¡Hola, mis seguidores, lectores habituales y nuevos lectores!
¿CÓMO COMPRENDER A UNA EDAD TAN TEMPRANA LO QUE ES LA EDUCACIÓN CUANDO VIVES EN UN AMBIENTE TAN HOSTÍL DONDE SOLO POR PERTENECER A
UNA MINORÍA, TE MIRAN POR ENCIMA DEL HOMBRO?
No fue porque tuviera unos padres ejemplares, tampoco porque
mis profesores me hubiera infundado las mejores prácticas asertivas para
relacionarme. Sino la relación que mantenía con un barrio que se caía a
trozos, con la pena y la rabia que todos habíamos asumido cómo normal. Para
cuando cumpliéramos los dieciséis años, en una comunidad mal vista, a veces
repudiada y muchas otras cuestionada por la vida austera que la gran mayoría
teníamos, el barrio rugía a hambre, a miseria, pero también a sangre,
familiaridad y una vecindad que luchaba por el respeto.
Pasaba de curso y con buenas notas, bien lo sabían mis
profesores y mi familia. Más me valía con la de palizas recibías de un padre
autoritario, adicto al alcohol donde era la norma en cada familia, donde el que
no bebía alcohol, traficaba o con mi edad ya tenía su familia formada. Era lo
usual.
Renegados de una vida digna, donde el paro abundaba, ¿Quién
podía darnos esperanza donde las familias habían robado para comer o darles un
sustento a sus hijos o habían caído en la drogadicción no pudiendo soportar el
devenir de la vida que les había tocado ni cómo salir de aquella jungla de
asfalto, rodeados de lo único que conocíamos?
Si algo aprendí de mis hermanas, era que, aunque eran muy
mal habladas, cuando tenían que hablar con alguien que no era de nuestro
entorno, se mostraban muy educadas. Su carácter y comportamiento se amoldaban a
las circunstancias. Poco a poco fui adquiriendo esos hábitos hasta que, fueron
parte de mí. No seríamos ricos, pero era algo que en nuestra hermandad
considerábamos que era imprescindible. Hasta que al barrio llegó un profesor
blanco. Pensé que nos podría aportar más de lo que habíamos aprendido en los
últimos años. El bajo presupuesto escolar hacia que se ahorraran el sueldo en maestría,
así como juntar clases de distintos niveles para, dicho por los jefes de
estudio, socializáramos más.
Le daban importancia a las relaciones sociales, pero pocas
veces realizábamos salidas culturales o excursiones. Era evidente que, muchos
de nosotros, no hubiéramos pisado la capital de la gran ciudad ni por asomo,
por nuestra cuenta o no supiéramos lo que era ir a una obra de teatro, o por el
contrario, no supiéramos qué ambiente se respiraba por aquellos lares donde el
lujo no estaba a nuestro alcance. Me alentaba con la posibilidad de que con aquel
profesor todo fuera diferente, que era proporcional a encontrar por fin un
poco de sosiego a nuestras vidas, a darle un aliciente a nuestras vidas
costumbristas y cargadas de tragedias. Pero lejos de ser cómo pensaba, aquel forastero se ensañó tanto con nosotros que adoptó varios nombres.
No sabía muy bien porqué nosotros, éramos la diversidad en todo su apogeo.
Un compañero llegó a
clase borracho, lo normal, teniendo en cuenta que muchos de ellos, eran
agredidos por sus progenitores y lo único que les hacía darle sentido para no
sentir el aquel dolor y vacío era neutralizar aquellas emociones. El profesor
nos hizo pintar el instituto, luego dio un gran discurso del porqué no debía
beber ateniéndolo con el respeto hacia los mayores, eludiendo quizá el
verdadero problema de lo que significaba ser alcohólico, ridiculizándole
delante de toda la clase con cada uno de los días del curso escolar. Cuando no
era eso, nos castigaba con exceso de deberes, algunos lo que hacían era
intentar aplicarse, pero después de casi nueve meses, muchos vieron impedidas
sus esperanzas de prosperar.
Para el profesorado no era de importancia, pues cobraban lo
mismo tanto si nos animaban cómo si no, dependíamos únicamente de nosotros
mismos y algunos padres estaban muy ausentes.
Corría el rumor de
que aquel profesor, Amancio se llamaba, iba recibir su merecido. Por suerte aquel episodio en nuestras vidas nunca se dio. Desde ese
mismo instante comencé a ser más educada que nunca, aquello me generó un
estrés, más del que quisiera, no solo por no hacer que la tomara exclusivamente
conmigo y con nuestro grupo pues llegado el momento, a un chico lo castigó en
medio de la clase, haciéndole soportar varios libros apilados en cruz sin
pantalones formando un corrillo con los pupitres, al tiempo que soltaba sus
pequeñas puyas despectivas, sobre porqué todo aquel que no acatara las normas
eran la escoria. Aquello desató un gran enfado entre los jóvenes de todas las índoles
y etnias. Sin embargo, la mayoría pretendían ir a la universidad. Consideraban
que tenían que aguantar lo que hiciera falta para poder acabar el curso con
buena nota y librarse por fin de aquel tirano cómo profesor, al que habían
apodado como «Hitler».
