Relato: "El Corsé del amor"

 ¡Hola, mis seguidores; lectores habituales y nuevos lectores!

Ya sabéis que mis relatos suelen ir precedidos por personajes que suelen ser mujeres y con el morado quiero hacer hincapié en las dichas y desdichas de las mujeres; blancas o negras, este relato tocó fondo en Instagram y muchas personas me pidieron una continuación de este relato corto que quedó con ganas de más. Si queréis, podemos hacerlo así: escribo un relato en la cuenta (@kturmo) y si os gusta, hago la versión larga. Estoy inspirada y no quiero desaprovechar la racha. Además que impedir que  las musas hagan presencia, es mal augurio para futuros proyectos. Así que os dejo aquí la entrada del post de Instagram para aquellos que no lo leyeron y continuamos la historia para darle un final. 





RELATO

—Hasta aquí hemos llegado: lo siento, te cortamos el grifo y ve buscándote un lugar donde vivir. Aquí ya no eres bienvenida.

Priscila, acostumbrada a una comodidad - que no lujos- decide irse a Madrid a vivir con los pocos ahorros que le quedan a casa de unos amigos.

Rijolé, encuentra que no va a encontrar un lugar en el que vivir debido a su condición “No está dentro del perfil al que estamos acostumbrados” le habían dicho. Ser negra en España, hasta el momento, no solo le había negado el trabajo, sino la vivienda; “Deberá pagar cuatro meses por adelantado si quiere ocupar la vivienda” excusas que hacían que ella y sus ilusiones se fueran por la trampilla al ver que cuantas más horas trabajaba más cosas tenía que pagar en Barcelona.

Priscila era una mujer de veinte años acostumbrada a que no le faltara de nada, pero ahora tocaba fondo por no tener trabajo y no tener casa propia. Todos los proyectos que intentaba llevar a cabo fallaban y ahora comenzaba a sentir que con la pandemia sus amigos ya no eran los de antes. Debido a sus exquisitas selecciones, sus amigos le dieron un ultimátum “O pones dinero para el alquiler y la comida o vete buscando otro lugar. Mira, nosotros te comprendemos, pero esto no se paga solo”. Ahora se sumaba la carencia del cariño de sus padres- y de aquellos amigos en los que confió- la echaban a la calle con una mano delante y otra detrás. «De que me sirve vivir si no tengo a nadie que me quiera» pensaba tumbada en el banco para pasar otra noche a la intemperie.

***

Rijolé , estaba harta de sus padres  a sus veinte años: había tenido que ocuparse de todos sus hermanos sin dejar de lado sus estudios, las labores de casa y el trabajo nocturno. Aprobaba por que se le daba bien y por que le ponía empeño. No tenía tiempo de pensar en amigos o pareja, pues el duro camino de sus padres dejando África, y en esencia la vida en Barcelona, les había obligado a trabajar en lo que fuera para sacar a sus hijos adelante con sus no pocos hijos. Pero estaba tan cansada que, a veces, se preguntaba si alguien la comprendería.

***

Un año antes Priscila viajó a Barcelona para comenzar a estudiar en la Universidad autónoma de Barcelona y cursar allí su carrera. En una de esas de esas casualidades de la vida, encontró unos amigos de otros, que le habían dejado alojarse en su casa. Tras haber insistido, casi rogado que le dejaran trabajar como dependienta en el super de una provincia de la comunidad logró colocarse y comenzar a ganar ingresos. De esa manera, pudo pagar el alquiler del piso compartido y comenzar a ahorrar, para la carrera, no dejando días de descanso, pero la situación la había llevado a estudiar en casa y a entregar multitud de trabajos, a mansalva, para acabar encerrada en su cuarto y solamente salir para ir a trabajar si cabe. Apenas le llegaba para pasar el mes ,pero era mejor eso que pasar otra noche más en el banco de una calle desolada, a la intemperie y a riesgo de que le pueda ocurrir cualquier cosa. Pensaba  muchas veces, en la suerte que tuvo por que ningún depravado la haya violado o haya intentado sobrepasarse. En cierto modo, hasta se sentía con el duende de poder cursar aquel semestre y tener una cama donde dormir.

