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RELATO:
Las noticias ya hacía meses que se habían hecho eco de que
la pandemia se había acabado. Sin embargo, todavía gente, que era reticente a
querer ir sin mascarilla. Por eso Mbame iba con mascarilla hasta que las
autoridades dejaran de anunciar casos de Covid. Sin embargo, Carlo, estaba más
preocupado por pasar tiempo con sus amigos, que para bien o para mal, sentían
que debían disfrutar la vida al máximo, más si cabe si tenían en cuenta que
habían pasado una gravísima pandemia mundial. Y por eso, aunque sus vidas parecieran
que no se parecieran el destino los juntaría.
—Tío, tiene que ser mía, Mbame es preciosa, está buenísima.
No se cómo hacer que salga conmigo. —dijo apesumbrado el joven Carlo.
—Pues es muy fácil, díselo. No seas un cobarde. —rieron al
unísono los chicos mientras se pasaban un porro y jugaban a la Play.
—No es tan fácil, tíos. Es una tía difícil… — suspiró
—Y eso es lo que la hace especial. — arquearon todas las
cejas y chocaron los puños unos con otros.
Carlo fue otra vez al centro comercial con sus amigos a
intentar siquiera una posibilidad de coincidir con ella. Aquello les permitía
estar juntos, chicos y chicas, tomar algo y evadirse de las clases y de la mala
vida de los barrios vecinos. Aquella estampa en la que marroquíes, afrodescendientes
o brasileños o españoles , se congregaban entre novias y amigos les hacía ser el foco de atención,
pero no por ello dejaba de ser algo menos inusual, las miradas siempre pasaban
por el escrutinio de las personas que merodeaban igual que ellos por el centro
comercial. Solo que estas personas, tenían prejuicios. Muestra de ello, era la
cara de pocos amigos del dependiente al ir a la tienda de golosinas y escoger
uno de ellos refrescos y chucherías para luego ir al cine. Era algo habitual,
pero eran jóvenes y hacían de tripas corazón, constriñendo sentimientos y rabia.
—Otra vez, está Armando, liándola, hablando mal de los españoles
y su trato. Algún día le van a pegar o se encontrará con alguien que tenga más lengua
que él… — añadió Carlo a su amigo Luis
—A ver, yo soy español, y aun con esas sé que estamos muy
mezclados, a ver… no le falta razón, pero no creo que nadie tenga huevos a
llevarle la contraria a Armando ja ja ja ja — rieron todos
—Ahí está tu chica… Carlo… — le guiñó un ojo y le chocó la
mano
Se dirigió hacia su grupo y añadió
—Cuando me vas a conceder una cita… o es que ¿tengo que
llevarte a comer? — le sonrío e intentó besarla llevándose una negativa en
forma de cobra. —Cualquier tío se habría rendido ya. Lo que me acabas de hacer,
está muy feo… puedes romper mi corazoncito…
—Tendría eso alguna pena… —se echó a reír Mbame
—Dime que tengo que hacer para que accedas a quedar conmigo…
— se volvió a ajustar la mascarilla
—De acuerdo, accedo, pero … — resopló
—Pero ¿qué?
—No la cagues— le apostilló un beso en la mejilla como
premio de consolación aun con la mascarilla puesta
—No te defraudaré— se despidieron quedando así hasta el
próximo fin de semana
En las noticias, no dejaban de hacer debates en los que
aseguraban que al mundo le costaría mucho recuperarse, aunque fuera por el
hecho de dejar de llevar mascarilla o usar el gel desinfectante. Aparecerían
enfermedades, miedos, depresiones, ansiedad y la sociedad, no acabaría de dejar
de sentir miedo y desconfianza. Los expertos aseguraban, reiteradas veces que
debían desestigmatizar a aquellos que incluso antes del gran problema ya sufrían
daños sociales o traumas adquiridos, ya fuera por traumas del pasado o debido a
la situación pasada. Todo esto, a Carlo le importaba poco, había perdido dos
años de su vida, estudiaba como un cabrón y lo único que le faltaba ahora era
coger alguna enfermedad mental por no disfrutar lo suficiente, no quería
arrepentirse de su vida, o al menos, sentir que había valido la pena estar vivo
y haber sobrevivido. Otros de sus amigos, no habían tenido esa suerte, con más
motivo, creía que la vida era dos días y uno ya había pasado. Iba aprovechar la
oportunidad que le daba Mbame y ya había reservado un restaurante para la noche
del sábado. Nervioso e impaciente, le envió varios mensajes para saber cómo
estaba, pero ella no contestaba.
