¡Hola, Mis seguidores; lectores habituales y nuevos lectores !
“¡Basta!” habían gritado al unísono. Uno de ellos solo lo
pensó, otro lo susurró y el otro lo gritó en un arrebato por la situación que
se acontecía y que ya no soportaba más.
Cecilia 20 años
La mejor alumna de su curso. Había acumulado tal cantidad de
deberes, que se le hacía difícil poder dar con la realización si no fuera
porque la gran mayoría de los deberes, no eran suyos. Todo comenzó cuando al
terminar el semestre el director la felicitó delante de todos los compañeros
alegando que era la mejor alumna del instituto. Aquello la lleno de orgullo a
la vez que de vergüenza. Pues ser el centro de atención podría hacer que
hubiera reciñas entre compañeros y lo que sucedió fue que causó interés en ella:
le preguntaban sobre el temario, otros le pedían que les ayudara con el curso o
una asignatura en concreto o como venía ocurriendo desde hacía ya varios meses,
acabó por hacerles los deberes haciéndole perder los nervios, además de no
saber cómo parar de decir que sí, cuando lo que quería era, decir era NO.
Marcos 30 años
En su vida habían ocurrido terribles sucesos tales como la
torpeza o quizás es que era muy despistado, desde entonces, parecía que todo le
salía con el pie izquierdo. Pisaba las heces de la calle, topaba con la gente y
todos los días llegaba al trabajo con la camisa manchada de café. Tomó por
costumbre pedir perdón hasta tal punto de ofrecer un café pagado de su cartera
cuando él era el afectado. Todo podría deberse a la amabilidad y cortesía, pero
aquello se convirtió en el mayor gasto de todos los meses pues no llegaba a fin
de mes. El quería decirles que miraran por donde iban y soltar un alto y sonoro
taco. Ese que le hiciera quedarse tan ancho que cuando se alejara de la persona
desconocida dejará escapar una peineta. Sin embargo, le embargaba un
sentimiento de culpa del que no sabía cómo salir. Él quería insultarles, pero
siempre acababa haciendo aquello que no quería.
Rosa 40 años
A los cuarenta parece que todo está aprendido y parece que
no hay nada quebrantable y que es inamovible; las ideas claras y las emociones
y los sentimientos controlados. Pero el día de Rosa consistía en realizar todas
las tareas de casa antes de que llegara de trabajar el marido, servir la
comida, luego la cena, para levantarse temprano para prepararle el desayuno y todos
los días se tornaban iguales— sin un mísero día en el que le dijera gracias— en
los que ella deseaba decir de una vez por todas que se hiciera la comida o que
se hiciera cargo de si mismo. Pero lo que ella quería era decir era basta a
aquella situación. Y es que decir no, a veces, se hacía hacía muy difícil.
Aquella semana, Cecilia pasó por la mercería ya que debido a
una jugarreta entre alumnos un chico cayó de frente y sin nada a lo que
agarrarse, se agarró a su camisa y perdió los botones de su prenda favorita.
Allí, encontró una mujer de unos cuarenta años esperando a que acabaran de
hablar en un corrillo de mujeres que comentaban los últimos acontecimientos del
barrio. La mujer comenzaba a impacientarse, y Cecilia, comenzó a mirar el reloj
ya que en la mochila le esperaban deberes para al menos un mes entero. Cecilia
miro a la mujer, se sonrieron, y la mujer apostilló:
—¡Venga ya! ¿A caso no tienen otro sitio mejor para
cotillear que aquí? Esto parece un gallinero — Se hizo un silencio entre las
señoras y Cecilia se echó a reír. Entonces la dependienta hizo un gesto que
indicaba que se acercara para atenderla, pero la señora reculó y prosiguió—
Déjalo, no quiero ser parte de unas mujeres que no tienen nada mejor que hacer
que ponerse a parir todos los días. A ti, — indicó a la dependienta—…sepas que
te has quedado sin una clienta fiel desde hace más de veinte años— la mujeres
pusieron cara de ofendidas, y la señora salió de la tienda. Tras ella iba
Cecilia que la vio algo alterada
—¿Estás bien?
