WOLF-KID (Relato) | El Rincón de Keren 'Blog literario'

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Fui la pequeña en una familia de dos, donde mamá era la que cazaba, me alimentaba, me enseñaba hacer trampas para cazar animales, recogíamos leña, creábamos objetos de cerámica para poder beber nuestro hidromiel, y veíamos las estrellas después de un duro día de trabajo, con los animales de la granja y la elaboración de abrigos para no pasar frío en un clima muy poco amable. Hoy, medio siglo después, los años no han pasado para mí, pero para mi madre fue tarde, los federales nos encontraron y la eliminaron.

 

Esa noche, una manada de lobos haciendo su recorrido, me protegieron de dicho peligro. Con todo lo que aprendí con aquella manada, también desarrollé un notorio olfato, papilas gustativas y un oído muy fino. Además, de que, siendo humana, aunque no lo supiera hasta pasados unos años, desarrollé una especie de Psicosis o brote psicótico en el que la realidad, no era lo que parecía.

 

Aquel día de primavera. Lo que parecían un grupo de cazadores, me arrancaron del seno para llevarme a Nuevo México. Allí, conviví años con una familia indígena. Ellos me enseñaron modales sin olvidar eso que llamaban “La parte salvaje” esa que habitaba en mí desde que tenía uso de razón. Aprendí a leer y escribir y cuando ya supe cómo desenvolverme con los atuendos que llevaba. Me enviaron a España, porque creían que allí tendría más oportunidades.

 

Fuera aquello cierto o no. Ellos estaban al tanto de mí situación, de mi historial médico y de mi carácter. En realidad, de todo lo que concernía a mi ser y mi forma de proceder. Nunca supe toda la verdad, o no estaba preparada.

 

En España, concretamente en Barcelona; comenzaron a instruirme en buenos modales. Pero yo me escapaba a las tabernas con los muchachos, porque eran los que tenían un instinto parecido al mío. Aunque muchos me llamaban “rara” , “anormal” y otros, se compadecían de mí. En cuanto a las chicas, me tenían pena o lo que había comprendido cómo envidia , gracias a una profesora cuando en una pelea con una de las del internado, a una de ellas, casi le arranco los pendientes con orejas incluidas.

 

—Tienes que ser más astuta, Adeline, tus notas son impecables, y si no faltaras tanto a álgebra podrías ser una buena matemática. En cuanto a esas chicas… Entre tú y yo… Se lo tienen merecido. Pero una mujer de alto prestigio y poder cómo el tuyo, no debería caer en las redes ni elucubraciones de una niñata malcriada adinerada.

 

Siempre se servía un vaso de coñac lo supe el día que gracias a sus palabras, en último curso, me acusaron de haber robado el dinero de una de las colectas de fin de curso. Y yo, siguiendo los consejos de la profesora García, no caí en aquellas redes tantas veces mencionadas una y otra vez a lo largo de mi instrucción.

 Cuando todo se solventó, me sirvió una copa de coñac y juntas en la terraza de su casa de planta baja, porque nos habíamos hecho inseparables, me confesó que no creía con certeza que aprendiera los modales ni el álgebra ni a coser… Pero que ella, que había sido tan atea siempre, rezaba, o lo que fuese aquello, a los santos, las fuerzas mágicas y todo lo espiritual. Aquello, me llevó a mostrar un tic y otro, en un ojo izquierdo. Tal y cómo me llevaba ocurriéndome a lo largo de mí formación, y una especie de calor subía de los pies al esófago. Y encolerizada, hacía un pequeño gruñido, que sonaba a una especie de mueca.

 

Ella, García, decía que tenía “alma salvaje” y que eso le gustaba. Confieso, que a mi también, ya que ella no anulaba esa parte de mí que todos intentaban extraer de cuajo. Aunque no sabía muy bien por qué, y tampoco me atrevía, en mis tiempos mozos, cada vez que hacía algo malo, me daban baños de agua fría con hielo, me dejaban en una estancia sin ropa, y luego de un rato, entraban con mantas y luego me hacían preguntas interminables. Cuando llegué al internado, fue lo mismo, pero con la imperiosa necesidad de que pareciera uno de ellos, limpia, curiosa, útil, callada, no decir nada que pudiera alterar a los demás, no hablar mal… Mis primeros años, me los pasé al sol sujetando libros en pleno agosto, bajo la supervisión del padre Armando, para que no me escapara y me escaqueara del castigo.

