El reto de los 30 dias: 3 Un momento de arrojo

 ¡Hola, mis seguidores; lectores habituales y nuevos lectores!


Sigo otro día más para deleite no solamente mío, para todos aquellos que me leéis. Tengo que decir que este relato va a ser la excepción debido a que me he excedido, por que si recordáis, los microrrelatos, debían tener una extensión de 900 palabras. Se ha alargado unas 1000 palabras pero es que me gustaba tanto cómo estaba quedando que no he podido resistirme. 

No se si lo veréis igual. De todos modos, en un momento podéis leer lo que tengo preparado para hoy. Antes, quiero haceros mención de la entrada anterior por si no la leísteis. Aquí abajo os la dejo: 


Si te has quedado con ganas de más... sigue leyendo.



 Hoy toca ... 3. Un momento de arrojo 




MICRORRELATO:

Cuando Virginia pensaba en su enamorado, su corazón danzarín siempre se deleitaba por las canciones de amor más pegadizas. Quizás le consolaba tener algo que le recordara con palabras qué era estar enamorada. Era cómo evidenciar que era real lo que estaba sintiendo. Sin embargo, nadie estaba libre de pecado para lo que puediera venir.

 Fer era su mejor amigo, la persona con la que había crecido, con la que más se relacionaba, la que la escuchaba y que solo por casualidad, resultaba que era su gran amor desde que tenían quince años. Ahora, tenían veintiséis años y parecía todo más complicado. Era por ello, por lo que Virginia se debatía siempre entre ser amigos o amarlo en secreto. Se decantó por lo segundo; pues estaba el inconveniente de perder la relación tan bonita que habían forjado y que uno de los dos, no sintiera nada. Y de eso, lo sabía muy bien; pues desde que tenía uso de razón había visto a Fer, liarse con tantas chicas como bragas se había cambiado en los años que se conocían. Pensó que se acabaría hartando de ser un ligón que solo tenía relaciones esporádicas para que luego se lamentara a su amiga lo mucho que le gustaría tener una relación de verdad. Ella pensó que todo aquello cambiaría y se daría cuenta de lo mucho que la amaba.

Por otra parte,  Fer hacia meses que se había enamorado de verdad de una tal Sonia: ojos azules, cabello castaño, cuerpo de infarto, y con una simpatía encomiable. Sin embargo, había algo en ella que no cuadraba. Fer se quejaba que ella estaba muy ocupada, que no le hacía caso. Parecía que ella estaba más preocupada por su trabajo que por él. Decidió que iba confesar su amor a Sonia por que ya no aguantaba más. “Tiene que ser mía” decía con desespero.

Aquella noche, tras la confesión de Fer, Virginia escuchó a Alanis Morisette mientras las gotas caían estrepitosamente por la ventana dejado un cielo húmedo en el cristal; igual que sus ojos. Su amiga Laura le había aconsejado muchas veces que se declarara o que pasara de él. Pero nada de eso importaba ya. Fer, pasaría a ser uno de esos amigos que ves los fines de semana, luego los días festivos y poco a poco solo sería un recuerdo: Virginia se sumió en una triste melancolía de la que no sabía cómo salir.

Habían pasado seis meses en los que ni Fer ni Laura habían mantenido conversación. En realidad, no se habían visto ningún día. No sabían nada el uno del otro y ella, por no molestarle, decidió no enviarle ningún mensaje. Se miró al espejo y estaba desmejorada, tenía ojeras y su aspecto era deplorable; así que, se acicaló y se pesó en la báscula. Había ganado algunos kilos así que salió a caminar después de unas semanas frenéticas en las que por fin dieron para preocuparse de ella. Salió todos los días a caminar, comió sano, y cuando el pensamiento le acusaba mucho, se comía una manzana y salía a caminar hasta que su barriga le rugiera y estuviera agotada. Para cuando llegaba a casa, estaba tan cansada que no pensaba en otra cosa que no fuera dormir. Decidió, que debía encontrar un trabajo para no pasar las tardes deambulando por las calles cómo zombi y después de tres meses agotadores de entrevistas, ingresó en una empresa en la que tenía que archivar documentos de lunes sábado. Pensó que el trabajo era de esclavos, pero necesitaba ahorrar para el siguiente curso en la universidad y no había nada mejor.

Después de pasar un mes en la empresa, comenzó a hacer amistades en el trabajo. En concreto, con una chica de Murcia y un chico que era Andaluz, Ella se llamaba Catalina y el se llamaba Ángel.

Una noche Catalina les propuso de ir a echar unas cervezas después de la jornada y así lo hicieron. Estuvieron riendo y hablando, luego Ángel tuvo que ausentarse y Catalina le dijo:

—A puesto a que no te has dado cuenta.

—¿De qué? - dudó Virginia

—Está loco por ti y tu ni siquiera te has dado cuenta. Pero antes de que me digas nada. Estoy segura de que te gusta otra persona. Lo noté en cuanto te vi que ibas a lo tuyo en el trabajo y elegías horas extras, más de lo normal. A puesto a que intentas olvidar algo … ¡O alguien!  Mi niña, déjame que te diga algo: Sea quien sea, no merece la pena sufrir por alguien que no se ha dado cuenta de la buena persona y bella que eres.

—¿Perdona? Pero… ¿De quién estamos hablando? Es que me he perdido — dijo echándose a reír

—Puede que no te hayas dado cuenta, pero Ángel, esta por ti y puede que tu por él pero aun no te has dado cuenta, noto cómo tu ánimo cambia cuando estás con él. Yo me lo llevaría a la cama pero no me van tan jovencitos, — rieron al unísono — Mi niña, déjate llevar. Ángel es un buen chico, — le guiña un ojo y cambió de tema— Mira a ese, ¡Qué culito que tiene! Seré mayor, pero una cosa tengo clara, que se arrepiente más uno de lo que no hace, que de lo que sí. ¡Ahí voy nena! — Le Vuelve a guiñar un ojo bebe un buen sorbo de la Estrella Dam hasta acabársela, coge la botella, se acerca a la barra, el hombre le dice algo al oído y en menos de quince minutos, para cuando volvió, tenía su número de teléfono apuntado en una servilleta. Le sacó la lengua y se recogen a las cuatro de la mañana entre risas y borrachera. 

Al día siguiente, Virginia tenía una resaca descomunal. Por suerte, ese día no trabajaba. Un mensaje de Ángel en el móvil parpadeaba en la pantalla. Quedaron para tomar algo y este le echó arrojo en un manojo de nervios y se declaró. Virginia, decidió ir despacio hasta que, a base de tiempo, roce y muchas conversaciones, se enamoró hasta las trancas.

FIN.

 ©El Rincón de Keren 

 

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