¡BIENVENIDOS A EL RINCÓN DE KEREN!
Rasgué el sobre para ver su contenido, sin embargo, al dejarlo
abierto, una emoción sobre lo que podría contener, inundó mi cuerpo y decidí
servirme una infusión. Acomodada ya en el sofá, y viendo de lejos reposando en
la mesa la carta, advertí a mirar una película para disuadir aquellas
emociones insanas. No sabía por qué, pero algo me obligaba a no dejar de mirar
la carta desde el rabillo del ojo mientras miraba la película y entraban los anuncios
que indicaban la pausa. Momento en el que aproveché una para ir al baño, otra
para ponerme algo más cómodo y otra pausa más, para bajar todas las persianas
del piso.
La noche invocaba al sueño, pero mi cuerpo no quería dormir,
estaba demasiado tenso como para ello. aposté, entre tanto, en dar un repaso a las
noticias de la red para evadir, una vez más, el pensamiento malhechor que me
decía que algo o alguien, estaba a punto de aparecer.
Con las luces a medio gas y ya con las gafas haciendo de las
suyas bajando a cada rato por las cabezadas que iba dando por culpa de ese
sueño al que me resistía a darle rienda suelta, un ruido me despertó, fue el
portazo de una de las puertas de la cocina por culpa del viento que se colaba por las rendijas
del lavadero. Me sobresalté al tiempo que me incorporé para revisar todas las
estancias del hogar. No había nadie y, sin embargo, tenía la sensación de que habían entrado en el interior de mi casa para… «No puede ser Carmen, venga tómate
un vaso de leche y una galleta y a dormir que mañana hay que madrugar», pensé
al ir haciendo cada actividad mientras lo iba relatando en mi cabeza.
Una vez servido el vaso de leche y, haber incorporado al
platito que le acompañaba unas pocas galletas con miel, degusté mi cena, en la cama, mientras la incipiente imagen de la carta se hacia
creciente en mi cerebro. Si no podía luchar contra el temor de aquello, que era
solamente un papel, entonces… ¿Qué sería de mí? Eran preguntas que regaban mi cerebro
una y reiteradas veces mientras daba vueltas en la cama, con la luz apagada y
la luna cómo testigo.
Harta de dar vueltas y no dar con la solución para quitar ese
ansioso nerviosismo, me senté en la silla con las gafas en la mano, un vaso de
wisky y “Hostage” de fondo como música.
Si tenía miedo, iba a pasarlo, pero bien, ahora bien, no me
iba a acobardar.
La carta se iluminó con lo que eran tambores estridentes de
mi corazón y la respiración agitada con una mezcla de ganas de vomitar, con las
que intentaba lidiar. Por momento pensaba que iba a sacar toda la papilla sobre
la mesa o el suelo de la estancia, pero pude controlarlo con un buen respiro
profundo, y la lectura rápida de lo que me pareció una eternidad…
Nosdirijimosaustedparahacerlesaberlamaravillosapreguntadeloqueeslavidasinalegríaperoantesdejenosexplicarleloqueesnuestraempresa
bla bla bla…
Avancé varios párrafos ansiosa pensando y aliviada de que no
fuera nada extraño, pero cuando me dirigí hacia la segunda página, de un corte en
el dedo brotó dejando impregnado un pigmento de sangre. Fue entonces cuando lo
vi…
“…Por la presente está condenado a una vida de lúgubres acontecimientos
de los que no podrá hacer nada… (…) este es su contrato:
Cliente XXXX
Se declara culpable y no podrá vivir ni sentir a menos lo
vea y lo sienta, como la declaración de lo que es. “
Todo se tornó oscuro al tiempo que un relámpago hizo su luminosidad
para demostrarme que me había quedado sin luz. Hice lo que todo el mundo haría,
accionar los interruptores y mirar el cuadro eléctrico, aunque no tuviera, ni
la más mínima idea de cómo funcionaba en caso de tormenta. Allí fuera se estaba
formando la de Dios.
Preguntas se venían a mí, ahora que ni luz ni wi—fi en la
casa. “¿Y si alguien intenta engañarme?” “¿A ver Carmen, te has inscrito en
algún boletín que no recuerdes?” “Sí, seguro que eso, una carta de propaganda…
que busca llamar la atención” sorbo de wiski tanteando y sorteando el vaso en
la oscuridad. “A ver, piensa Carmen, quien puede o quiere joderte la vida” “¿Y
si existe algo superior del más allá que quiera mi vida?” una retahíla de pensamientos
en forma de pregunta que acompañaban a la ventisca que había en la calle, se
balanceaban por la mente. Solo había una manera de saber si aquello era
un anuncio o era algo más serio: Llamando al número de teléfono que había al
final de la carta, pero estaba todo oscuro y no tenía velas.