Por el contrario, Mbame, se había dado cuenta que la vida
era muy corta y que debía estudiar aquello que le gustara porque la vida te la
arrebatan sin importar qué hayas hecho o que hayas vivido. Para la muerte no
hay caras, personas o trabajo, ya que había decidido seguir viva gracias a
cuidarse tanto, tenía claro que quería tener una vida feliz. Y para ello, iba a
esforzarse en estudiar como nunca. Haría lo que estuviera en su mano, y más. No
importaba cuanto le llevara de tiempo. Carlo no paraba de enviarle mensajes,
pero se decía a ella misma que no debía distraerse de los objetivos si quería
conseguir aquello que se había propuesto. A ella le gustaba el chico, era mono,
pero no estaba dispuesta a perderlo todo por un chico. Sobre todo, teniendo un
peso tan grande en la familia como el de llegar a tener una carrera la primera
de la familia. Al menos, sus padres eran comprensivos, y querían que hiciera
aquello que amara. Según le habían contado amigas suyas algunas cursaban para
médicos y no estaban muy convencidas, pero no podían hacer nada, a aquellas
alturas, sabía que no se puede luchar contra el legado de la familia, ¿O no?
Más pronto que tarde, la semana pasó volando. Mbame y Carlo
estaban degustando un buen plato de risotto y un vino, mientras disfrutaban de
la compañía de gustarse y pasar tiempo juntos, cuando fuera se oyó un barullo.
Eran los amigos de Carlo, que venían agitados. Todo el comensal se giró para
mirar el alboroto que formaban delante del restaurante. Uno de los camareros se
dirigió a la entrada para invitarles a que se fueran de allí y no les
espantaran la clientela, pero Armando con su lengua, intimidó al camarero. A los
pocos segundos salieron Carlo y Mbame a recibir a los colegas.
—Hay una pelea en el centro de la ciudad no te lo puedes perder
Carlo, estarán hablando de esto durante meses. Es el momento.
—¿Vamos, Mbame? — dijo con cierta excitación
—Si me quieres, no vayas. Te meterás en problemas… y yo…
—HABLARAN DE ESTO HASTA EL FIN DE LOS DÍAS— Apostilló
Armando al son de un choque de manos y silbídos mientras Carlo se debatía entre
ir con sus amigos o quedarse con la chica que le gustaba… Mbame, mostraba cara
de preocupación así que, se quedó un rato más con ella.
Pasearon por las calles de la avenida, cuando ante un
escaparate vieron los televisores como emitían una y otra vez una redada donde
algunos de los amigos que habían visto hacía escasas horas eran detenidos y
aporreados. Policías uniformados y armados, no se detenían en su labor.
Fueron a algún bar cercano para escuchar las noticias. Se
sabía que los habían detenido a algunos como autores de la paliza de un chico,
a los otros no los localizaron porque salieron corriendo.
A la semana siguiente, los medios alegaban que eran
culpables, mientras que el público los condenaba o los defendía, se hacía saber
que algunos citados al juicio como testigos o sospechosos, habían comunicado que
tenían Covid. La ciudad los condenaba, el pueblo estaba dividido entre los que
pensaban que eran vándalos y los que pensaban que aquello era un fallo institucional. Algunos mostraban sus deseos de que fallecieran por Covid y así tener su merecido, pero Carlo y unos pocos fueron los únicos que pudieron contarlo porque el resto,
fue condenado de por vida y se sospechaba que querían derivarlo a pena de
muerte.
En ese momento, Carlo pensó… ¿Qué habría ocurrido si hubiera
ido con sus amigos aquella noche a aquella pelea?
FIN.
©El Rincón de Keren