***

Rijolé por el contrario, dedicaba las madrugadas a estudiar y a entregar trabajos de una matrícula que a duras penas podía pagar. En el trabajo en el que estaba, pagaban una miseria y su intento fallido de encontrar un trabajo mejor, la había obligado a preguntarse, qué sería de ella si dejaba de trabajar donde estaba por buscar un trabajo mejor, por lo que siguió buscando trabajo recibiendo la negativa de todos los trabajos a los que se presentaba debido a que, aunque cualificada para el puesto, siempre la rechazaban. Rijolé no solo cursaba en la Universidad de Barcelona, sino que además, por su cuenta, había adquirido conocimiento de psicología. Era un misterio que nadie entendía. A pesar de que su día se componía de llevar a los muchachos al colegio, limpiar la casa antes de presentarse a algún examen, la libertad de estudiar en casa le permitía organizarse para, en los ratos muertos de la tarde, ojear artículos de psicología y acudir a la biblioteca, luego recogía a los niños y les daba la merienda, hacía los más grandes vistieran a los pequeños para dormir y seguía con su carrera unas horas más, para luego por la noche, limpiar en la estación de Francia de Barcelona. Obligada a sentir las miradas de desprecio que le echaban la gente: podía sentir como con cada mirada, la hacíamn más pequeña;  con cada váter sucio, su autoestima la llevaba a pensar que había caído en lo más bajo; podía verlo porque la gente la miraba por encima del hombro, sin saber, que en realidad ella estaba ahí por que el sistema lo había querido así, y así le constaba con relación a las conversaciones de sus amigos de la comunidad que acababan la carrera y los demás compañeros ya estaban colocados en el trabajo: “Llevo seis años estudiando, hermana, y tengo una carrera que me ha costado lo mío poder acabarla y sacrificio poder pagarla, pero estoy en paro porque no tengo estudios suficientes, según parece, aunque tenga, además, un master en económicas y finanzas, y haya impartido clases en Inglaterra o haya aprendido cinco lenguas de las cuales, dos son maternas. ¿Quién quiere trabajar en España? Definitivamente, haré profesionalidad fuera, en el extranjero. Esto es muy vergonzoso y demasiado caro además de insostenible para quedarse aquí intentando que te den una oportunidad” esa era la retahíla de motivos que daban todos y todas las jóvenes de todas las edades negros afro españoles, con diferentes carreras que explicaban a Rijolé cuando ella preguntaba. Por lo que, aunque se sintiera muy española, ella quería ,o más bien, sentía que tenía que emigrar para que valoraran su profesión. Aquello la empujaba a no querer rendirse, y así, con los mensajes de sus compañero,s algunos más expertos que otros en encontrar el trabajo adecuado en según qué país, porque encontrar trabajo un joven negro era una lotería, la alentaba aquellos que sí lo habían logrado. 

Rijolé se animaba con la idea de que podría darles a sus hermanos y sus padres, la vida que sus padres habrían querido por deber, por respeto y por todo lo que habían tenido que pasar ellos: La vida que no habían tenido y que quería que tuvieran, con algo más de liviandad y algo de facilidad económica. Por eso, ahorraba cualquier dinero que entraba de su cuenta bancaria. Rijolé, no sabía lo que era salir de fiesta o tomarse unas cañas con los amigos. Su vida era trabajo, vida familiar y estudios. Sí, estaba estresada pero no podía pensar en otra cosa.

***

Aquella tarde, las dos chocaron por casualidad por los pasillos de la biblioteca una con un libro en la mano cada una. Se sonrieron. Cuando Priscila vio a Rijolé pensó que aquella chica de rostro azabache y de cabello rizado, debía estar cursando una carrera muy dura, quizás medicina. Su rostro mostraba unos ojos por lagunas que dejaban entrever su azote de cansancio y estrés. Pese a todo, tenía una sonrisa para ella. Priscila le sonrió y así comenzó su amistad:

—Soy estudiante de primer grado en docencia. ¿Dónde estás tú? — se presentó Rijolé

—Soy de Finanzas y Economía moderna. Aunque no tengo claro si quiero acabarlo… no sé, ya sabes, son muchos años … y el dinero me hace falta— sentenció — mi nombre es Priscila

—No sabes cómo te comprendo, compañera. Así estamos todos— dijo para simular camaradería —Encantada, mi nombre es Rijolé — se dieron dos besos

—¿Qué significa Rijolé? Perdón por la pregunta, pero es que tengo curiosidad

—Significa amor.

—Qué bonito

—Bueno, mis padres me lo pusieron por una telenovela de moda… aunque bueno, ellos no … —se interrumpió Priscila

—¿Qué? — la miró extrañada

—Bueno, no quiero agobiarte con mis problemas— Rijolé pensó que fuere lo que fuere no sería para tanto

—Tranquila, aquí tienes una amiga para lo que sea. En mi puedes confiar. ¿Quieres que vayamos a tomar un café? A puesto a que ingieres tanto cómo yo jajajaja — quiso relajar el ambiente

—Ya te digo. Y más con los exámenes finales a la vuelta de la esquina. Me apunto a ese café.