 

Ahora que era una mujer, “hecha y derecha”, fabulaba en mi mente, mundos extraños, discurrían por mi mente, paisajes tenebrosos quedaban plasmados en los lienzos, antaño modificados, por miedo a no ser “ lo normal”. Una tristeza acudía y se desvanecía , primero cómo una pequeña bombilla de luz y luego se apagaba, cómo los rescoldos de un fuego que aún aviva en un hogar, manteniendo cierto calor hogareño de recuerdos. Solo que los míos, eran ‘flashbacks’ de situaciones algo escabrosas.

Me recordaba comiendo carne cruda en medio de la nieve, corriendo por llanuras libre, durmiendo en agujeros que había escarbado previamente en la tierra, dormitando en medio del bosque y la garganta de la noche, junto a mi hermanos y hermanas, una familia… la única que recordaba… ya no quedaba casi rastro de lo que un día fue mi madre… no me atrevía a pensarlo. Y si lo hacía, mi mente entraba en shock y sufría ataques epilépticos.  

 

OTRO SIGLO DESPUÉS…

 

Ya tenía más de veinte años, a las mujeres les gusta ocultar su edad, pero mi aspecto no cambiaba así que decidí trabajar todo lo que pudiera y recluirme en una gran mansión a las afueras de Barcelona, en Banyoles, donde cuidaría a un anciano que sufría de ceguera, para no suscitar sospechas del por qué mi aspecto no cambiaba. Por temor a lo que pudieran hacerme...

 

Los constantes desvaríos de aquel señor, sus tropiezos a altas horas de la noche, el olor inmundo a orín, y su falta de memoria, me llevaron a convertirme de nuevo, en una persona noctambula; en esos estados, vagaba por los alrededores del campo que poseía el lugar; a veces me iba al estanco caminando, hasta donde el cual no había mucho trayecto. Otras, me leía un libro o ponía música del casete.

 

La mujer de este, quién me contrató, falleció a los tres años, y poco después, el señor. Dejándome una gran herencia. No sabiendo qué hacer con tanto dinero, volví al internado en busca de García… Un fogonazo de furia subía y quería estallar, pero acostumbrada a por instinto disimular, no hice caso.

 

Hasta que estando de vuelta en Barcelona capital, desvanecí y me mantuvieron en observación durante meses. Alegaban que podía irme cuando quisiera, pero la curiosidad, innata en mí, quería saber qué me ocurría. Allí pasé 10 años prueba tras prueba, el pelo se me caía con fuerza, la comida era insípida; hacían experimentos conmigo, lo supe cuando vi las jeringas, y luego de unos días, me atiborraban a preguntas y pastillas para contrarrestar. Quería irme, pero… ¿A dónde?

 

Hacía tiempo que no respiraba el aire de la calle, caminaba por la montaña, o me miraba en el espejo. Solo sabía que estaba harta.

 

Cogí mis cosas: mis pocas pertenencias, y traté de irme.

 

—Pero… ¿A dónde vas a ir? No tienes familiares, nadie te espera, no tienes casa, no tienes hijos, ni amigos… - Me espetaban los psiquiatras

 

Entonces, reculaba y agotada de mí misma, volvía acompañada de los escoltas que ya me conocían bien, me tumbaba en la cama, y me administraban un sedante, sintiendo que nadie me comprendía por estar sola, sin nadie en el mundo.

 

Hasta que un doctor muy influyente, comenzó a trabajar en el hospital. Era muy humano, hacia que tuviera más coherencia en mí misma, hasta el punto de recordar la gran suma que tenía de dinero, mi casa, la mansión de Banyoles y mi gran amistad con García y las mujeres de Nuevo México.

 

Nunca conté todo lo que había recordado, temía que me lo quitarán cómo ellos me habían arrebato mí vida en los años allí aislada.

 

El doctor Ferrán, fue quien me ayudó a salir del hospital, a alojarme en un hotel hasta que encontrara un lugar donde quedarme, ya que no sabía lo de mi dinero. Cuando tuve la oportunidad, busqué a García y en los noticiarios comenzaron a deambular bulos con imágenes en las que yo aparecía, ofreciendo una gran suma, alegando insanidad en mi persona.  