—Estoy más bien. Más que bien— sonrió. Un brío de luz en sus
ojos hizo sonreír a la chica que la observaba— Pero en ese momento un hombre chocó
con la señora— ¡¿Pero bueno, es que no miras por donde vas?! — se quejó la
señora. El hombre se quedó quieto y avergonzado iba hacer lo que siempre hacía,
invitar a un desconocido a un café pese a que no era su culpa, pero se lo pensó
mejor y le espetó
—¡Mira tu por donde vas, vieja chocha! — la señora se quedó
boquiabierta igual que Cecilia que veía todo desde la puerta; como si hubiera
sopesado el verdadero significado de sus palabras a través de ella rápidamente le pidió perdón y le
explicó
—Mira, lo siento, pero es que llevo muchos años intentando
decir algo así a alguien; siempre digo lo contrario de lo que quiero decir y
hoy quería romper con el circulo, pero veo que me he pasado. Mi nombre es
Marcos — le estrechó la mano y se presentaron
—No pasa nada. Mi nombre es Rosa, algo parecido me ha pasado
ahora mismo en la tienda. — Pero ahora llamaban al móvil de Cecilia para que le
tuvieran el trabajo para esa misma tarde y estalló
—¡Basta! ¡No soy la recadera de nadie! —Marcos y Rosa se miraron mientras la muchacha colgaba y el corazón desbocado parecía que se le iba a salir por la boca. Los tres se miraron y se echaron a reír. El sonido fue tan estruendoso que la gente que pasaba se les quedó mirando.
Fto: Rodnae productions - Pexels |
Quizás ese día no habían aprendido a decir que no, pero ese
día tomando café se aconsejaron, se apoyaron y se dieron los teléfonos. Lo que
estaba claro era que los problemas que
tenían cada uno, no eran un caso aislado. Decidieron poner fin a sus efusivos Síes y comenzar a decir no. Ganaron en autoestima, en tranquilidad y lo que era mejor, habían ganado amigos.
FIN.
AQUÍ OS DEJO EL ANTERIOR RELATO RELACIONADO: RELATO: NO
©El Rincón de Keren
Interesante relato. Cuántas veces por educación o timidez decimos justo lo contrario de lo que queremos o de lo que la ocasión se merece. Tú has hecho que tus personajes se saquen la espinita.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Rosa!! La idea era reeditar la obra que he dejado cómo relato relacionado, pero me he dicho, ¡ostras! puedo hacer una versión más moderna. Y así lo he hecho. Me alegra que te haya gustado. Por que a veces asumimos cargas que no nos pertenecen por evitar enfrentamientos o simplemente porque creemos que nuestra opinión no es tan importante cómo el de la otra persona. Entonces, es un relato, como dice un bloguero de por aquí, muy terapéutico para que aquellos que lo lean. Gracias por pasar por el blog y feliz inicio de semana y de mes. Besos!!
EliminarCuántas veces tienes ganas de decir "no" y te callas y accedes aunque no tengas ganas de nada. Y lo peor es que encima te sientes mal. ¡Reivindiquemos el no sin remordimientos!
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Hola, Rocío!! ¡Eso mismo! no digamos a todo que sí. Introspeccionémonos y démonos cuenta de qué es lo que queremos nosotros y nosotras. Gracias por pasar por el blog. Un abrazo!!
EliminarLuchando cada día para que el no se normalice, ;-) Nos haremos mayores pero lo lograremos!!
ResponderEliminar¡¡Buenos días, Amaia!! ¿Cómo estás? Así es, el NO se tendría que normalizar así como beber agua todos los días. Espero que, no me haga muy mayor para que lo puedan aprender. Muchas gracias por pasarte por mi blog. ¡Lo lograremos!
