Relato y Ejercicio (3)- Relato: Vendetta

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 ¡Hola, mis seguidores, lectores habituales y nuevos lectores!


Buenos días o buenas tardes, en su defecto, buenas noches... 
sabréis que esta entrada era obliga debido a las anteriores. Hoy hablamos del objeto-relato en el que una disputa y una deuda crean nuestro relato de la mano de en este caso, una pizza cómo elemento impertinente. Sí, porque por culpa de este alimento, nuestro protagonista está más que harto. Ésta es otra manera más de hacer el ejercicio del que ya hablé. 
¿ME ACOMPAÑAS?



HOY HABLAMOS DEL...









 RELATO Y EJERCICIO

Desprovisto de comida podía sentir las  lágrimas saladas que ahora yacían en la comisura inferior de sus labios en un mar que le recordaba las penurias que estaba viviendo, «Todo irá a mejor», se dijo. Y no sabía si era el hambre o la esperanza; la fe o la cordura; pero pensaba que las cosas ya no podían ir a peor. Ahora no, no ahora que había perdido toda libertad por algo que no había elegido ni tan siquiera él. Era su destino...


Un día aquella familia acusó a la suya de deslealtad entre su padre y el padre de su mejor amigo. Al que no había vuelto a ver nunca más desde que eran pequeños. Pues les habían prohibido volver a verse o mantener el contacto debido a que uno de los dos pensaba que el secreto mejor guardado de la pizza que habían creado antaño conjuntamente entre los abuelos de ambas familias había sido puesto de manifiesto a la competencia culpando así al abuelo de Mauricio años más tarde, a su padre y ahora al hijo y cabeza de familia.


Se debatían entre si una pizza era más buena o la otra, se juzgaban sobre el éxito del restaurante rompiendo lazos de negocio cuando la competencia reveló a la ciudad el gran secreto de la creación que tanto les había costado. Aunque Mauricio pensaba que lo que les había costado, en realidad, era la amistad que tenían.


 En algunas épocas conseguían apaciguar el panorama a lo ocurrido gracias al don de gentes del padre de Mauricio, que les alentaba a olvidar problemas del pasado, pero las costumbres o quizá la época, no les dejaba olvidar los fantasmas del pasado. Para Mauricio estaba claro "¿Qué culpa tenía el resto de la familia sobre una disputa que no les concernía?" 

 

 La familia de Mauricio inició entonces con mucho esfuerzo y a regañadientes, el negocio de los churros y que, durante años, por tal de demostrar que la amistad era más importante, el padre de este aceptó la deuda y daños para que así su amigo olvidara viejas rencillas, así como ambas partes de las familias.

Una deuda que no le pertenecía, que le había costado la pena de una familia con toda la vida por delante tras la muerte del padre de familia. Habían pasado demasiadas penurias, habían tenido que compaginarlo con otros trabajos y se habían visto obligado a tener que permanecer en la Toscana sin otras posibilidades porque la familia de Mauricio se tomaba las promesas muy en serio al igual que la deuda familiar, pero a veces, Mauricio coqueteaba con la idea de dejar todo atrás, ver mundo; se sentía atascado, por momentos impedido y otras, cómo si una maldición o una gran carga hubiera sido depositada en sus espaldas desde el día en que nació. Ese fin de año, le daría a la familia Mozzini, su gran merecido, así como poder respirar al fin aliviados para poder ir con la cabeza alta.  


Mauricio trabajaba como churrero en una pequeña Villa de la Toscana. Todos se conocían, todos sabían de quien era hijo. Por lo que, no era de extrañar que después de la muerte de sus padres por una disputa entre familias que se remontaba en el tiempo para llegar con veintinueve años a cargo del único negocio que había podido heredar… además, de una pesada carga contraída por aquella familia avariciosa, desconfiada y que le había traicionado. Pero aquellos días se tornaban distintos para Mauricio pensó que al fin podría descansar ,ya que, ese año tan solo quedaba el último pago de la deuda contraída.




Estaba esperanzado, ese día atendió a todos con alegría, todos en la Toscana sabían que por fin se respiraría paz después de décadas. Después de acabar su turno en la lonja, bien entrada la madrugada, después de las campanadas, el joven se puso de gala igual que el resto de su familia, para encaminarse hacia la casa de los Mozzini para saldar cuentas. Se imaginaba la cara de su padre, en paz descanse, sonriendo desde ese cielo estrellado. Sabía que allá donde estuviera lo estaría viendo orgulloso.

 

Por las calles sonaba una sonata como tantas otras, esta era especial, pues auguraba tiempos mejores. Hubo desfile de familias que traían comida, los niños comían tarta, los mayores vinos y entre festejo y jolgorio, por fin el patriarca de la familia Mozzini se dignó a hacer su aparición. Una gran ovación hubo y cuando todos los presentes se levantaron, aguardaron en  silencio para observar al único hijo de la familia contraria, entregó la solvencia en una gran cesta de billetes cuando el gentío estalló en aplausos, gritos, silbidos… pero el señor Rigoberto Mozzini se levantó e hizo callar a la multitud. Con el ceño fruncido, un bigote espeso y un puro que se había llevado minutos antes a los labios, lo reposó en el cenicero creando así expectación y atrayendo las miradas de los lugareños.