Las dos cogieron sus respectivos libros y se fueron al bar más próximo:

—La verdad es que no le he contado esto a nadie desde hace algunos años, pero creo que va siendo hora de contarlo: Mis padres me echaron de casa, tuve que dormir en la calle y luego de rogar en varios sitios para trabajar, pude mudarme de Madrid a Barcelona y ahora comparto piso con unos amigos que me acogieron. Trabajo como dependienta en una tienda de Pull & Bear de la Villa Laietana, Apenas me llega para un capricho, pero bueno, pronto haré prácticas en una empresa en Dirección de empresa y Finanzas  — Aclaró para no parecer demasiado pesimista — en cierto modo, creo que me vino bien que mis padres me echaran de casa, vivía en otro mundo. Un mundo que no era el mío. No era real. —Auguró con la mirada fija en el café mientras removía con la cucharilla el azúcar y la gente iba entrando y saliendo; haciendo sus comandas y saliendo…

—Vaya no tuvo que ser fácil— Pero en comparación con lo que ella tenía que soportar cada día, tampoco le había salido tan mal la jugada. Pensó que sería una niña de papá o mamá que no valoraba nada de lo que tenía. A Rijolé le cayó un poco mal, pero al mismo tiempo pensó que verse de golpe sin esos lujos, no tuvo que ser tarea fácil. Renunciar a la comodidad de golpe y  de sopetón; que sus padres la echarán a la calle como un perro … no sabía si era bueno o malo, si se lo merecía o no. Al fin y al cabo, había omitido esa parte, aunque podía hacerse una idea.

—Bueno, cuéntame tu vida. Ahora no me dejes con todo lo malo.

Después de la descripción de Rijolé, aunque quitando lo de que la gente la miraba por encima del hombro y que no encontraba ningún trabajo mejor, debido a su color de piel, Priscila, quedó boquiabierta literalmente y se preguntaba de donde sacaba las fuerzas para seguir adelante.

A pesar de que, habían hecho buenas migas y una de las dos, había quedado satisfecha sobre cómo le había ido en la vida. Siguieron quedando, conversando y contándose los vaivenes de la vida de estudiante. Se dieron los números de teléfono. Al principio, Rijolé sacaba tiempo para hablar con ella sobre todo por las noches, quedaban para salir a tomar copas, se contaban y se confesaban, quedaban con más gente y socializaban, fue ahí cuando Rijolé pensó por primera vez en la idea de una pareja. Al igual que su amiga Priscila, pero todo cambió cuando en una de las conversaciones, Priscila la animó a echar currículo en un gabinete de psicología diciéndole que era muy buena y que tenía que apuntar alto. Las dos soñaban con encontrar un guapo millonario que las sacara de la miseria que era ser estudiante y estar sin un duro. Obviamente, eran bromas de preadultas que comenzaban a ver los problemas de hacerse adultas. 

 Aquella semana quedó motivada, sin embargo, tres meses después, un correo confirmaba a Rijolé que no cumplía los requisitos. Por otro lado, aquella misma semana, habían ofrecido un puesto en funciones como becaria en una de las oficinas de una empresa prestigiosa. Y con jolgorio y énfasis se lo contó a su mejor amiga, sin saber que, esta se quedaría boquiabierta por la suerte que tenía por ser blanca y sin hacer apenas esfuerzos. Rijolé sintió impotencia, rabia, cansancio y sobre todo sentía que era injusto que todo el trabajo que ella hacía fuera en vano. Dejó de hablarle. Quizás por injusticia, quizás por que creía que a Priscila, le llovían las ofertas cómo caídas del cielo. Priscila la escribía todas las noches y todos los días, sin saber el precio por ser blanca, la llamaba todas las noches hasta que las llamadas cesaron.

Los días pasaron, las semanas y los meses. El sentimiento de querer parecerse a los blancos, la había llevado a vestir cómo ellos, hablar y actuar cómo ellos; Aunque quería dejar de hablar a su única y mejor amiga, aquel viernes quedaron para reconciliarse y salir a tomar una cañas. Aunque tenían que estudiar y trabajar al día siguiente, la idea de conocer a chicos, con la edad que tenían, era motivo suficiente para darse un descanso, reír, y hacer más holgada la semana. Pero siempre ocurría lo mismo, todos la miraban con cara de desconcierto, parecían interesados en Rijolé, pero ninguno se atrevía a mostrar interés en ella. Bueno, sí, hubo uno que sí que lo mostró, Esteban, pero resultó ser un chico que impulsado por la habladurías, creía que las mujeres negras eran muy fogosas, hecho que hacía tener que descartar todos y cada uno, que no eran pocos saliendo de fiesta, que iniciaban una conversación con ella. Avergonzada, herida, agredida verbalmente por la insinuaciones. Priscila había iniciado en varias ocasiones alguna que otra relación. Todas se consumían al poco tiempo, pero Rijolé sentía cierto recelo para con su amiga. Fue así cómo sus padres se dieron cuenta de que había descuidado su verdadero objetivo y dejó de hablar con su mejor amiga. 