EliminarCuantas veces en el tiempo nos quedamos con las ganas de decir no. Y ahora tenemos más ganas de soltarlo cada día
ResponderEliminarHola, Laura!! Espero que estes bien: Ocurre más frecuencia de la que parece. Estaría dentro de la asertividad, saber decir que no sin herir a la otra persona y siendo coherentes con nuestros verdaderos deseos y para comenzar a ser coherentes, sobre todo, con nostras mismas. Es un comienzo ;) ¡Digámos NO! a todo aquello que no nos haga bien y nos cause mal estar. Adelantémonos a los acontecimientos y seamos honestas con nosotras mismas. Es otra forma de hacernos oír y hacernos respetar. Gracias por pasar por el blog. Un saludo. Feliz Martes!!
EliminarHola, Keren.
ResponderEliminarHas hilado muy bien las tres historias para converger en una sola. Esta narrativa, cuando por ejemplo, sucede en una película me hace disfrutar muchísimo. El fondo de la historia reivindica el no que al final es una forma de libertad.
Saludos y buen día.
Hola, Miguel!! Me alegra que te haya gustado el relato. Gracias por pasar por el blog. Un saludo y un abrazo!
EliminarEs interesante cómo tres personas que no se conocen, pueden llegar a entablar una amistad. Sólo basta dar el paso adelante y darse la oportunidad de hablarle a un desconocido. Un par de palabras bastan.
ResponderEliminarTambién es curioso que los tres sean de edades distintas. En el primer mundo causa repelús el andar con personas de una generación diferente a la de uno.
¡Hola, Gary! La verdad es que a veces juzgamos por las edades, y precisamente porque la edad no es lo más importante para tener una amistad he querido hacer la diferencia de edades. Y ahí reside la gran maravilla del hacer relaciones desde una palabra. Podría haber sido un halago o haber opinado sobre algo en común. Me alegra que te haya gustado el relato. Gracias por pasar el blog. Saludos!!
Eliminar¡Hola! Me gusta mucho el planteamiento y los personajes. Cada uno de ellos muestra algo con lo que podemos identificarnos: no poder decir no, sentimiento de culpabilidad, la rutina... Eso hace a los personajes bastante cercanos y es posible empatizar con ellos enseguida. Me ha parecido una gran idea ver a los personajes juntos al final del relato.
ResponderEliminarMuy buen trabajo. ¡Un abrazo! :)
Hola, Auxi!! La idea era buscar cercanía, no solo para el lector. Mi idea poner en situación que a veces, hasta la persona que menos pensamos, puede estar en la misma ciudad, en frente de nuestras narices y no darnos cuenta. Cuando nos damos cuenta, pueden suceder cosas maravillosas y creo que es una manera de darnos cuenta de que no somos los únicos que sufrimos. No estamos solos ante un problema. Un saludo y gracias por pasarte por el blog. Besos y abrazos compañera.
EliminarEs más jodido de lo que parece. Ya desde niños, en las escuelas, tenemos que decir sí a todo y obedecer, que si no el profe se enfada y nos castiga. Y esa limitación algunas personas la siguen teniendo arraigada en la edad adulta. Por otro lado, decir no cuando crees que lo tienes que decir no es sinónimo de la mala educación.
ResponderEliminarBuenas, Cbrónidas!! Vivimos en sociedad en que se aplaude la obediencia y sumisión, luego el hacer sentir culpable emocionalmente o agresivamente verbalmente, pero es precisamente, salirse de esos estandáres de lo "correcto" o lo que se espera de nosotros, es una forma de decir NO. No, no es sinónimo de mala educación, al revés, es signo de que te das valor. Pero hay muchas otras situaciones y emociones en las que no decimos esa negativa para no lidiar con nuestra faceta sumisa que empieza en la etapa escolar con la simple evaluación de nuestros trabajos y nuestro comportamiento. ¿No crees? Gracias por pasarte. Saludos!!!
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