Por suerte, con la luz del móvil y poniendo los datos para
poder realizar la llamada, quedo fija mirando los números marcados a golpe de
sonido con los nervios tan a flor de piel que se me van a salir de las orbitas los ojos, o al menos, eso me parece.
Ahora que lo he decidido, voy a llamo. Pero un relámpago cae
muy cerca y se va la conexión. Lo que obliga a olvidarme de la llamada, e idear
otra estrategia para poder dar con los “guapos” que han enviado esto a mi
domicilio. Ya por último pienso que tiene que ser una broma, doy sorbos grandes
al wisky que acompaña mi falta de realidad a esa noche de tormenta, me ha
dejado incomunicada y aislada. Se me cruza por la mente, ir a un locutorio y
hacer la llamada… pero pronto veo que con la que está cayendo, es una locura.
Pasan varios minutos u horas, el tiempo ya no lo distingo, en los que el wisky ya me ha hecho efecto suficiente como para que no piense ni me acuerde de lo ocurrido. Mis ojos se
sienten cansados, y me doy a los mundos oníricos, entre vientos y lluvia en el salón
de mi piso solitario.
A la mañana siguiente, las luces están encendidas, la televisión
también, los armarios están abiertos y todo desperdigado por el suelo. No sé
cómo diantres ha pasado todo aquello, pero da la sensación de que la tormenta
ha sido dentro de casa y no en el exterior. Mi mundo se torna gris cuando recuerdo
que tengo un ordenador carísimo y un móvil ultima generación, aparato wi—fi y
botellas mas o menos de calidad de alcohol, corro hacia las habitaciones, y
todo está en su sitio y sin desordenar. Lo cual me extraña.
Reviso el baño y lo mismo, intacto. Reviso la cocina y ahí
sí parece que ha pasado un vendaval. No entiendo nada. Hasta que logro hilar el
estruendoso sonido de la televisión en la que emiten una noticia a toda
pastilla mientras los vecinos dan golpes a la pared para darme a conocer su
opinión por el hecho de que el televisor esté a todo volumen.
“Los atacantes eran un grupo de chicos y chicas que dejaban cartas amenazantes de edades comprendidas entre veinte y treinta años, licenciados en psicología o en bellas artes, y con estudios informáticos para crear comunicados falsos de los que invertían un día por persona, para depositar la carta y asustar a la víctima además despistar con efectos ilusorios, con ello querían demostrar que, cuando se tiene una visión de los acontecimientos tan reales de lo que les rodea, todo puede parecer real, aunque en realidad, sea mentira. Los expertos anuncian en nuestro boletín meteorológico que no ha llovido, repetimos, no ha llovido. Es un efecto sonoro que los atacantes simulaban para hacer creíble su teoría… y de esa manera, las personas intervenidas lograran tener más amor por sus vidas y pertenencias. Intentaban que los atracados, tuvieran una epifanía.“
FIN.
Por si quisieras leer lo que he dejado en mi blog personal te lo dejo por AQUÍ
GRACIAS POR LEER Y VISITAR MI ESTE PEQUEÑAJO ESPACIO
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©El Rincón de Keren
Seguro que la carta era certificada, que si no, te llega vía email. A mí eso me pasa cuando sé que es una multa.
ResponderEliminar¡Hola, Cabrónidas! Ya es raro que llegue una carta certificada que no sea un regalo de un libro o algo por el estilo. Lo raro es que no sea de hacienda ja ja ja ja !
EliminarUff a estas alturas creo que podrían inventarlo todo, esto también jeje. ¡Muy bueno, Keren!
ResponderEliminar¡Hola, Diana! Yo también lo creo por aquello de que recibimos atropellos por todas partes. Por unas cosas o por otras, acabamos creyendo falsas creencias de lo que es valioso o nuestro. Gracias por pasarte. Feliz día, compañera.
EliminarUn texto inspirador y siempre muy bien escrito...
ResponderEliminarGracias, anónimo.
Eliminar¡U! Has logrado crear una atmósfera inquietante en la que consigues atrapar al lector que se va tensando según va leyendo y eso es real, nada ficticio.
ResponderEliminar¡Felicidades, keren!
¡Hola, María Pilar! Me alegra que te haya gustado. Muchas gracias por pasar por aquí. Saludos y feliz tarde.
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