En varias ocasiones menospreció el esfuerzo de muchas
alumnas alegando falta de intelecto pues algunas se trababan al leer en voz
alta y proseguía su discurso acusador sin cese alguno. Eso me motivó a seguir
leyendo, sobre todo en voz alta. Hasta que llegado mi ultimo año con notas
excelentes, en los exámenes finales, llamaron varias veces a mis hermanas para
hacerles saber sobre la situación académica. Finalmente, pude averiguar que «Hitler»,
el profesor, creía que copiaba en los exámenes, debido a mis altas
calificaciones. Eso no me acobardó. Seguí dando los buenos días, picando a la
puerta del despacho del director cada vez que me reclamaban y no sentándome
hasta que me lo concedieran. No hablaba primero si no me daban pie. Escuchaba
mucho, para después hablar. Aquello me convirtió no solo en una persona
observadora y sagaz. Sino que, pese a que mi profesor la tenía tomada conmigo,
aprendiera una gran lección el día de mi graduación.
Antes de que pudieran entregarnos el último examen, «Hitler», se negó a darme las ultimas clases. Ya que participaba en todas y cada una de ellas, nunca faltaba y hacia todas las tareas y ejercicios sin rechistar. Esto, lo tomó cómo un atrevimiento y se obcecó en que quería ser él que capitaneara los finales. Lo peor era que aquel examen contaba como nota final. Dependíamos de ella para poder acceder a la selectividad y luego a la Universidad. Los pocos alumnos que no habían desistido en abandonar los estudios debido a la exigencia de aquel mal hombre sacaban unas notas excelentes, entre ellos, estaba yo. Pero ya os dije que la tenía tomada conmigo. Debido a que no pude recibir mis instrucciones tuve la suerte que, casi cómo si fuera contrabando, me pasaban los apuntes de cada semana así como todo el temario. Fue en ese momento cuando se decidió por unanimidad del profesorado, que yo hiciera el examen apartada del resto de alumnos, y con control, para asegurarse de que no hacía trampa.
LA PASIÓN Y EL ODIO SON HIJOS DE BEBIDAS QUE EMBRIAGAN -Proverbio africano, Burundi.
En la intimidad de mi
familia mis hermanas me apremiaron a que accediera hacerlo. Debía demostrar a
ese inepto, lo buena que era y salir del lodo con la cabeza bien alta. Así que
llegué esa mañana después de haber hincado codos toda aquella semana, porque
aquel hombre acostumbraba a hacer exámenes sorpresa, así me lo comunicaron mis compañeros. Hecho que me obligaba a no
perder ni un minuto en la dedicación al estudio. Por ello estudiaba cada día.
Di los buenos días al profesor y a la escolta que custodiaba la entrada y el interior registrándome antes y después del gran momento. Cumplimenté mi examen, lo hice lo mejor que supe y cuando acabé, me despedí y les di las buenas tardes.
Había que esperar a
que colgaran el listado de las notas globales. Ese mismo día me reuní con mis hermanas
mayores en los pasillos del Instituto mientras cogidas de las manos, entre la multitud de estudiantes, rezábamos
alguna especie de todo poderoso. Estábamos todas nerviosas sin embargo, la
sorpresa fue grata. Tanto que se me cayeron las lágrimas. Había luchado contra
viento y marea, me lo habían puesto difícil, muchísimo, pero lo había logrado.
UN TIGRE NO TIENE QUE PROCLAMAR SU FIEREZA-Proverbio Africano.
Años más tarde en la Universidad comprendí que aquel
profesor, me dio un aperitivo de lo que me iba a encontrar en el mundo real, no
obstante, aquello no hizo que me achicara así que conseguí acabar mi carrera
con muy buena nota y hoy soy lo que menos imaginaba: Profesora.
REFLEXIÓN
Creo que queda clara la idea. A veces no es tanto tener razón sino hacer aquello que estás dispuesto luchar para conseguir. El hecho de que la protagonista haya decidido no enzarzarse en algo que habría supuesto una discusión que podría haber acabado peor para ella que para el profesor, nos enseña a ser cautelosos, también, a no dejarnos llevar por la ira. Quizá habéis oído aquello de, cuando estés enfadado cuenta hasta diez. Pues en este caso, cuanto más rabia te de algo rabia, más educada puedes llegar a ser. A sabiendas que esto no quiere decir que seamos falsos con nuestro entorno sino que elijamos correctamente a aquellas personas que nos benefician y con las que no, no vale la pena gastar nuestra salud mental.
