RELATO: EL HOMBRE DE LOS OJOS INYECTADOS
Descendí por la calle, apagué el cigarrillo y vi cómo aquel
maldito bastardo se escapaba ante mis ojos. Yo no lo habría dicho mejor:
bastado. Porque antes de que me viera en aquella desolada calle corriendo tras
mi asaltante, tengo que decir, que hubo una retahíla de sucesos venideros,
muchísimo antes de que me viera así: con un ojo magullado, el labio partido, y
con el miedo en el cuerpo, que a mi entender, poco a poco lo fui perdiendo
debido a la incesante manera en la que el miedo, te hace sobreponerte a
cualquier adversidad.
Will, el chico que siempre se sentaba lejos de la pizarra, y
al que todos los días le daban una paliza sus padres para que dejara de fumar a
sus catorce años, se escapaba todas las tardes para reunirse con todos nosotros
en el cementerio y ya de paso evitar la paliza de las nueve de la noche:
momento en el cual su padre llegaba de trabajar, se acomodaba y como no
encontraba otra manera de decir que estaba harto de trabajar, de llevar una
vida mísera, tanto o más que la mayoría de las familias que se alojaban en este
municipio alejado de la madre de Dios. Encontraba en su cansado cuerpo y
torturado, la excusa perfecta para sacar el enfado y la frustración de un vida
que nunca quiso para él. Pero muchas noches lloraba Will, otras, se sacaba un
cigarrillo del bolsillo, y les guiñaba un ojo a las niñas que pasaban por su
lado. Desde ese momento, y porque mi padre, al contrario que el de Will, me
sobre protegía hasta tal punto, que no me dejaba quedar con mis amigos, hacíamos
a hurtadillas los inviernos y veranos todas las travesuras que se nos antojaban
de la época: Colarnos en los cines, subirles las faldas a las niñas, fumar,
beber cerveza a escondidas o irnos a la playa. Con el tiempo fuimos creciendo
y cada uno tuvo su lugar. Lo que puede hacer la madurez es que o te quedas
igual, o a la fuerza aprendes de tus errores. Yo iba a ir a una prestigiosa
Universidad y Will, seguía la ya tradicional vida de su familia de trabajar en
la construcción. He de decir que Will era un gran dibujante, destacaba en
teatro y le gustaba cantar, que por cierto, no lo hacía nada mal. Pero por lo
visto, váyase usted a saber por donde, que el padre inquirió en que tener talento para
las artes, era cosa de maricas. Hijo de un padre que se sabía de memoria todas
las películas del oeste, que era nieto de un abuelo, en paz descanse, melómano
donde los fuera. ¿A quien sino había salido sino a su abuelo?
Con media carrera por terminar y con la tentativa de
ingresar en los mejores bufetes de abogados y Will, ascendiendo cómo capataz
para orgullo de su ahora, retirado padre, Will comienza a asumir cargas que le
llevan a una carga mental, saturación y cansancio mental, que le llevan a estar
horas desvelado. Lo sabía porque varias noches me visitaba, siempre acompañadas
de un “Con permiso” a mi piso de solero. Ahí, bebíamos wiskey, fumábamos y
recordamos nuestros pequeñas "batallitas" y me recordaba, por mucho que me
doliera, y con mucho inri, que ahora me llaman “El que estudió”. Veía en sus
ojos vidriosos la pena, el cansancio y la vergüenza de llevar la misma vida que
su padre. Y a menudo, me contaba, que no sería capaz de echarse mujer por que
temía convertirse en el monstruo de su padre. Varias veces insistí en que el no
era su padre y que si se lo proponía, aun estaba a tiempo de seguir cómo
dibujante. Por aquel entonces, los niños compraban cómics como los de el hombre araña y se hacía notoria su desesperación y su amargura. Muchas veces intenté que se
viniera a vivir a mi casa, para que dejara aquella vida, sin presiones, para
poder dedicarse a lo que realmente le instaba a ser el hombre que el quería. Y
tras muchos años de insistencia, fueron seis exactamente, Will, consiguió un
espacio en el que dibujar su primera tira cómica en una revista modesta. No
cabía en si, después de haber estudiado en artes pese a su avanzada edad y su
inequívoca avergonzada actitud de los primeros años. Pero el esfuerzo le volvió
más ambicioso, más seguro, confiado y además tenía un brío, que no sabía cómo
describir. Me decanto por … un hombre de verdad.
Muchas de las noches, Will comenzó a tener visitas
recurrentes a la biblioteca. Todo puede ser normal, según cómo se mire. El caso
es que los libros prestados, eran de índole esotérica, histórica y activista.
Cualquiera hubiera dicho que tenía ante mi, a un rebelde. Y en cierto modo, al
principio, no le di importancia; aquello le hacía rebosante de actitud. Pero
pronto cambio sus días a las noches. Esto podría transmitirse en que dormía de
día y hacia vida de noche, o al menos, eso notaba. Había cambiado los turnos
del trabajo y ahora dedicaba gran parte de las noches, a la recolección de
información al mismo tiempo que trabajaba. Como veía que por el día descansaba,
tampoco le di mayor importancia. Mi fallo fue no darme cuenta de los pequeños
indicios que emanaba de diurno.
