
por mí, con el miedo a que mi madre me dijera “Te lo dije”.
©El Rincón de Keren
¡Hola! El formato del micro es muy actual, en cuanto a entablar una relación en la distancia y escribir los diálogos como mensajes de texto, esto ha sido muy buen detalle. Por otra parte, en cuanto a la historia, creo que podemos sacar en claro que aunque se tomen decisiones que salgan mal (extendido a cualquier ámbito de la vida), debemos tratar de levantarnos tras la caída.
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Hola, Auxi! Creo que ante una situación difícil, a veces, es más el poder darse cuenta de que no te conviene, la familia, en realidad, es el mejor bálsamo. Ahora bien, aquí hay algo, y es que, a veces creemos que lo que nos dice nuestra familia es por un mal y otra que la pareja con la que mantenemos la relación, nos haga creer que nuestra familia no nos quiere. De todo se sale, pero es importante darse importancia en la medida en la que, no se acabe siendo dependiente ni se dañe a una misma, y si se hace al menos, darse cuenta de que es lo que no le conviene. Solo una misma puede cambiar la carrera, domarla y llevar la vida, como una quiere. Gracias por pasar por el blog y tu asiduidad a mi espacio.
EliminarHay que reconocer las equivocaciones. Más vale un "te lo dije" que una infelicidad duradera. La próxima vez puede ser algo más cortante lo que rompa la carne.
ResponderEliminarHola, ¿sabías que el perfil del agresor se asegura de hacerte creer que no te va a perdonar tu familia, recordandote las fallas entre tu familia y tú? y... En efecto, es mejor un "te lo dije" a pasar una vida de infelicidad porque solo tenemos una vida y solo tenemos una oportunidad. Me alegra verte por aquí, espero que estés bien. SALUDOS!!
EliminarBuen relato! Hay personas de las que es mejor alejarse. Saludos!
ResponderEliminarHola, Ana!! Bienvenida a El Rincón de Keren , estoy de acuerdo, hay personas que más vale tener lejos que en tu círculo. Con personas así, es mejor quedarse sola. Me alegra que te haya gustado el relato. Saludos y gracias por pasar por el blog. Feliz domingo!!
EliminarHola, Keren.
ResponderEliminarReflejas muy bien ese miedo al "te lo dije" que ninguna persona quisiera escuchar jamás. Luego o mejor dicho anteriormente: la pasión, la ilusión, la convivencia, el maltrato y con él la desilusión de una apuesta fallida. Pero nunca es tarde para comenzar de nuevo. Incluso desde cero. Muy bien relatado escritora.
Un fuerte abrazo y buen inicio de julio.
Muchas gracias Miguel.
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