 

Medios de todas partes se hicieron eco. Unos alegaban que tenía que presenciarme en un plató de televisión, y otros, que no. Aquello me llevó a estar más tiempo de lo debido en el hotel, cuando hubo pasado los rumores, viajé a Banyoles y allí, recluida en la gran mansión, me recuperé de todo yo sola, teniendo achaques de malestar, convulsiones por adicción, y muchos vómitos debido a lo que me inyectaron. Corría por el bosque desnuda cuando me sentía lo suficientemente bien. Me hacía sentir libre, salvaje, y pura. Recobré con esfuerzo, el recuerdo de mi niñez.

 

Hasta que unas llamadas telefónicas que mantuve con una señora me animaban a viajar a de nuevo a México. Hablábamos de mi niñez, de cómo era yo, de los ratos a solas con mi madre, de la conexión con la naturaleza, o de cómo las noches de luna llena hacían de mí una mujer más libre y desprovista de posesión en la vida. No me hacía falta abalorios, ni un hombre, solo una familia.

 

Manteníamos largas conversaciones hablando de todo y nada. Un día me decidí a preguntarle de una vez por todas, quien era y cómo sabía tanto de mí. En su respuesta, nuevamente me animó a descubrirlo, viajando a Nuevo México.

 

***

 

Viajé a América a la edad de 80 años, pero ya os dije que mi aspecto no cambiaba nunca. De hecho, hice una parada en Nuevo México, allí me contaron la verdadera historia sobre mí y mi madre, y pude reconciliarme con mi pasado y futuro.

 

Ahora, soy la dueña de una gran cantidad de hectáreas de vegetación con varios edificios donde niños se forman y viven una educación “más natural”. Gracias a el trabajo y dedicación de una señora: Mi madre.

 

¿Os había dicho que fui fruto de un producto organizado por el gobierno?

 

Al parecer, mi madre sabía cosas que el que era mi padre; trabajador del gobierno, un doctor que practicaba con mi madre, debido a sus experimentos, me engendró por tubo y una vitamina D que no era la usual. Por eso, mi tez no era lo normal. Y mi madre, no falleció, sino que siguió las investigaciones de su exmarido; forzada por los federales y el gobierno. Hoy las dos llevamos a cabo una fundación: Wolf—Kid, de la que miles y miles de niños, son adiestrados, para combatir el peligro inminente de 2050. No diré que la química ha sido esencial y que estamos sedientos de una venganza humana, nos haga ser y dejarnos ser la naturaleza que habita en nosotros para instruir, si es preciso a la fuerza, a la humanidad.

 

FIN.

©El Rincón de Keren 

 

 


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2 comentarios

  1. Jelou, Keren.
    ¡Ya sabía yo que tú tenías algunos orígenes salvajes! ¿O no estás hablando de ti misma?
    😅😂
    Ahora en serio. Felicidades por el relato. He visto una gran evolución en tu forma de escribir. Más pausada, más trabajada, eligiendo muy acertadamente las palabras.
    Me ha gustado mucho la forma en que has ido desentrañando la historia. Dejando la intriga de la naturaleza de la protagonista, incluso al final, sin destapar del todo su misterio. Haciéndola empática a nuestros ojos y felicitándonos por ese final feliz.
    Por otro lado, me ha recordado aquellos relatos de Jack London que leí en mi niñez. Esa búsqueda e identidad con la naturaleza que nos hace más animales, en el buen sentido. Porque como dices al final, por desgracia, la humanidad no nos hace mejores.
    Enhorabuena. Se ha notado esa entrega y trabajo que me comentaste para escribir este precioso relato. ¿Para cuándo el próximo?
    Un abrazo grande, grande; como el de la chica loba.

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    1. WoW!! Pues me llevo 1 mes de correcciones, casi quería dejarlo para otro mes más. Pero al final , cómo todo , llega el momento de sacarlo a la luz.
      No sólo es la identidad, también se vislumbra el haber, el "Gobierno" hecho "malas praxis" con la protagonista. Qué no sé si seré yo o no, pero el lado salvaje lo tenemos todos 🤣 me alegra que te haya gustado, valoro mucho tu opinión y me hace muy feliz.
      Por lo pronto, a disfrutar de estos pocos días del libro y a leer mucho. Gracias por dedicarme tu tiempo.

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