Se suele hacer referencia a aquello que no nos hace bien o que por hache o por be, no nos gusta cómo nos hace sentir. A veces, no es tanto tener razón. Es saber escoger lo momentos y decidir si vale la pena o no, dar explicaciones. Obviamente una acción dice mucho más de nosotros que cualquier palabra ende la elección que nos haga ser fieles a nosotros mismos.
Aquí encontramos un rechazo a los alumnos, no se cuan cierto puede ser en este año 2021 pero lo que es seguro, es que algunas cosas sí se están dando. El hecho de juntar clases y hacer recortes en profesores dice mucho de nuestra educación pública que para mi, ayuda a que todos los jóvenes que puedan acceder a la formación.
PUEDES ESTAR EN ACUERDO O EN DESACUERDO, ¿QUÉ OPINAS TÚ?
GRACIAS POR LEER Y VISITAR MI ESPACIO,
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©El Rincón de Keren
Salvando las distancias, me recordó a la historia de Andrew Wiggins en "El juego de Ender". Claro está que siempre es erróneo juzgar desde el privilegio, y en este caso el color de piel del profesor nada tiene que ver: su postura no es diferente de la del resto de la sociedad hostil dónde estaba inmerso la protagonista. Pero la enseñanza es válida: no importa lo duro de la situación, la estrella brilla así sea en el fondo de un pozo.
ResponderEliminarTengas buenos días!
¡Hola, Alex! quería arrojar un rayito de esperanza. Lo malo es que a veces, los migrantes y afrodescendientes tenemos que luchar contra muchos agentes. Quería con este relato, darle la parte buena de lo malo. A grandes rasgos, de lo malo se puede sacar algo bueno. Me alegra que te hayas pasado por el blog. Gracias, feliz día y mejor semana. Gracias por tu valoración.
EliminarMuy bueno Keren, un relato para reflexionar. Me gustó mucho 👏👏👏♥️
ResponderEliminarHola, Huris!!Mi idea era poder dar precisamente un motivo para reflexionar. Me alegra que te haya gustado tanto cómo para que dejes comentario. Gracias por pasar por mi blog, bienvenid@. Saludos!!
EliminarSoy de los que creen que parte del trabajo pedagógico de un profesor, ya sea de primaria o universitario, consiste en facilitar el aprendizaje para que el alumno, sea quien sea, lo alcance de la mejor manera posible. Todo lo contrario de lo que hace el profesor de tu relato, que es desconfiado y déspota. Profesores hay muchos; que sepan enseñar y estén a la altura de su honrosa profesión, pocos. Claro está que, como la discente de tu relato, cuando tienes la mala suerte de que tu docente sea un subnormal de esos, conviene hacer acopio de resolución y paciencia, y no perder de vista el objetivo: aprobar con nota (y de paso perder de vista a capullos con título que pervierten tan sagrada profesión).
ResponderEliminarHola, Totalmente de acuerdo contigo. Aunque para otros puede ser un gran trauma. Imaginemos pues, el lado contrario, puede joderte la vida para siempre. Sobre todo cuando se es joven. Uno puede tomárselo muy a pecho todo y darle demasiadas vueltas al coco, pasar vergüenza, autoexigirse, querer llegar a la perfección... Ese sería uno del menor de los casos, la otra sería desarrollar algún tipo de patología mental. Está claro que a veces, lo mejor es dejarlo todo en manos del buen hacer de demostrar lo uno vale. Pero otras, es de distinto modo para el que lo sufre. En mi época tanto de primaria, no lo pasé bien y en el Instituto tampoco. Y no fue solo por profesores que hicieron la vista gorda con según qué cosas, también con compañeros que hicieron y deshicieron para decir cualquier barbaridad para quedar por encima. Esto sigue ocurriendo incluso desde parvulario que los niños llegan agredidos a sus casas (no es mi caso) pero si recibía escupitajos, empujones y burlas. Este relato, es una manera de intentar darle al botón de sanar. Por que el agresor a no solo pueden ser los compañeros, te puedes cruzar con alguien incluso en el trabajo y hacerte la vida imposible, o tener un jefe que te tiene esclavizado. Pero la verdad es que no hay una manera correcta de proceder sino que hay que saber que todo pasa si hacemos aquello cómo sentimos y creemos que nos va hacer sentir mejor y no nos arrepentiremos de la situación. Gracias por pasar por el blog.
EliminarFeliz semana.
Muy buenas enseñanzas en este relato. Te felicito por él. Saludos.
ResponderEliminar¡Hola, Ana! Me alegra que te haya gustado. La dedicación a este relato ha sido un proceso de una semana y varias correcciones en el tiempo. Así que bien. (Tal y cómo dije en mi cuenta de Instagram, les estoy dando reposo a los textos. Pues las prisas no son nada buenas en mi) De nuevo, mil gracias por tomarte tu tiempo para pasar por mi espacio. Feliz Otoño...
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