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En el pueblo hablaban de ella como “la
niña solitaria”; se había ganado ese apodo por hablar con las plantas y
animales, correr por los prado y acudir a la plaza de abastos toda desaliñada.
Pero Ana sabía que no era más que el
fruto del desconocimiento y la ignorancia.
Los muchachos la miraban e intentaban
seducirla, pero no le importaba. No es que ella no se hubiera dado cuenta, es
que simplemente no le interesaban los chicos. Algo muy raro siendo ella una
adolescente, con la belleza en la piel, rizos como oleajes y sus ojos
africanos, que no le bullera la sangre al saberse deseada.
Al pueblo llegaban muchos extranjeros
provenientes del mar, pero ninguno había captado nunca su atención hasta un día
en que buscaba alfalfa para el ganado y escuchó a un apuesto hombre, de buen
porte y vestiduras modernas, mostrarse interesado por los lugares más agrestes
y en la vegetación que pudiera albergar.
—¿Está seguro que en los llanos de los
alrededores hay fauna y vegetación? Es algo que me interesa mucho.
—Si tanto le interesa la vegetación y
la fauna, yo puedo llevarle hasta donde se encuentra —le contestó Ana sin que
la pregunta fuera dirigida a ella.
El dependiente sorprendido hizo una
mueca de disgusto y se retiró al almacén y con la cabeza baja le murmuró a su
mujer: —Ahora ya no es problema nuestro.
El hombre, que no superaba la veintena
de años, pero que podría haber pasado por un niño para alguien de mayor edad,
intentaba acordar un pago por el servicio que Ana le estaba ofreciendo, pero al
escuchar ella la propuesta, muy despreocupada dijo:
—Lo hago con gusto, guárdese su
dinero.
Esa misma tarde cogieron una yegua
blanca y, guiados por Ana, recorrieron los pinares. El hombre quedó maravillado
por la belleza del lugar.
En tan sólo media hora de cabalgata le
había mostrado distintos parajes y le había hablado de la ubicación del sol
cuando los rociaba con sus rayos. Al siguiente día le habló de las amapolas y
las hortensias. En otra de sus salidas conversaron de otras cosas, cosas de
ellos, simplemente para pasar el rato. Tres largos meses estuvieron acudiendo
al prado y en el transcurso de ese tiempo los sorprendió la primavera; ahora
había pájaros, abejas, conejos y todas las bellas flores que con ella llegan.
Que lenguaje más bonito el que has utilizado Keren. Nos lleva de la manos a una dulce historia que se agradece en el caótico mundo en el cual vivimos. El texto desprende aroma a flores. Muy bonito.
ResponderEliminarBuen fin de semana 😊
Hola!! primero decir que eres de los primeros en utilizar los emoticonos en mi blog( algunos lo habrán utilizado alguna vez pero me ha echo gracia) Segundo, Creo que lo merecía, llevamos un año de pena, y ahora nos confinan , sino podemos ver la naturaleza al menos imaginarla; ya que la naturaleza aporta paz y bienestar, son muchos los beneficios. Y tercero, ,me encanta que tengas esa sensibilidad tuya.
EliminarMuchas gracias por pasarte, me muero de ganas de pasarme por tu blog. A ver qué nos traes. Saludos y feliz fin de semana.