 La tensión se podía palpar en el ambiente. Hicieron contar el dinero en un incesante ir y venir de las matriarcas de ambas familias enfrentadas. Fue uno de los hijos, el mayor de los Mozzi, quie. le dijo algo al oído a su padre Rigoberto. Intentaba por todos los medios ocultar la sorpresa, agachó la mirada, le dijo algo a su mujer y ésta intentó apagar el fuego que pudiera arder, la posible furia de Rigoberto, así como el resto de los familiares que pedían cuentas a la familia de Mauricio Tutti . Hubo un revuelo de confusión en el que no se sabía qué ocurría. En medio del barullo, hubo un silencio en el que se oyó «Por el amor de Dios, hemos sido grandes amichi, ¿No han sufrido ya suficiente ambas familias?», se escuchó del bando contrario…

Mauricio nervioso a la vez que incrédulo preguntó.

—¿Ocurre algo? —hizo una pausa para dejarle contestar mientras los hijos intentaban desesperadamente contener a un padre colérico incapaz de dejar atrás el pasado y la herida causada…

—¡Nuestra familia no os recibe con los brazos abiertos! —sentenció el patriarca. Mientras los murmullos y los gritos daban paso a una sinfonía de quejidos, de palabras malsonantes, jurando vendetta en la que se desató una batalla campal en la que volaron puñetazos, botellas, vasos rotos, todo tipo de utensilios porque estaban hartos, cansados, pero, sobre todo, dolidos, el joven Mauricio vio pasar su vida en un instante.

Mauricio no podía creerse que tuviera que pasar otros veintinueve años más trabajando cómo churrero donde nunca sería bien visto. Jamás.  En ese momento distraído, en el que todos intentaban arreglar el problema a su manera por lo que era cierto y lo que no, le entraron unas ganas irrefrenables de huir e irse lejos a donde nadie pudiera encontrarle. Pensó entonces que aún le quedaba algo de dinero ahorrado con lo que poder sobrevivir un tiempo. Echó a correr, y con lo puesto, corrió como si le fuera la vida en ello hasta llegar al puerto. El último barco salía esa misma noche de fin de semana. Pensaba que no lograría, pues detrás de él fueron en su busca varios familiares Mozzini. Pensaba que no lograría llegar a tiempo, que le alcanzarian pero sí lo logró mediante un sprint final que le obligó a llevarse la mano al corazón debido a la adrenalina una vez embarcado. Se marchó, y no regresó nunca más.


***

Veintinueve años después, el joven ya adulto, se juntó con una barcelonesa con la que contrajo matrimonio y tuvieron una niña. Cuando ésta alcanzó la adolescencia se enamoró de Mario, un chico Italoespañol ,pero no imaginaba qué le revolvería la vida el día que lo presentara a su familia.

—¿Cuál es tu apellido, piccolo bambino? —preguntó el padre curioso después de una velada memorable con chico educado y de buena conversación.

—Mozzini señor…—Mauricio palideció ante los muchachos y su mujer. Pues la historia volvía a llevarle a viejas rencillas de las que había estado evitando más de cuarenta años.

FIN.

Recordamos así a los ganadores de la Eurovisión pasada, Maneskine.


Espero que hayas disfrutado con este post dedicado a darle caza a la hoja en blanco. 

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Si no recuerdas cual fue la entrada de la que te hablaba al inicio de la entrada, te la dejo AQUÍ

©El Rincón de Keren 

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4 comentarios

  1. ¡Hola, Keren!
    Me gusta mucho cuando centras tus relatos en la vida cotidiana de las personas. Realmente pienso que en lo cotidiano está lo extraordinario. La ambientación en Italia se conjuga muy bien con el elemento central que te has propuesto. En este caso, la pizza. Además, como en Romeo y Julieta aparecen esas rencillas familiares qué tanto juego han dado en la literatura. Estupenda entrada.

    Abrazos.

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    1. ¡Hola, Miguel!
      Es el tipo de relatos que me gustan. Aunque bueno, suelo publicarlos muy pocas veces, quizás. Espero que pases buena noche. Gracias por pasar por el blog.

      Abrazos.

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  2. Hola, Keren. Hoy me he querido pasear por tu blog en un descanso en mi trabajo y de nuevo me dejas con una gran sonrisa al leerte. Muchísimas gracias por estos regalitos de escritura. Buen relato y buena ambientación, me lo he pasado genial.

    Besos y feliz fin de semana.

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    1. ¡Hola, Carmen! ¡Dichosos los ojos! Pues este relato nace precisamente de escuchar música en Italiano, Y... No somos un poco rebeldes los escritores, no nos entienden del todo otras van con todas y con nosotras, pero algunas veces, hacemos locuras que nadie entiende con los escritos je je ! Me alegra que te haya gustado. Espero que pases tú también un buen fin de semana.

      Besos y abrazos.

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