Ekalele y la profecía | Blog Literario ''Relatando cuentos'


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Ekalele es un mestizo alto, de mirada penetrante, cuerpo fornido, trabaja su cuerpo porque sabe que es su templo. Cuida su cabello como su cuerpo o más. Será por eso que sabe que es agraciado, y bien lo puede decir la vecindad, todas esperan el momento para charlar con él, para tomar una copa y si surge algo más no será alguna de ellas no le haya mandado señales. Ekalele, los intuía y hacía todo cuanto estaba en sus manos, por ofrecerles aquello que aquellas vampiras insinuaban. Claro que, cuando joven de apenas veinte años recordaba su trayectoria con las chicas que había estado, una especie de pesar se le aquejaba en el pecho y aunque sentía las señales hacía caso omiso.


El muchacho había estado con modelos, con peluqueras de moda, psicólogas que la habían apremiado a llevar una vida mejor que la que llevaba, la cual consistía en asistir religiosamente a veinte horas de trabajo con un sueldo miserable.


“¿No te gustaría trabajar en algo menos duro?” o “Venga, va vamos a echar esa solicitud que tanto te hace ilusión para estudiar y comenzar una vida nueva”


Él sabía que todo lo que aquellas chicas le instaban a lograr eran posibilidades jugosas. Porque cargar con materiales de más de veinte kilos todos los días con la edad que tenía, ¿Quién le aseguraba que cuando llegara a los treinta su espalda lo resistiera. A todo esto la chamba de los domingos, el gimnasio e intentar sacar tiempo para estar con los amigos.


Amigos. Cada cual en su línea de lo que era Ekalele, sabia que no quería tener nada serio con nadie, pero iba saltando de relación en relación. Y lo cierto era que, le resultaban insustanciales, vacías, y cuando por fin encontraba a alguien que valía la pena, se sentía con la soga al cuello. Cualquiera diría que Ekalele sufría un miedo aterrador al compromiso. Por lo que, era más fácil mantener relaciones sin dejar en claro si había algo más. Él, dejaba la puerta abierta porque saber que tienes a quien recurrir era fácil, tentador, seguro, no había problema en estar en el mercado de la soltería.


Tal ocasión conoció Inya, una funcionaria social que trabajaba con personas discapacitadas, tenía un puesto fjo. Lo cierto es que el muchacho, atraía a mujeres exitosas. Pero a la hora de la verdad, buscaba defectos en los demás. Que si es una quejica, que si va con ínfulas de reina, que si se cuesta con todo lo que pilla. Tampoco les había dicho nada al respecto sobre sus verdaderas intenciones porque el hecho era que ver sufrir a una mujer, era superior a él. Por lo que se mostraba servicial cuando se quejaban y dispuesto, en cambio no les bajaba de las nubes a aquellas, porque jugaba con la contra de las mujeres, la falta de autoestima, y esa era la excusa perfecta para huir.


Pero… ¿Qué pasó con Inya? Curvas sugerentes, cabello afro, mirada que le llevaba a un estado de paz, con don de gentes, siempre tenía la palabra perfecta, siempre estaba ahí, hasta tal punto que se olvidó de ella. Y ese error que cometemos algunas mujeres en creer que nos van a tratar como nosotras tratamos, se rifaba Ekalele con la excusa de que no tenía nada que decir al respecto; pues ella era la exagerada, la que sacaba las cosas de contexto no obstante, la cosa se fue de madre cuando asfixiado por las insistencias de Inya en que le contara donde estaba, que significaban los mensajes cariñosos de aquellas muchachas, o como era que se iba de fiesta y acompañaba a una chica toda la noche, y a una desconocida… ¿Cómo Inya podía confiar?


La verdad es que Ekalele, se había olvidado de algo que le haría salirse de sus esquemas. Inya que le presentó a un ‘wèlëbbi, sufrió la lengua afilada de su explicación cuando saliendo de casa con el patinete desde el raval, hasta el puerto olímpico, este le vio un día.


- Padecerás la fealdad y la desdicha que no esperas


No sabían como reaccionar pero lo cierto era que la belleza de Ekalele no duraría toda la vida.


 bölobieta ná n lo tówalla  (presta atención cuando te hablo)


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