Relato: La lógica de lo ilógico

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—Si haces lo que te digo, es posible que logres tus objetivos.

—Gracias, estoy dispuesta a aprender de todo y de todos…

Durante los meses posteriores, su aprendizaje fue en aumento y cada vez era más visible su talento. Pasaba largas horas charlando con Raffaelo, que parecía tener muy claros los pasos que debía llevar a cabo la pequeña aprendiz. Con el tiempo, forjaron una amistad en la que lejos de parecerse a cualquier otra amistad los dos podían ser ellos mismos. Hablaban sin tapujos y se decían las verdades de frente. Pero muchas de las veces, ella, creyendo que sabía más que su mentor, fallaba. Rafaello se enfadaba sobremanera y la intentaba corregir. Un poco por cariño, y otro, porque sabía que, si ponía un poco más de esfuerzo en su trabajo, podría lograr ser esa persona que él veía en ella.

Cierto tiempo después, con la primavera, Adelina rompió los esquemas de Raffaelo con los logros que iba sucediéndose a cada año, y cada día sorprendiendo más y más al ya entrado en años mentor. El camino, no había sido fácil. Cuando este la regañaba con la intención de que abriera los ojos, la otra comenzaba una discusión sin sentido que Rafaello no entendía. Divagaban entre lo correcto y lo incorrecto, lo evidente y lo que no lo era. Pero aquellas alturas, Adelina estaba dudando de su persona, cosa que le pasaba factura a su estrecha relación, pues aquello, limaba la buena relación y el buen hacer que les había unido. Ya que ella arremetía contra ella en un ataque desgarrador en el que no se daba tregua ninguna. Primero, comenzó a creer que la gente que al igual que Raffaelo veía algo bueno en ella, no la apreciaban, luego estallaba en colera por temas personales que acaban desembocando en su valía, y por último, comenzó el baile de las conversaciones…

«¡Bébeme, shhh! Tranquila, yo calmaré tus besos y te daré ese calor que necesitas con el ímpetu excitado de lo que es sentir adrenalina en lo que te gusta. Déjate llevar, quédate esta noche en vela conmigo, y sumérgete en las letras nocturnas de vigilia, que te llevan a la euforia de lo que te hace vibrar»

—Haz callar éstas ganas de contar… —se dijo Adelina

«No te quejes tanto, aunque por mi culpa te hayas manchado, yo soy el que te recuerda que aunque tu pulso se canse, te devuelve las emociones más conectadas con tu interior, mientras pintarrajeas las líneas en esta hoja en blanco. La llevas a ella, mi compañera, y los tres nos deleitamos en este vaivén, de subes y bajas, donde la imaginación, la verdad y la ficción se confunden en mundos fantásticos donde poder ser los tres, uno solo.»

—¡Calla! Intento concentrarme… —se repitió ella

«Por muy rápido que teclees, aunque pueda corregirte y pueda sugerirte, nunca recibirás el fruto de tu esfuerzo. Hace falta algo más que las letras que se pulsan en este instantáneo momento para alcanzar el clímax que hace que entre la pantalla y la persona que está al otro lado, pueda conectar de una manera humana, tus letras. Aunque salga de tus yemas, aunque sientas tanto, aunque te rompas los sesos, aunque tardes meses, semanas o días… ¡No vales para nada!»

—¡Basta! No quiero sentir esto, No quiero oírte ni a ti ni al café ni al boli ni a la libreta… —se intentaba convencer —Dios mío, esto no es normal…—una lágrima rabiosa e impotente intenta sucederse, pero es la garganta la que hace su quejido quebrando la voz.

En los siguientes días…

Adelina ha escrito una carta a Raffaelo diciéndose todas esas impresiones que acaban de nacer de su interior y su duda. “No creo que lo que lo consiga”, “No valgo para nada” “No me fio de esa gente” y hasta un “Lo voy a dejar”. Prácticamente, la rueda de vejaciones que se decía a ella misma, acabo por tornarse una costumbre con que Raffaelo, terminó por apartarse, cansado, harto y algo deprimido en el intento de hacerla ver que era muy valiosa. Ahora, este se había apartado de ella y le tocaba caminar sola y tomar la delantera a los pensamientos recurrentes, pues ya no había nadie que le persuadiera de aquella forma de pensar.

«Tendrías que haber sido más comprensiva, haberte sentido más orgullosa de ti misma, además, tu insistencia en querer decir que no eres buena, lo ha alejado. Eres de lo peor, eres subnormal, lo que te dices no es normal, quien va a poder mirarte, hablarte o poder tener una amistad contigo, si a todo le pones pegas, si a todo le pones pegas, si a todo le pones pegas…»

El bucle de pensamientos que acechaban y cargaban contra todo lo que había construido, la habían dejado desvencijada, sin autoestima y con los ánimos por los suelos.

Un día, se armó de valor, y rompió con todo: comenzó a ser mas positiva, y tomar cuenta de las cosas que hacía bien.

«No creo que lo vayas a conseguir»

—Al menos sé que lo he intentado y que me lo he pasado bien.

«Vaya auténtica porquería acabas de hacer»

—Sé que me he esforzado y a mi, me gusta mucho cómo ha quedado en realidad.

A los nuevos pensamientos, llegaban nuevas oportunidades. Un gran evento, demostraría los frutos que había sembrado, cuando en esa travesía conoció a otras personas que sí la apoyaban y valoraban. Fue entonces, cuando la pregunta resonó en su cabeza al intentar contestar a esa persona que supuestamente la apoyaba…

—…Y es por eso por lo que me gustaría que colaboraras conmigo…—sentenció el interlocutor

Adelina sintió como el bloqueo impedía hacer salir las palabras, como el miedo a que desapareciera como Raffaelo, volviera a ocurrir. En ese pavor atroz que se había instaurado en su cuerpo el cual ahora le impedía tomar una decisión tanto a largo, como a corto plazo, se sentía con alas amputadas y falta de libertad. Era inverosímil, siempre había caminado sola en realidad, pero los recuerdos del pasado hacían la llamada al presente, para no dejarla florecer.

Pasado un tiempo, su cabeza, su cuerpo y hasta sus ganas, mermaron considerablemente, cayendo en un bucle de pensamientos reprochadores en los que volvían a viejas costumbres que la llevaron a la conclusión de que aquella nueva oportunidad, no iba a poder ser. En consecuencia…

—Ya habrán otras oportunidades.


EL RINCÓN DE KEREN

Comentarios

  1. Yo siempre soy mi máximo juez y crítico.

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    1. ¡Hola, Cabrónidas! Creo que todos lo somos con nuestros trabajos y actividades. Gracias por este ratito y pasar por aquí. Saludos!

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  2. Siempre hay otras oportunidades, pero también es bueno aprovecharlas bien cuando llegan. Feliz año

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    1. ¡Hola! Siempre las hay, o al menos, podemos crearlas para poder llegar allá a donde queremos ir. Cuesta, pero es posible, simplemente se toma un tiempo más. A veces, los proyectos, las personas buenas, tardan en llegar. Muchas gracias, Tinta en olas. Deseo que tengas una buena entrada de año. Qué poquito falta... Mil gracias por pasar por aquí.

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