Un día, lo vi claro: Will, en bata, con extremadas ojeras
cual ciénagas negras que hubiera imaginado, se servia café mientras me contaba
a la hora del almuerzo, que había estado investigando sobre magia, que a los
niños les gustaría que los dibujos cobrarían otro brío, otro color, y que si se
lo proponía, podría llevarlo a lo que un amigo suyo llamaba: televisión. Pensé
que eran ideas buenas pero… en la noche, eché un ojo a los libros que ahora
escogía y pensé que quizás era del todo extremista. ¿Cómo unos niños iban a
entender sobre la magia negra?
Aquella noche intenté disuadirle de lo que intentaba con
afán llevar a cabo pero su estado era deplorable además de extrema excitación
al pronunciar cada palabra. Con cada una de ellas, emanaba y se encandilaba, a
lo más terrible y fantasmagórico, así cómo su apariencia. No logré disuadirle
pero logró colar unas viñetas a color, siendo el primero de la época para una
revista bastante conocida. Después de eso, su humor, su animo, su ego, comenzaron
a ensalzarse de tal modo, que olvidó las investigaciones. Pero aquel hombre,
era un Will ególatra, miserable, pues no se parecía en nada al Will trabajador,
modesto, vivaz, jovial y hasta humilde. Se codeaba con las grandes figuras pero
en un bando en el que el era claramente la comidilla pero que mientras
comenzaba a acrecentar su billetera, a este, le daba igual. Sin embargo, todo
cambio con la llegada de una misteriosa mujer a la ciudad, la llamaban loba,
porque todos los hombres que la veían aullaban, enloquecían de amor y por ende,
se quedaban con su manada de machotes, en el algunos casos incapaces de pedirle
una cita. Will, como todos los demás, quedó prendado, y el sí logró una cita.
Ya lo creo. Hasta algo más: El matrimonio. Allí comenzaron las amenazas, el
inexplicable desplazamiento de sus antiguos “Amigos” o colegas, por según
alegaba este, envidia.
Se murmuraba, que la loba era cubana. Y que trataba con la
magia negra y no fue sorpresa después de que los que aquellos a los que llamaba
amigos, Will comenzara a practicar magia. En muchas ocasiones, llegaba
borracho, a casa, me contaba la loba. Ya que se mudaron a una casa no muy lejos
de donde yo vivía. Y en muchas ocasiones, tenía rencillas de borracheros y
camareros, con los que me tenía que enfrentar. Y aquí llego a lo que en mis
inicios contaba:
Las amenazas eran tales y de tal calibre, que Will
experimentaba espasmos, terrores nocturnos y hasta incontinencia nocturna. Su
carrera se fue a `pique cuando por fin me di cuenta que no podía dejar de
beber, y tenía a su mujer atemorizada, a la que nunca puso un dedo encima. A lo
que yo me vengo a venir, es esa noche en la que en su ensimismamiento, en la
barra, un desgastado y desmejorado Will, bebía en la barra uno de los hombres
se acercó, le toco el hombro y con los ojos, rojos cual ciervo entre la
arboleda, Will sintió el verdadero miedo por primera vez. No me le creía.
Cuando el nos lo contaba, pensábamos que era absurdo, que se lo habría
imaginado. El alcohol. Pero aquella noche… bebió demasiado, y al ir a buscarle
tras un telefonazo de la loba, pude ver como aquel ser demacrado y salido de
una escena de Hitchcock me presionaba la falta de aire con tan solo una mirada.
Y allí estaba en el suelo mi amigo, creímos que era una paliza en medio de la
calle, pero yo, ahora estoy seguro, de que fue aquel hombre. Quien fuere. Que
con su magia y horror, se llevo a mi mejor amigo. Pues no había más que ver el
rostro del hombre(El de mi amigo) en su lecho de muerte. El misterioso hombre
desapareció en la oscuridad y yo Salí escopeteado hacia el, pero tiré el
cigarillo y cuando volví, la loba me dijo en qué estado había quedado:
magullado, herido, mal. No recuerdo ningún enfrentamiento, pero si… su potente
mirada.
Hoy, es día del aniversario de mi amigo, no le he contado a nadie lo sucedido por
miedo a que me enjuicien el estado mental. Me fui a vivir a las afueras, pero
aquí, las miradas son otras.
©️El Rincón de Keren
Excelente relato y excelente artículo. Lovecraft era uno de los mejores. Saludos.
ResponderEliminarYo también creo que era uno de los mejores escritores leí algunos artículos tuyos. Muchas gracias Güevonadas.
EliminarHPL es el puto amo. Creador del horror cósmico. Ahí es nada. Buen relato, tronco.
ResponderEliminarHola, Cabronidas!! Lo era y lo seguirá siendo. Sus obras dejan boquiabierto a cualquiera, pasé miedo con la leyenda del Yig. Soy mujer jeje! Gracias, me alegra que te haya gustado el relato.
EliminarTe quedo excelente el relato y es un hermoso homenaje a Lovecraft felicitaciones!!!
ResponderEliminarMuchas gracias buhoevanescente, celebro que te haya gustado.
EliminarMe encanta Lovecraft y me encanta el homenaje que le has hecho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Rocío!!Bienvenida al blog de El Rincón de Keren. A mi también me gusta mucho. Así que gracias por apreciar sus letras y sobre todo, que te haya gustado el homenaje. Gracias por haberte animado a comentar, espero verte pronto por aquí.
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