El tiempo pasó, cada una hizo su camino según se esperaba: Priscila consiguió montar su propio negocio con algo de esfuerzo; con la ayuda de sus padres con los que se reconcilió al saber que había encauzado su vida. Se casó con un guapo millonario y vivió sin limites económicos. En cambio, Rijolé había quedado relegada a trabajar como camarera de piso en un hotel tras varios años de extremo estrés y mucha terapia tras sufrir esquizofrenia; como sus padres fallecieron y tenía que hacerse cargo de sus hermanos, tenían que seguir sus estudios, vio la salida fácil trabajando en un prostíbulo logrando acabar sus estudios, teniendo relaciones que fracasarían por el alcohol, la adicción a las drogas o una falta de ambición. Siguió luchando, sin descansar. Más tarde que pronto, decidió que estaba harta de ser evaluada por los blancos y montó su propio gabinete de psicología. Ganaba suficiente dinero como para mantener durante los primeros años el negocio. Junto a sus hermanos que iban creciendo, hacían propaganda por los barrios y por otro lado no paraba de formarse, Rijolé y impulsaba a sus hermanos menores a continuar con sus estudios, pese a que no las tenía todas consigo. Con el tiempo y tras muchísimo esfuerzo, además, con la reciente oleada de las reivindicaciones que acudían a las redes sociales para no callar más el racismo sufrido en España, consiguió hacerse hueco en aquella profesión más frecuentada por blancos y ganar prestigio unos años después en Inglaterra. Luego de montar su propia empresa y tener éxito, tuvo varias sedes y desde España lo dirigía todo. Sus hermanos finalizaron los estudios como hubieran querido sus padres, y tuvieron la vida que ella siempre quiso. Rijolé se casó con un activista panafricano y sociólogo. Lo curioso era que: era blanco. 


Varios años después Rijolé en una entrevista para el New Yorker, comentó cómo había sido su vida y su lucha para con el racismo y la trayectoria de su trabajo ,Priscila se dio cuenta de los impedimentos de su mejor amiga de Universidad, la llamó , quedaron y su palabras después de llorar a lágrima viva por el reencuentro, fueron: Lo siento. 

FIN.


Si después de esto sigues pensando que lo más importante es encontrar un amor que cubra todas tus necesidades después de las trabas que han sufrido cada una, creo que, no estamos poniendo en relevancia lo que es realmente importante. 


por otro lado, sigo sintiendo que esta historia tiene mucha miga, puede y quizás para una historia más larga y más elaborada. No sé, ¿qué opináis vosotras?


©El Rincón de Keren 


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6 comentarios

  1. La verdad Keren es que con tu imaginación y creatividad haces evolucionar muy bien tus relatos y desde luego que parecen, como en este caso, la semilla de una novela. Temas como la amistad, el amor, el racismo o la precariedad laboral dejan huella en el texto.

    Te felicito por tu trabajo y te deseo una estupenda semana.

    Abrazos.

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    1. Hola, Miguel!! Es verdad, yo también lo creo que podría ser una semilla perdida ahí, sin embargo, no creo que haga nada. Gracias por pasarte por el blog. Me alegra que te haya gustado. Un beso!! Feliz semana.

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  2. De pequeño siempre me decían que todos/as somos iguales. Mientras no lo creamos realmente unos seguirán siendo más iguales que otros.

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    1. ¡Hola, Cabrónidas!
      A ver, iguales no somos: Mi piel no es la misma que la tuya, pero dentro de lo que conforma a una persona humana, en eso, si somos iguales. Luego, ya sabemos que tenemos diferentes caracteres y que lo que vive una persona negra, no es lo mismo que una persona blanca, creer que estamos en la diferencia respecto a derechos que no nos han dado, por eso, la desigualdad, es decostuirnos para hacer frente, haciendo algo al respecto con el tema. De nada sirve decir que "somos iguales" o que "no veo colores" es una respuesta facilona que no arregla realmente el problema. Quizás un ¿Cómo puedo ayudar a fomentar la idea que no se trata de minoría? Y ¿Qué hago al respecto? Gracias por pasarte y por animarte a comentar. Me ha echo ilusión. Besos y feliz semana.

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  3. Muy buen relato Keren como siempre, abrazos!!!

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